Hay libros que llegan por casualidad. Un acontecimiento familiar (una mudanza) puso a mi disposición una gran cantidad de libros, entre los cuales tuve que elegir los que me interesaban o me convenía quedarme. Se trata de una labor un poco angustiosa, porque aunque muchos de estos libros no me interesan de forma particular, la gran mayoría son vagamente atrayentes, y solo unos pocos han merecido una adopción inmediata e incondicional. Uno de estos libros escogidos sin dudar: Los invisibles.
Había leído a Merino en mi juventud, normalmente libros prestados o de biblioteca, y solo tengo unos pocos de su extensa obra. Recordaba que me interesaban, tenían un toque mágico especial, pues Merino tiene predilección por temas que algunos podrían llamar fantásticos, aunque yo no me atreva a ello. Merino nunca entra en una fantasía desbordante, en mundos inventados e improbables, donde existen los poderes mágicos y donde seres fabulosos con extrañas habilidades surcan una realidad llena de imposibles. No, su estilo es otro: sembrar la duda de lo imposible en nuestra vida cotidiana, llenar de fantasía sucesos diarios, llevar los sueños a hechos reales, o más bien tangibles, puesto que los sueños, de hecho, son tan reales como la vigilia.
En Los invisibles, como podemos adivinar, aparecen una serie de personajes que se han convertido en invisibles, sin quererlo, por casualidad. La forma de narrar la historia es también muy del estilo de Merino: para tratar de convencernos de que se trata de una historia real, se incluye él mismo en la novela, en el papel de autor reconocido al que se le cuenta una historia. Un recurso empleado en multitud de obras: el manuscrito encontrado, o el encuentro con un narrador, que desvincula el autor de la historia a la vez que comparte con el lector su posible escepticismo.
Pero el lector quiere creer, porque las aventuras de esos seres invisibles, sus angustias y formas de vida son convincentes, a veces recuerdan a una de las novelas metafóricas de José Saramago. Otras recuerdan las novelas para adolescentes, supuestamente rebeldes e inconformistas. Finalmente, es Merino quien escribe el relato, contado por nuestro amigo invisible, con la intención de desvelar un misterio, y también desvelar una conspiración.
Una novela que se lee de forma compulsiva, y que a pesar de contar con los ingredientes de las novelas de suspense, tiene suficiente profundidad psicológica para no ser meramente una novela de aventuras. Además, la trama metaliteraria del asunto, acompañada de reflexiones propias de Merino, que no dudo que sean verídicas, sobre la credibilidad de la literatura fantástica, la hace una novela redonda, legible por un público muy amplio.
Sin embargo, me sigue pareciendo una novela para adolescentes. No sabemos si la intención de Merino fue dar esa sensación de pérdida, rebelión y descontento para la identificación con los lectores jóvenes, pero ese espíritu está presente en toda la obra. No se trata, por supuesto, de un inconveniente insalvable para el disfrute del lector adulto.
Autor: José Maria Merino
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