Festivales de novela negra en España: entre la banalización y la oportunidad cultural

0
83

Desde mi primera aparición en el festival Granada Noir, en el tercer cuatrimestre de 2014, hasta los más recientes celebrados en 2025, han transcurrido más de diez años de presencia continuada en certámenes dedicados al género negro en toda España. Este largo recorrido, entre mesas redondas, presentaciones, encuentros con lectores y observación directa de las dinámicas internas de cada evento, me ha permitido reunir no solo una notable cantidad de información, sino también una perspectiva crítica sostenida por la experiencia. Lejos de una celebración sin matices, lo que emerge de este seguimiento prolongado es un paisaje desigual: el aparente florecimiento del género convive con signos claros de desgaste, repetición y una preocupante banalización de su sentido literario.


La proliferación de festivales de novela negra en España durante las dos últimas décadas es un fenómeno que merece ser analizado con detenimiento. Aunque podría parecer a primera vista una prueba del auge del género y del interés creciente de los lectores por este tipo de literatura, una observación más minuciosa revela algunas tensiones estructurales que cuestionan el verdadero alcance literario de tales eventos. Frente a la aparente celebración del género, lo que se manifiesta con frecuencia es una maquinaria de promoción editorial centrada en autores consolidados, con escaso espacio para voces nuevas, y una creciente confusión entre lo cultural y lo puramente lúdico-comercial, especialmente en su maridaje con el turismo local, la gastronomía y el consumo de alcohol. Este desplazamiento desde la literatura hacia el espectáculo plantea cuestiones esenciales sobre la función de estos festivales, el estado actual del género y el compromiso real con la creación literaria.

I. Auge cuantitativo: ¿crecimiento o inflación?

Desde mediados de los años 2000, España ha visto una multiplicación notable de festivales de novela negra. En ciudades como Gijón (Semana Negra),Barcelona (BCNegra), Valencia (Valencia Negra), Getafe (Getafe Negro), Salamanca (Negra y Criminal), Granada (Granada Noir), Tenerife (Tenerife Noir), Castellón (Castelló Negre), o Pamplona (Pamplona Negra), entre muchas otras, se celebran encuentros anuales dedicados al género. A esta nómina se suman localidades más pequeñas que han encontrado en estos certámenes un modo eficaz de dinamizar su imagen cultural y atraer turismo.

Este crecimiento no es en sí mismo negativo. Denota, por un lado, la vitalidad de un género que ha dejado de ser marginal para convertirse en una parte significativa del mercado editorial. Sin embargo, cabe preguntarse si este auge responde realmente a un impulso literario o si, por el contrario, se trata de una estrategia de visibilidad que prioriza otros intereses. Muchos de estos festivales replican esquemas similares, con mesas redondas, firmas, proyecciones y actividades paralelas, pero con una escasa renovación de participantes y contenidos.

II. Los ausentes: escritores noveles y diversidad de voces

Uno de los elementos más llamativos en la mayoría de estos festivales es la reiterada presencia de un elenco fijo de autores: figuras ya reconocidas por la crítica o que gozan de una fuerte implantación comercial. Mientras tanto, los escritores noveles o emergentes —incluso aquellos con propuestas innovadoras dentro del género— tienen escasas oportunidades de participación. No se trata solo de una cuestión de visibilidad personal, sino de un problema estructural: se está configurando un relato monocorde del género, donde las mismas voces ocupan los mismos espacios año tras año.

La exclusión tácita de nuevos autores no puede desligarse de las dinámicas del mercado editorial. Las grandes editoriales —que a menudo patrocinan o colaboran con estos festivales— imponen una lógica de rentabilidad y posicionamiento que condiciona la programación. La obra de un autor emergente, sin respaldo mediático ni cifras de ventas relevantes, difícilmente encontrará un lugar en una mesa redonda que busca asegurar asistencia y repercusión mediática.

Esta situación contradice el espíritu que, en teoría, debería animar este tipo de encuentros: el descubrimiento de nuevas voces, la exploración de tendencias y la reflexión crítica sobre el estado del género. En su lugar, se reproduce una lógica de repetición y autocomplacencia que empobrece el panorama.

III. Literatura o espectáculo: el género como pretexto

Otro aspecto preocupante es la creciente teatralización de los festivales, donde la literatura parece convertirse en un mero telón de fondo para una serie de actividades que, aunque atractivas para el público, desdibujan el contenido cultural del evento. Catas de vino, cenas temáticas, rutas gastronómicas, conciertos, sesiones de coctelería o tertulias en bares son ahora parte central de muchos festivales de novela negra. Estas propuestas suelen estar ligadas a una visión lúdica del crimen, al juego con la estética del noir, a veces rozando la trivialización de sus elementos constitutivos.

Este tipo de programación, si bien comprensible desde el punto de vista de la animación cultural, plantea una cuestión de fondo: ¿qué tipo de relación se establece entre el público y la literatura cuando se supedita la reflexión a la distracción? ¿Es posible mantener una exigencia literaria en un entorno que privilegia el entretenimiento y el consumo?

Resulta significativo que en muchos de estos festivales el centro del interés no sea tanto el análisis de las obras como la presencia del autor, convertido en figura mediática. Las mesas redondas tienden a adoptar un tono divulgativo, con preguntas superficiales, centradas más en anécdotas biográficas o en la relación entre el autor y su ciudad que en una verdadera discusión crítica. Así, el escritor se transforma en celebridad, y su obra, en pretexto.

IV. La novela negra como marca turística

En numerosas ocasiones, los festivales se integran en estrategias de promoción de marca ciudad. Este fenómeno, aunque legítimo desde el punto de vista de la gestión cultural, conlleva una instrumentalización del género. No se trata tanto de reflexionar sobre la violencia, la corrupción o los márgenes sociales —temas tradicionalmente abordados por la novela negra— como de construir una narrativa amable, atractiva para el visitante, que refuerce la identidad local.

Un caso paradigmático es el de la Semana Negra de Gijón, uno de los festivales más antiguos y conocidos, que combina literatura, música, gastronomía y ferias, en una suerte de fiesta popular donde el componente literario convive —a veces de forma subordinada— con el bullicio del ocio. Otros festivales más recientes, como Tenerife Noir, han seguido esa estela, incorporando rutas de tapas, actividades nocturnas y una estética visual que convierte la figura del detective en un emblema turístico.

Esto produce una paradoja: el género que nació como crítica social y reflejo de las zonas oscuras del sistema se convierte en una herramienta de marketing institucional. Lejos de problematizar la realidad, la novela negra es domesticada, desactivada, reconvertida en una experiencia de consumo agradable, apta para todos los públicos.

V. El olvido del propósito literario

La consecuencia más evidente de todo este proceso es el progresivo olvido del propósito primigenio: el análisis literario y cultural del género. En la mayoría de festivales escasean las actividades de verdadera profundización teórica: talleres de lectura, conferencias críticas, debates académicos o mesas sobre estética, historia del género o vínculos intertextuales. Tampoco hay, salvo excepciones puntuales, esfuerzos por trazar genealogías, pensar la novela negra desde una perspectiva de género, analizar su relación con el cine o con otras formas de narrativa contemporánea.

Las iniciativas más ambiciosas en este sentido suelen venir de fuera del circuito comercial. Algunos centros universitarios han intentado articular jornadas de estudio o publicaciones especializadas, pero rara vez conectan con el entramado de los festivales. Esta separación entre el ámbito académico y el cultural-popular impide una verdadera reflexión crítica sobre el estado del género en España. Asimismo, la ausencia de una perspectiva histórica más amplia lleva a tratar la novela negra como una moda o una estética, en lugar de como un campo literario complejo, con sus propias tensiones y evoluciones. El fenómeno reciente de la llamada novela negra mediterránea, con autores como Lorenzo Silva, Alicia Giménez Bartlett o Andreu Martín, por ejemplo, raras veces se contextualiza en relación con modelos clásicos del noir norteamericano o con las variantes europeas del polar francés o el krimi alemán. Esa falta de contexto empobrece el diálogo y limita el crecimiento del género.

VI. Posibles líneas de renovación

Pese a este panorama crítico, conviene señalar que los festivales no son, en sí mismos, un problema. Al contrario, bien planteados, pueden convertirse en espacios fundamentales para el diálogo entre lectores, autores y críticos. Para ello, no obstante, es necesario repensar sus fundamentos.

Una primera vía sería abrir espacios específicos para autores noveles y editoriales independientes, generando circuitos de visibilidad alternativa. El establecimiento de premios para primeras novelas, encuentros entre editores y escritores, o la programación de mesas dedicadas a nuevas voces podría contribuir a oxigenar el panorama.

En segundo lugar, sería deseable reforzar el componente crítico y formativo de los festivales. La colaboración con universidades, revistas literarias y especialistas permitiría enriquecer el contenido y atraer a un público más exigente. No se trata de sustituir el componente lúdico, sino de equilibrarlo con una propuesta cultural sólida.

Asimismo, es necesario revisar el papel de las actividades paralelas. Aunque son útiles para ampliar el público y dinamizar el entorno, no deberían eclipsar el contenido literario. La novela negra no necesita ser tematizada como un menú ni embotellada como un cóctel. Su potencia narrativa radica en la capacidad de interpelar al lector, no en su capacidad para amenizar una velada.

Finalmente, los festivales podrían asumir una función de vigilancia y compromiso social, recuperando la tradición crítica del género. La novela negra nació para contar lo que no se quiere ver: la violencia estructural, la corrupción, la desigualdad, la marginalidad. En un contexto como el actual, marcado por nuevas formas de criminalidad, discursos de odio y amenazas a la democracia, el género tiene más que nunca una responsabilidad literaria y política.

A título final de la opinión

Los festivales de novela negra en España se encuentran en una encrucijada. Por un lado, su proliferación demuestra el arraigo del género en la cultura contemporánea. Por otro, su orientación dominante, centrada en la promoción comercial, la repetición de nombres y la estetización del crimen, corre el riesgo de vaciar de contenido literario y crítico a un tipo de narrativa que históricamente ha tenido una función esencial en la denuncia y la exploración de los márgenes sociales. Frente a la banalización del género, es necesario recuperar su complejidad, su riqueza estética y su poder de interrogación. Solo así, los festivales podrán convertirse en auténticos espacios de cultura y no en escaparates turísticos o espectáculos de ocasión.

Si has llegado hasta aquí, considera que el texto corresponde a mi visión y opinión del género, como creador de una de las primeras revistas del género «Solo Novela Negra».

© Anxo do Rego. Todos los derechos reservados.

Artículo anteriorLas crines, de Marc Colell
Artículo siguienteFelices Fiestas
Narrador. Fundador, director y editor de la extinta editorial PG Ediciones. Actualmente asesora y colabora en las editoriales: Editorial Skytale y Aldo Ediciones, del Grupo Editorial Regina Exlibris. Director y redactor del diario cultural Hojas Sueltas. Fundador en 2014 de una de las primeras revistas digitales del género negro y policial «Solo Novela Negra». Participa en numerosas instituciones culturales. Su narrativa se sustenta principalmente en la novela policíaca con dieciséis títulos del comisario del CNP, Roberto H.C. como protagonista, aunque realiza incursiones en otros géneros literarios, tales como la ficción histórica, ciencia ficción, suspense y sentimentales. Mantiene su creatividad literaria con novelas, relatos, artículos, reseñas literarias y ensayos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí