Enterrado en vida – (Arnold Bennett)

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¿Alguno de ustedes se ha planteado alguna vez ser otra persona? ¿Serían capaces de adoptar una nueva identidad, eliminar cualquier nexo de unión a su antigua vida y replantearla comenzando desde cero? Estas son algunas de las preguntas que Bennett nos plantea en esta divertida novela.

En ocasiones uno llega a la lectura de algunos autores cuando le regalan un libro, como fue mi caso con éste. Pero también se puede llegar al conocimiento de ciertos escritores o de ciertos libros a través de otros autores que hablan de ellos. Un escritor por el que siento una especial devoción es Jorge Luis Borges y sucede que Enterrado en vida es una de las novelas que Borges seleccionó para su conocida Biblioteca Personal. Que un escritor como Borges sintiera admiración por un humorista como Bennet puede parecer algo extraño, pero yo no lo creo así. En primer lugar, porque Borges tiene raíces británicas por parte de su rama materna y es fácil conjeturar que su madre o su abuela leyeran a Bennet; en segundo lugar, porque esta novela trata un tema muy querido por Borges, que es el de la otredad. Que yo recuerde, hay al menos dos relatos suyos –«El otro», y «Borges y yo», además de algún poema, que abordan esta temática.

Hay muchos autores que se han interesado por este mismo argumento, y la lista es amplia: Dostoievsky, Stevenson, Unamuno, Pirandello, Max Frisch, o Saramago, por citar unos cuantos, son algunos ejemplos. La mayor parte de ellos abordan la cuestión con seriedad, mientras que Arnold Bennet lo hace, como cabe esperar, con mucha ironía, con ese fino humor inglés que lo caracteriza.

La novela nos presenta a un personaje extremadamente tímido y reservado que se llama Priam Farll, un reputado pintor, cuya fama le llegó por sus retratos de pingüinos y de policías, y al que dicha fama le abruma de un modo casi patológico, recluyéndose en su casa o saliendo de incógnito para tratar de ocultar su imagen, que nadie conoce. De repente, el pintor se encuentra con la oportunidad de desaparecer adoptando la identidad de su criado, Henry Leek , que ha muerto a causa de una enfermedad que se le ha complicado inesperadamente. De esta forma, Priam Farll tiene a su alcance eso que siempre ha deseado: ser uno más, pasar desapercibido y que lo dejen en paz. La decisión es ardua, pues dar ese paso tiene muchas implicaciones: supone renunciar a su pasado, a su imagen de hombre público y, por consiguiente, también a su fama y al dinero que ésta le reporta.

Las distintas peripecias y sucesivos embrollos en los que se va metiendo el pintor desde el instante mismo en que, para empezar, tiene que abandonar su propia casa son hilarantes. Su fama trasciende de tal modo que la noticia de su muerte se publica en toda la prensa, se convierte en un asunto de interés nacional que incluso traspasa las fronteras, y la repercusión es tal que le organizan todo un funeral de estado, con entierro en la Abadía de Westminster.

Al poco de presenciar con perplejidad cómo enterraban a su criado en Westminster, Farll se entera de que su Leek era un auténtico truhán, un buscavidas que, entre otras cosas, mantenía una relación epistolar con una viuda, una tal Alice Challice, con clara intención de engañarla, y a quien había llegado a hablar en sus cartas de compromiso matrimonial.

Farll acude a una cita con Alice Challice y termina por asumir el falso compromiso de su criado, casándose con ella. Los malentendidos que se generan en esta nueva e inesperada relación cuando Farll siente la necesidad de volver a pintar son divertidísimos. Cuando Farll le enseña por primera vez a su mujer un cuadro que, a todas luces debería valer una fortuna si llevara su firma real, Alice reacciona casi con condescendencia, como si atribuyera que el cuadro se trataba de una simple afición por la que su marido había comenzado a interesarse.

La asunción de su nueva personalidad le llevará a padecer problemas para todos los gustos: de tipo económico, social, familiar, al margen de los que sobrevenidos a raíz del propio pasado de su criado Leek. Un juicio al final de la obra generará, si cabe, más enredo y diversión a una trama sumamente entretenida. La novela mantiene con implacable ritmo y diálogos agudos y con chispa, un humor que al mismo tiempo nos invita a reflexionar sobre cuestiones serias como la propia identidad, la vida, y la sociedad. De hecho, existe una solapada crítica social en esta obra, aunque tal vez no se perciba tanto debido al humor con que se plantea la historia.

Independientemente de lo que hayan respondido a las preguntas que hice al comienzo de este artículo, mi recomendación es que no dejen de leer esta novela. Sin duda se trata de todo un acierto por parte de la editorial Impedimenta al rescatar auténticas joyas de la literatura inglesa, algunas ya injustamente olvidadas, y mucho más. Un auténtico deleite.

© Jaime Molina. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)

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