Leyendo a Joaquín
Anxo do Rego
Un paso, después otro, y así cada mañana. El sol en ocasiones se deja entrever intercediendo su paso a las nubes. Intenta atravesarlas con fuerza. Lo consigue, ahora calienta y atraviesa la primera capa de piel. No es óbice para caminar, pobre intento por reforzar músculos y eliminar esos números estadísticos de glucosa en sangre, aunque sirva para reforzar ese corazón como víscera, el sentimental lo mantengo escondido. Me acompaña el silencio, a veces roto por el escape de una moto o el alocado conductor que sueña con emular al ganador del último campeonato de Fórmula 1.
Los pensamientos y reflexiones se agolpan en mi mente tratando de ser ganadores en una especie de lucha sin cuartel. Los pido cordura, silencio en la mayoría de las ocasiones. Continúo caminando, ahora aligero el paso, más tarde la cadencia es menor. Miro los pasos recorridos en el podómetro, ha transcurrido media hora, llevo cerca de tres mil quinientos. El sol no cesa de castigar mi cabeza cubierta de una capa de factor 50 para evitar quemaduras.
Me voy acercando. El recodo es bucólico. Un banco y dos árboles, flores blancas en uno y amarillas en el otro guardan a Joaquín, que sentado lee con parsimonia. El sol la acaricia su rosto enjuto, arrugado por el paso del tiempo. Delgado, manos huesudas con dedos largos curvados. Tal vez el trabajo ha decidido pasarle factura. Aunque todavía parecen fuertes para sujetar el libro que lee sin ayuda de lentes. Apenas pasan vehículos por el entorno. Sigue leyendo, no ha debido oírme llegar. Me paro para saludarle. Hoy decidí hacerlo, cruzar unas frases. Conocer algo más de su retiro diario. Levanta la cabeza y me mira para dejar escapar un saludo y deseo: ¡Buenos días! Le pregunto que tipo de literatura lee. Su voz, con el silencio roto con la respuesta, parece desbordarse del tono correcto. Le entiendo, también me ocurre algo similar tras muchas horas sin cruzar frase alguna desde las once de la noche pasada. Su respuesta es la esperada, su lectura es por el placer de incluirse en el mundo narrado por el escritor. Así lo reivindica.
Sus frases con cortas, como respuestas cerradas de un formulario inventado. El libro que mantiene en sus manos no es otro que Bomarzo del escritor argentino Manuel Mújica Lainez. Una novela pseudohistórica, me dice. Cuatro minutos han pasado, debo seguir caminando, es la propuesta de la aplicación. Me gusta leer: Hoy ha conseguido el número de pasos necesarios para mantenerse equilibrado. Antes de proseguir me fijo en las hojas del libro, el tiempo ha dejado huella. El papel que sujeta las frases para completar la historia ha superado el amarillento, se acerca al anaranjado, tal vez marrón. Le propongo un obsequio a nuestro encuentro cotidiano. Lo acepta de inmediato y añade: Es el mejor regalo que pueden hacerme, gracias de antemano. Nos vemos el sábado, respondo.
Estoy acabando el paseo. Miro el podómetro, son seis los kilómetros recorridos, y muchas más las sensaciones satisfactorias recibidas. Hasta mañana Joaquín.
© Anxo do Rego. Abril 2023. Todos los derechos reservados.
Tiempo de escucha 4 minutos.
Muy bien escrito y leído, Anxo. Me gusta leerte, me siento transportada a esos lugares que nos describes. Descubrir esos encuentros con otros personajes, reales o imaginarios -no lo sé-, y que sabes trazar con una sincera sentimentallidad. Bravo 👏🏻👏🏻
Me sonrojas. Mis narraciones son reflejo de una fotografía mental, a veces revestida de esa poesía que leo en tus aportaciones. Gracias, Ana.