Hacia 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin, Louis Destouches –o, lo que es lo mismo, Louis-Ferdinand Céline–, temeroso de ser juzgado por colaboracionista durante la ocupación alemana de Francia, abandonó su país rumbo a Alemania y Dinamarca junto con su esposa Lucette. En su piso de París dejó una maleta con varios manuscritos que sería robada durante su ausencia; en numerosas ocasiones, a lo largo de su vida, Céline lamentó ante sus amigos haber perdido esos papeles.
En 2021, sin embargo, la prensa francesa se hizo eco de una noticia de gran relevancia: los manuscritos habían sido restituidos a los herederos de su mujer, Lucette Almansor. Las circunstancias de la devolución son aún un poco confusas. Al parecer, los documentos estaban en manos de un miembro de la Resistencia francesa. La maleta restituida contenía hasta seis mil folios: un conjunto de escritos compuesto por Guerra (un relato sobre sus vivencias en la Primera Guerra Mundial) y Londres (dedicado al periodo en que vivió en la capital inglesa), que continúan el gran proyecto literario basado en sus experiencias vitales que se inició con Muerte a crédito, donde hablaba de su infancia. A estos textos le acompañaba una pequeña historieta, llamada La voluntad del rey Krogold.
Es así como, alrededor de noventa años después de ser escrita y sesenta de la muerte de su autor, ve ahora la luz Guerra, con traducción de Emilio Manzano. La novela narra las peripecias del brigadier Ferdinand tras ser herido en el frente de Flandes y trasladado a un hospital de Peurdu-sur-la-Lys. Ahí conocerá a L’Espinasse, una enfermera insaciable, y a Cascade (otrora llamado Bébert), compañero de convalecencia y juergas con un destino fatal.
La trama tiene un claro paralelismo con la vida del autor, que fue herido en Poelkapelle, Bélgica, el 27 de octubre de 1914, y tuvo que ser ingresado en el hospital Hazenbrouk debido a las lesiones graves en un brazo y en la cabeza. Allí conoció a Alice David, una enfermera con la que entabló amistad (y, posiblemente, algo más) y que le sirvió de inspiración para construir el personaje de L’Espinasse. También el final de la historia, en la que Ferdinand se embarca rumbo a Londres, tiene un deje autobiográfico: en mayo de 1915 Céline viajó a la capital inglesa, donde permaneció hasta diciembre de ese mismo año trabajando en el consulado general de Francia. Las vivencias que experimentó en esta ciudad serían las que el autor recogería en Londres, el otro relato recuperado en este hallazgo excepcional.
El manuscrito de Guerra es un primer borrador, escrito de forma visceral. En sus páginas podemos descubrir cómo trabajaba el autor: sus reescrituras, sus ajustes, sus dudas. También podemos reconocer las marcas de su escritura: la voluntad de violentar la sintaxis, el lenguaje popular, la contradicción y la brutalidad. Su hallazgo y publicación es de una importancia capital dentro de la obra de Céline y, por ende, de la historia de la literatura. Este texto sitúa por primera vez la experiencia traumática de la guerra en el marco de su obra, una experiencia que lo marcó y lo condicionó el resto de su vida: las heridas de la guerra lo dejaron sordo de un oído y con un dolor de cabeza crónico, una neuralgia acompañada de intensos acúfenos. «Atrapé la guerra en la cabeza», nos cuenta al final de la primera página del libro. «La tengo encerrada en la cabeza.»
El resultado es la respuesta al enorme desafío literario de cómo representar la brutalidad de la guerra. Y Céline responde como sólo puede hacerlo un gran artista, con una lengua nueva, salvaje, descomunal.
Texto de Editorial Anagrama incluido en su newletter que puedes suscribirte AQUÍ