El enemigo en casa: vampiros, bisexualidad y estigma

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Texto: Elisa Coll

Hace unos años, en el máster que me sirvió de excusa para mudarme a Barcelona, un profesor nos preguntó si nos habíamos fijado en el hecho de que, en Los Simpson, las ventanas de la cocina dan a la calle. Después nos preguntó que a qué pensábamos que se debía. Resulta que, en los años 40 y 50, la paranoia del comunista infiltrado (ese vecino que parece majo pero esconde debajo de su cama una sucia copia de El Capital) influyó en el modelo de construcción de casas en los suburbios estadounidenses. Las casas ya no eran solo casas, sino artefactos de vigilancia mutua. Y, ¿quién pasaba todo el día en casa, pudiendo vigilar lo que ocurría en las calles? Las mujeres. ¿Y en qué estancia de la casa pasaban más tiempo? En la cocina. Este modelo de cocina-atalaya se extendió tanto que llegó a ser inmortalizado en la famosa serie de animación.

Según el profesor nos contaba eso, me vino a la mente una anécdota terrorífica que a veces cuento en las charlas sobre bisexualidad: en el año 1989, la revista Cosmopolitan publicó un artículo llamado ‘The risky business of bisexual love’ [el arriesgado negocio del amor bisexual] que recogía una serie de consejos dirigidos a mujeres casadas para vigilar y averiguar si su marido era bisexual, y así estar prevenidas ante un posible contagio de VIH. Entre otras advertencias, el artículo decía: “Si los ojos de un hombre siguen a otro hombre, ten mucho cuidado”, “si parece intensamente interesado por cómo visten otros hombres, sospecha”, “las esposas que saben que sus maridos son bisexuales pueden al menos tomar medidas para protegerse de enfermedades venéreas”. El tono y el contenido del artículo no difieren mucho de aquellas publicaciones de los años 40 y 50 con simpáticos tips para detectar comunistas: ambas apelan a la vigilancia mutua entre personas que forman parte de un mismo núcleo comunitario, ya sea el vecindario o el propio matrimonio, y en ambas el miedo es el mismo: que se cuele algo contaminado y desviado en un mundo pulcro y recto, completamente separado de este. El terror imbuido a tener al “enemigo en casa”, sea la década que sea, siempre dispara un estado de sospecha que remite aún más al individualismo y al escrutinio del comportamiento ajeno.

Y ya sabemos qué pasó, en el mundo en general y en Estados Unidos en particular, con la pandemia del VIH: al afectar especialmente a la población queer, no recibió ni la atención ni los recursos que han tenido otras, y de hecho fue percibida ampliamente como un castigo divino hacia las personas que mantenían prácticas sexuales desviadas, a quienes había que aislar del resto de la población. Pero una brecha se abrió en este muro de cuarentena que separaba la “condena homosexual” de la “salvación heterosexual”…SEGUIR LEYENDO

© Pikara Magazine.Diciembre 2023

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