<<Traeré la calabaza esta tarde y la prepararemos juntos cuando llegue del trabajo.>> El ansioso niño, leyó la nota varias veces para sí mismo. La noche amenazaba ya con hacer acto de presencia y mañana deseaba llevar al colegio la calabaza más original. La tarde se esfumó rápido.
El niño de la larga cicatriz en el cuello, impaciente, decidió comenzar sin su madre ¡Qué más daba! Contaba con la ayuda de su amigo. Otro niño que lo visitaba todas las noches al cerrar los ojos en su dormitorio. El niño de aquella voz tan infantil y extraña.
La viuda madre regresó a casa agitada. Sin fuerzas. Otro día de duro trabajo…¡Y aún debía preparar la dichos calabaza que portaba en la bolsa!. Se sentía extenuada.
La puerta de la cocina se hallaba cerrada con un papel pegado a ella. Era blanco con manchas rojas y contenía unas palabras con una letra extraña. Inquieta lo leyó muy bajito.
<<Ya no tendrás que preparar la dichosa calabaza de tu hijo>>
La madre abrió lentamente aquella puerta, visiblemente asustada. Con la respiración entrecortada.
¡La cabeza decapitada de su hijo descansaba sobre la mesa, con expresión de sorpresa y la boca abierta!
La escena dantesca y perturbadora bloquearon en la madre todos los gritos de su garganta. Súbitamente, la puerta se cerró de golpe tras ella.
–Feliz Halloween– dijo una voz extraña e infantil a sus espaldas.
© Verónica Vázquez. Octubre 2023.