Texto: Alodia Clemente
Hace poco más de 20 años, la concejala de Ponferrada Nevenka Fernández denunció al alcalde de esta localidad Ismael Álvarez por acoso sexual. Tanto Nevenka como Ismael pertenecían al PP, que apoyó sin ambajes al edil que afirmaba que estaba siendo difamado. La campaña de descrédito y acoso hacia ella, víctima de su depredador, fue infernal. La sociedad española en general no daba pábulo a su testimonio porque era guapa y joven y, anteriormente, había tenido una relación con él. No cabía que después de terminarla le denunciara porque no quería continuarla. Si has dicho sí una vez, por lo visto es para toda la vida. El entonces fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, José Luis García Ancos, le espetó en pleno juicio: “Usted no era una empleada de Hipercor que tuviera que dejarse tocar el culo para asegurar el pan de sus hijos. Podría haber dejado su trabajo”. ¿Quién estaba siendo juzgada entonces? Nevenka Fernández se exilió por motu proprio a Reino Unido. El documental Nevenka, dirigido y producido por dos periodistas, Maribel Sánchez-Maroto y Ana Pastor, respectivamente, recoge la historia de la que se puede considerar precursora del Yo también en España .
Cinco años después, en 2006, la activista estadounidense Tarana Burke lanzó en redes sociales el hagstag #MeToo para que las chicas y mujeres negras pudieran compartir los abusos sexuales que habían sufrido. Su repercusión fue muy limitada hasta que en 2017 la actriz Alyssa Milano se hizo eco de esta etiqueta y dio paso al movimiento #MeToo que ahora conocemos. Por un lado, le ofreció la visibilidad y, por ende, la credibilidad a las denunciantes. Pero, por otro, la visibilidad que dio al testimonio de las actrices de Hollywood arrinconó a las personas más vulnerables a la hora de sufrir agresiones como son las mujeres racializadas, encarceladas o en régimen de pobreza, las personas queer y trans o las trabajadoras sexuales, según analizan Banet-Weiser y Higgins en el libro Credibilidad (2023).
Esta falta de confianza en el relato siempre recae en la misma parte: en la denunciante. Si es más pobre que su agresor, es por dinero; si es menos famosa, busca notoriedad; si estaba borracha, no sabe lo que dice; si fue hace muchos años, no recuerda con claridad lo que pasó; si fueron pareja anteriormente, fue consentido y ahora se arrepiente; si era un poco menor que él, sabía lo que hacía; si tenía muchos menos años que él y estaba bastante por debajo de la mayoría de edad pero era negra, era consentidora porque las mujeres negras son mucho más maduras que las blancas; si era una trabajadora sexual, es inviolable y así un largo etcétera de excusas para poner en tela de juicio el testimonio de la víctima…SEGUIR LEYENDO en Píkara Magazine
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