Margarita de Valois

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REPOSICIÓN.-

Margarita de Navarra fue la perla de los Valois, pero a la muerte de sus hermanos, ella, que era la última de su dinastía, no pudo llevar la corona de Francia porque la ley sálica se lo impidió. Al estar separada de su primo Enrique de Borbón, el rey de Navarra, ni siquiera pudo ser su reina consorte cuando este subió al trono como Enrique IV, ya que se casó con María de Médicis.
Margarita de Valois fue la séptima hija del rey Enrique II de Francia y Catalina de Médicis. Nació en 1553 y nunca fue afortunada sino en belleza (para el gusto de la época), en inteligencia y en estar libre de las enfermedades congénitas que padecieron los varones de su familia. Fue un instrumento en manos de su maquiavélica madre, de sus hermanos y de su marido, así que ella se rebeló de la única forma que supo: tomando posesión de su propio cuerpo, actuando libremente y comportándose como lo que era, un “príncipe” renacentista que apoyó las artes y las letras, pero sus públicos amores y el hecho de tomar partido por su hermano menor, el malogrado duque de Alençon, solo le trajeron perjuicios. Siglos después los escritores convirtieron a Margarita de Valois en heroína romántica y la inmortalizaron como la reina Margot (solo la llamaba así su hermano Carlos IX).

Margarita y Enrique de Navarra
Bodas de sangre

Siguiendo la política matrimonial habitual en las cortes europeas, a su hermana Isabel le correspondió casarse con Felipe II de España, y a su hermana Claudia con el duque de Lorena. A Margarita le tocó en suerte casarse con su primo Enrique de Borbón, el rey de Navarra y cabeza del partido protestante. Esa fue la primera desilusión de su vida pues estaba enamorada del duque Enrique de Guisa, cabeza del partido católico, que la correspondía. Los Valois montaron en cólera cuando descubrieron el idilio y Margarita tuvo que desistir de casarse con el hombre que amaba. En aquel momento la relación con su madre, Catalina de Médicis, se enfrió para siempre.

Ni Margarita ni Enrique abjuraron de su fe y enlace tuvo lugar el 18 de agosto de 1572 en la plaza de Notre-Dame, entre dos contrayentes no ya de distintas creencias sino de distintos mundos. Margarita de Valois era culta y sofisticada, estaba habituada al lujo, los perfumes y los cosméticos, no en vano había sido educada en una corte famosa por su galantería, mientras que Enrique de Navarra era poco agraciado, espartano, y rústico, y aunque tuvo durante toda su vida numerosas amantes, la única mujer que nunca le gustó fue precisamente la suya. Una dama del séquito de la reina madre dijo de Margarita: “Está siempre metida en agua, blanca como un lirio, toda perfumada, se restriega y se restriega, envuelta en una nube de incienso como una hechicera en el humo de sus alambiques”. Ella que era la seducción personificada no pudo seducir a su marido.

La matanza de los hugonotes
El sábado 24 de agosto París se despertó con las campanas que tocaban a muerte dando inicio a la matanza de miles de hugonotes, cuya mecha habían prendido Catalina de Médicis y Carlos IX. Margarita de Valois no solo no había sido informada del plan sino que su vida corrió peligro. Al ser católica y estar casada con un hugonote su fidelidad siempre fue puesta en entredicho por ambos bandos. Alejandro Dumas narra este episodio de la historia de Francia y de la vida de Margarita en su famosa novela La reina Margot.

Enrique de Navarra tuvo que convertirse al catolicismo para salvarse pero quedó sometido a estrecha vigilancia en el Louvre. Hasta febrero de 1576 no concluiría su encierro. Margarita, desde entonces y hasta el final de su vida, fue utilizada como rehén, prisionera, o peón estratégico según el caso, tanto por su marido como por su familia, pero en general resultó incómoda a todos.

Margarita de Navarra la libertina

Las carnales eran las únicas evasiones a las que tenía acceso Enrique de Navarra durante su encierro en París, algo habitual y permitido para los hombres. Incluso tenía la misma amante que su cuñado, el duque de Alençon, para regocijo de Catalina de Médicis que estaba informada de las andanzas de ambos caballeros con una única espía.

La reina Margot decidió actuar como su marido y sus hermanos varones y jugar abiertamente a la galantería, una decisión que luego pagaría muy cara. El primero de los amantes de Margarita fue el conde Joseph Boniface de La Mole, cuya vida acabaría trágicamente. Fue ejecutado por participar en una conjura contra Enrique III. Los conspiradores, entre los que se encontraban Margarita y su marido, querían sentar en el trono al duque de Alençon, el más joven de los Valois. La Mole, también convertido en héroe por los escritores románticos del siglo XIX, no traicionó a su amada.

El siguiente amor de la reina Margot fue Bussy d’Amboise (otro caballero del bando del duque de Alençon) con el que se sospecha que pudo haber tenido un hijo. D’Amboise tuvo que huir por su enemistad con Enrique III.

Su tercer amor fue Jacques Harlay, señor de Champvallon, también al servicio del duque de Alençon. De nuevo el rumor de un embarazo circuló en la corte, lo que irritó gravemente al rey Enrique III.

El único indiferente a los amores de Margarita era su marido, el rey de Navarra, pero cuando en febrero en 1576, tres años después de la matanza de la noche de San Bartolomé, logró huir de París dejó abandonada a su esposa que quedó como rehén de su propia familia, utilizada como moneda de cambio en las negociaciones con su marido. En agosto de 1578 Margot por fin pudo marchar a Navarra.

La boda de Margarita y Enrique de Navarra
La corte de Margarita de Navarra

Aquella fue la etapa más feliz de la vida de la reina Margot. Ahora tenía su propia corte en Nerac, en Gascuña, en la que adoptó el estilo de mecenazgo de los Valois. Embelleció el castillo de los duques de Albret con tapices, muebles, cuadros y objetos preciosos, transformó el parque y dispuso un bello jardín donde sus damas y caballeros paseaban.

La corte de Margarita de Navarra durante la mañana, tras la misa (los católicos) y la predicación (los protestantes), se dedicaba a “todo tipo de refinado placer”, y durante la tarde y la velada se divertía con el baile, convirtiéndose en centro cultural, atrayendo a eruditos, poetas, artistas y músicos. Una vida modelada con arreglo al arte siguiendo el modelo de El cortesano de Castiglione, celebrando el culto al amor, rivalizando en galantería, sirviendo devotamente a las damas, cuyo mérito radicaba en aplazar el momento de la rendición para mantener vivo el deseo. La utopía de una corte de amor bajo el signo de la belleza y la armonía fascinó a sus contemporáneos y la fama de Nérac traspasó las fronteras, incluso Shakespeare tomó la corte de Navarra como modelo en Trabajos de amor perdidos.

Los enemigos de los reyes de Navarra se cebaron con el poder de su corte y la vilipendiaron diciendo que: “El príncipe aprendió a ser amable con los cortejos de su mujer y ella a serlo con las amantes de su esposo”.

Pero esta feliz etapa duró poco, en 1582 cuando estallaron nuevas hostilidades entre católicos y protestantes la familia de Margarita la llamó a Francia bajo pretexto de su seguridad. Pero la reina de Navarra no era una visitante apolítica, pronto volvió a apoyar abiertamente el partido de su hermano pequeño, el duque de Alençon, frente a su hermano el rey Enrique III. Este, con la excusa de la vida escandalosa de Margarita, la expulsó de la corte.

El rey de Navarra la readmitió a cambio de que las guarniciones francesas abandonaran tres importantes bastiones hugonotes. Margarita volvió a convertirse en moneda de cambio. Para entonces su marido ya planeaba separarse y solo esperaba el momento propicio. La acogida fue gélida, el centro de la corte de Navarra era la nueva amante del rey, Diana de Andois, Corisande.

Tras la muerte del duque de Alençon en 1584, Margarita no supo o no quiso actuar como hubiera correspondido a un buen “principe” renacentista, en su propio provecho, y en lugar de apoyar a su marido Enrique de Navarra, cabeza del partido hugonote, o al rey, su hermano Enrique III, o mejor aún, convertirse en cabeza del partido moderado sustituyendo a su hermano Alençon, se apartó de los tres bandos y se alineó con España y la Liga, enemigos de todos. Lo que más deseaba en el mundo era oponerse públicamente a su marido, a su madre y a su hermano.

Margarita de Navarra prisionera

El 19 de marzo de 1585 Margarita de Navarra los abandonó a todos y se marchó. Anduvo errante de ciudad en ciudad con un séquito cada vez más exiguo, hasta que en 1586 tuvo que rendirse a los soldados de Enrique III y Catalina de Médicis, que habían mandado capturarla. Fue encerrada en el castillo de Usson, al pie del valle de Issoire, en Alvernia, donde estuvo prisionera veinte años. Durante ese tiempo sucedieron hechos de primera magnitud: la matanza de los Guisa (líderes del partido católico), la muerte de su madre, Catalina de Médicis, el asesinato de su hermano Enrique III y el fin de los Valois. Ella mientras tanto pasaba los días leyendo, rezando, escuchando a sus músicos y escribiendo sus memorias, en las que reivindicaba sus valores: la lealtad, la generosidad, la franqueza, la fidelidad a la religión católica y su vocación de princesa real.

En 1593 Enrique de Navarra abjuró del protestantismo (¡después de haber sido líder del partido protestante!), se hizo consagrar rey de Francia como Enrique IV, y procedió a la anulación del matrimonio con la reina Margarita. A pesar de que no era estéril no le había dado hijos al rey de Navarra, y ahora a los cuarenta años ya había perdido un tiempo precioso. Gracias a su tenacidad, y unas negociaciones que se prolongaron durante años, obtuvo una asignación en compensación por la nulidad matrimonial, la plena reintegración de sus posesiones, el reconocimiento de sus derechos hereditarios, la autorización para abandonar el castillo de Usson, así como poder conservar el título de reina.

Margarita de Valois
El regreso a París

En el verano de 1605, Margarita de Valois regresó a París donde fue recibida con honores por Enrique IV y su esposa, María de Médicis. La situación era inédita, una reina repudiada, que iba a residir oficialmente en París, en el hôtel de Sens, a orillas del Sena, y que no solo reunió a su alrededor –como hizo en el pasado y como era la tradición de mecenazgo de la familia– a poetas, escritores, filósofos, teólogos, científicos y músicos, sino que ayudó a la nueva esposa de Enrique IV, María de Médicis, a restablecer la etiqueta en la corte y devolver al Louvre a sus antiguos fastos.

Margarita de Navarra escribió su Discours docte et subtil (1614), donde manifestó la superioridad de las mujeres sobre los hombres. Ella fue última de su raza, una víctima de la ley sálica, una reina privada de la corona que le correspondía por nacimiento, una heroína romántica llamada Margot. Falleció en 1615.

Para saber más

Benedetta Craveri, Amantes y reinas: el poder de las mujeres, Madrid, 2006, Siruela.

Imágenes

A partir del retrato de François Clouet, Margarita de Valois, reina Navarra, 1572, Museo Condé en Chantilly.

A partir de una miniatura del devocionario de Catalina de Médicis que representa a Enrique de Borbón y Margarita de Valois, reyes de Navarra de autor desconocido, 1572, Biblioteca Nacional de Francia.

A partir del óleo de Edouard Bernard Debat-Ponsan, Una mañana a las puertas del Louvre, 1880, Museo Roger-Quillot en Clermont-Ferrand.

A partir del óleo de Edmon Lechevallier-Chevignard, La boda de Enrique de Borbón, rey de Navarra, y Margarita de Valois, 1862, colección privada.

A partir del óleo de François Clouet, Margarita de Valois, ca. 1572, Museo Crozatier, en Le Puy-en-Velay

© Ana Morilla. Mayo 2023. Todos los derechos reservados.

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