LA MIRADA DE UN NIÑO POBRE

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¿Sabéis cómo es la mirada de un niño pobre? Esos ojos llenos de hambre y desesperación, enmarcados en unas ropas y zapatillas rotas y sucias. Esa suciedad de barraca con falta de agua, jabón y lustre en la mesa y la nevera. Esos niños de familias marginales que tal vez se encontraron una moneda de un euro, o tal vez se la dio un viandante al verlos pedigüeños, sucios, famélicos… Estaban en el supermercado dos criaturas de unos nueve años, tal vez menos, con ojos verdes llenos de hambre y dolor, con sus ropas y zapatillas sucias de esa suciedad de días y semanas, de dormir en cartones o en cualquier lado. En la mano de uno de ellos una brillante moneda de un euro. Estaban frente a los productos de bollería. Rápidamente se acercó el vigilante, no sea que robaran algo. El de la moneda dijo que tenían hambre y querían una bolsa de bollos.

—Me llega con esto? – abre la manita sucia y enseña la brillante moneda.

—No —dice el vigilante—. ¿No ves que aquí pone un euro diez? Te faltan diez céntimos.

Se quedaron los dos quietos, decepcionados mirando al cachas de uniforme.

—Largaros! —les dijo.

No pude evitar mirarlos a los ojos, esos cristales verdes llenos de hambre, miedo, faltas… Me pregunté dónde estaría su madre, su padre. Sentí una gran tristeza por ellos. Volví sobre mis pasos para decirles que cogieran lo que quisieran de comer y de beber que yo se lo compraba. Ya no estaban. Salí a la calle, ya no estaban.

Veo todavía esos ojos verdes enmarcados por un chándal y zapatillas sucias. Seres inocentes traídos al mundo para pasar penurias. Y sí, no puedo evitar sentir tristeza.

© Kika Sureda. Octubre 2023. Todos los derechos reservados. 

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