París era una rumba – Zoé Valdés

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© BERENICE Editorial

La habanera se hizo parisina. Sucedió a los 23 años, cuando Zoé Valdés llegó a la capital del Sena con los ojos de par en par y el goce despierto. Berenice publica París era una rumba, su nuevo libro, una suerte de dietario, de compilación de recuerdos reunidos en ochenta epígrafes, como otros tantos relámpagos, en los que la escritora recuerda cómo fue ese primer encuentro parisino. “…Sí, aquí sigo, con vida, todavía en París, adonde llegué en 1983, a punto de cumplir los veintitrés años, por azar ocurrente, más que por «azar concurrente», que diría el gran poeta y novelista José Lezama Lima. El asunto de esta historia es, como merece, el de la libertad aprendida en una ciudad que me enseñó todo sobre esa palabra tan hermosa y vital. París, la ciudad de las sublimes tentaciones… El verdadero sentido humano y artístico de la palabra libertad, entonces y ahora…”

Una ciudad donde el pecado vive arriba, abajo y se acomoda en las esquinas, porque “sin pecado no hay ciudad, porque Dios inventó el pecado para que existieran las ciudades”, escribe de un plumazo. Sus recuerdos la llevan a los nombres de grandes autores, de plumas como las de Ciorán, siempre presente, Beckett o Moravia. La llevan a los besos que en esa ciudad no saben como en otras. Son los que le da Jacques, que la enloquecía: “Al llegar a París me sorprendieron esos arranques impetuosos y exhibicionistas de los amantes al chuparse con besos franceses que les llaman, o de tornillo, a la vista de todos: en el metro, en las calles, en los parques, en los puentes, en las tiendas, en las brasseries, en los lugares menos improbables. A mí nunca nadie me había besado así en la vida real, tan abierta e impertinentemente…”

Es también la metrópoli donde la cubana Alicia Parlá fue coronada como la reina de la rumba, la primera mujer que la bailó en un casino. La mujer que vivió una pasión con Errol Flynn, una amistad inquebrantable con Josephine Baker, que volvió a Cuba y de la isla regresó a París y de ahí se instaló en Miami. Y la ciudad donde a oscuras veía cine porno en la Rue Garité, disfrazada de hombre para no levantar sospechas mientras observaba los espasmos masculinos que provocaban las masturbaciones de sus compañeros de butaca o en la que El Gran Poeta Cubano Pelirrojo de Alcurnia la llevó al éxtasis en un callejón. ¿Qué es París para Zoé Valdés? Mil sensaciones y mil emociones, mil rostros: “Esto es París. Ese sitio mojado desde donde surge la vida, para mí siguió llamándose París. La ciudad que da a luz”.

Zoé Valdés nació el 2 de mayo de 1959. Es, dice, tan despistada como lo fue su madre. Ha conocido lo que es el hambre de no tener. Escritora de poesía, novela y guiones cinematográficos, ingresó en la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana, y entre 1984 y 1988 formó parte de la Delegación de Cuba ante la Unesco en París. Tras regresar, comenzó a ganarse la vida como guionista y luego fue subdirectora de la revista Cine Cubano. En 1995, invitada a unas jornadas sobre José Martí en París, pidió asilo político. Sangre azul fue su primera novela, género que más ha cultivado, aunque sin abandonar la lírica; ha editado también literatura infantil.

Entre sus galardones destacan el Fernando Lara de Novela por Lobas de mar y el Azorín por La mujer que llora. Ha sido tres veces finalista al Médicis Extranjero en Francia, y ha sido asimismo finalista del Premio Planeta con Te di la vida entera.

Fue redactora jefe de la revista de arte ARS Magazine (EE.UU.) y colabora en publicaciones como El País, El Mundo, El Semanal, Qué leer, Elle, Vogue, Le Monde, Libération, Le Nouvel Observateur o El Universal de Caracas. Ha codirigido un cortometraje, «Caricias de Oshún», y ha sido miembro del Gran Jurado del Festival de Cannes. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas.

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