LETRAS SUELTAS: Tema Navidades
—Mamá ¿Verdad que Papá Noel vendrá con muchos regalitos esta noche? Me he portado bien todo el año —dijo la pequeña jugando con su gomita de pelo.
La madre cepillaba los dorados cabellos de su hija. Su única y consentida hija.
—Puede ser. Puede ser… Pero debes acostarte pronto. Muy pronto pitufina.
Decía estas palabras, la buena mujer y luego se dedicaba a entonar una nana. Siempre entonaba la misma nana para su amada niña.
La espabilada chiquitina, escuchaba la voz de su mamá y cerraba sus ojitos. Se acurrucaba en su regazo ya vestida con su precioso y cálido pijamita rosa, ya con sus suaves cabellos, muy bien cepillados.
Matilde arropó a su hija en la habitación de fresa. Asemejaba un reino de hadas y princesas ¡No había duda de que era la niña más mimada de toda Andalucía!.
El pavo a la alpujarreña, la sopa de almendra, los roscones de vino, los borrachuelos y demás delicias para el paladar, se mostraban sobre la mesa. Los invitados comenzaron a degustar los dulces en el mismo momento que Matilde cerraba la habitación de su pequeña con un…
Te quiero.
—Nuestra pequeña pudo haberse quedado un poquito más mujer —señaló su marido al regresar su esposa a la mesa — Podía seguir aquí con nosotros. Es una noche especial Matilde.
—Quiero que descanse. Ya ha cenado. Juan, la he visto muy nerviosa esperando a Papá Noel. —Respondió la madre de la niña con una sonrisa triste. Matilde comenzó a servir el pavo a los invitados, guardando un dolor en su interior.
Comieron entre risas suaves, brindis de nuevos propósitos y nostalgias del pasado. El salón mostraba un ambiente cálido que se alargó hasta entrada la madrugada.
Matilde, horas después, fue a mirar si dormía bien su pitufina. Lo mismo que hacía cuando vivía su otra hija, fallecida en un accidente de tráfico, las navidades pasadas.
—Es muy reciente. Intentamos que nuestra pequeña no sienta nuestra tristeza. Matilde la sobreprotege. Esta noche ya sabéis bien que se cumple un año de la muerte de nuestra hija. Un año que regresábamos en coche de la cena de Nochebuena…Enterramos a nuestra pequeña con aquellos juguetes que tanto quería y de los que no se despegaba nunca. Su osito de peluche rosa con olor intenso a fresa. Y su muñeca de trapo coletas.
Juan sollozó de repente, ocultando el rostro con sus manos. Sus padres y hermanos lo abrazaron en silencio, así como sus amigos más íntimos.
—Venga Juan. Que tu mujer no te vea así. Debes ser fuerte por ella. ¡La siento tan frágil…!—señaló con dolor la madre de Juan. La sufrida abuela también tenía el corazón encogido por su nieta fallecida.
Despidieron a los invitados y Matilde y Juan quedaron solos en aquel pasillo. Miraban la puerta cerrada y Juan envolvió a su esposa.
—Feliz Nochebuena cariño.
El abrazo en ese pasillo fue eterno y las lágrimas surcaron como torrentes en los dos rostros.
Un relámpago iluminó el pasillo. Comenzó a llover.
—Espero lleguen bien a casa todos… ¡Por qué tenía que haber ahora tormenta!—Exclamó con preocupación Matilde.
—Vamos a ver a nuestra pequeña —Susurró Juan en su oído.
Recorrieron el pasillo. Se detuvieron unos instantes ante el salón, que se hallaba repleto de cajas envueltas en papel de regalo, alrededor de un inmenso árbol navideño. Todo el día anterior, padre e hija se dedicaron a colocar los adornos entres risas y juegos.
—Nuestra pequeña estaba preocupada. Quería saber si Papá Noel le traería muchos regalos. —Dijo Matilde sonriendo — Que dice que se ha portado bien todo el año.
Los dos sonrieron con ternura. La pequeña era un torrente de energía.
Abrieron con mucho cuidado la puerta de su pequeña consentida. Dormía como una bendita, entregada a sueños dulces en aquel reino rosa. La contemplaron unos minutos y luego cerraron la puerta despacio.
25 de diciembre
Navidad
—¡Papis! ¡Pero cuántos regalitos me ha dejado Papá Noel! —Dijo exaltada la enérgica pequeña. Abría los regalos bajo el árbol navideño, ante la atenta mirada de sus padres. Sonreían de verla tan dichosa.
La niña abrió una caja. No estaba envuelta en papel de regalo. Era un paquete húmedo. Los padres miraron con curiosidad.
—¿Qué invitado puso ese paquete sin envolver ahí? —preguntó extrañada Matilde, pero Juan no supo qué responder — Y está todo húmedo y mojado…
La expresión de aquellos padres se transformó en terror al mostrar la niña, los dos regalitos que ocultaba aquella caja.
Un olor intenso a fresa impregnó todo el salón.
© Verónica Vázquez



