Ojalá mi corazón fuese de piedra – Capítulo 21

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Maxi no sabe por dónde buscar. Ha mirado en cada rincón del pueblo, en las casas abandonadas desde el fin de la guerra: restos de muros de piedra y montones de tejas y tablones de pino y vigas de roble partidas por la mitad. Ha buscado en la montaña hasta más allá del risco de la sierpe, ha bajado por la ladera norte, ha tanteado en fosas y en abismos, se ha refugiado en cuevas sin fondo, se ha desorientado, ha estado a punto de perderse. Ha confiado en la promesa de Tomé de organizar una batida. Hasta que no cambie el tiempo no merece la pena, le había dicho, y él había aceptado a regañadientes. Pero el tiempo está cambiando poco a poco, se atisba la primavera. Decide acercarse de nuevo a su casa y volver a recordárselo.

Tomé no está en su casa. Maxi desconfía: llama a la puerta, golpea una y otra vez. Tomé, en la tahona, no puede reparar en la insistencia de sus golpes. Luce su mejor mueca a modo de media sonrisa mientras se interesa por el estado del negocio y solamente repara en las reacciones tensas, escuetas, corteses, del panadero.

El negocio va bien. No hay más panadería en el pueblo, la gente tiene que venir aquí. Y el pan es barato. Cualquiera puede permitirse estas hogazas.

Se lo quise preguntar a tu mujer. La otra noche, cuando la encontré saliendo de lo del viejo Mediana. Pero llevaba prisa, no me vio.

El panadero sonríe mientras se limpia la harina de sus manos en el mandil.

Verás que conozco los motes del pueblo aunque yo no haya nacido en este pueblo. El Mediana, el viejo ese, Teodoro. Vive con el forastero aquel, una especie de pariente, un sobrino, me parece. Lo que no sé es de dónde viene el mote.

Un asunto antiguo de lindes, como siempre.

Bueno. Se me ocurrió saludarla. Pero salió corriendo y no tuve ocasión. Era tarde, ya te digo. Pensé que a lo mejor lleváis el pan a las casas de los clientes especiales.

El panadero busca un trapo para secar el sudor de su frente y de las palmas de sus grandes manos enharinadas. Se esfuerza en mantener su calma y su sonrisa.

Andan las aguas revueltas por el asunto de su padre. Sabrás que no aparece, están muy preocupados. Soledad, su madre, su hermano. Yo también. Ella pregunta a todo el mundo. Pero supongo que tú sabes más que yo, ¿tienes noticias de Faustino? Es muy raro.

̬—No sé mucho… todavía. Pero tu mujer hizo bien yendo a ver al forastero. Que no es tan forastero, creo. Pregúntale a ella. Son familia. O algo así.

© ÁNGEL CALVO POSE

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