La ópera barroca de Rameau se reinventa con danza urbana y una puesta en escena visionaria en el Grange Festival (Reino Unido)
Del 13 al 14 de junio de 2025, el histórico Grange Festival en Hampshire (Reino Unido) acogió una de las propuestas más singulares y audaces de la temporada lírica europea: una reinterpretación profundamente contemporánea de Les Indes galantes, de Jean-Philippe Rameau, dirigida escénicamente por Bintou Dembélé, pionera del hip hop francés, y musicalmente por Leonardo García-Alarcón, uno de los grandes renovadores de la interpretación historicista. La producción, originalmente ideada para la Ópera de París en 2019, ha sido reconfigurada para el entorno íntimo y bucólico del Grange, con un resultado impactante y profundamente político.
Estrenada por primera vez en 1735, Les Indes galantes es una ópera-ballet barroca con un libreto de Louis Fuzelier que, bajo la apariencia de una serie de relatos de amor en tierras exóticas (Turquía, Perú, Persia y América del Norte), encierra una mirada eurocéntrica del mundo. Esta lectura ha sido el punto de partida para una reinterpretación crítica de sus implicaciones coloniales y raciales. Dembélé, una de las primeras coreógrafas de danza urbana en ser acogida por instituciones como la Comédie-Française, ha planteado una escena en la que el krumping, el breakdance y el voguing conviven con el lenguaje gestual del barroco, en una síntesis tan visual como ideológica.
El director musical, Leonardo García-Alarcón, al frente de su ensemble Cappella Mediterranea, ha devuelto la música de Rameau a sus raíces ornamentales, con una dirección vibrante, rítmica y colorista. A ello se ha sumado un reparto vocal de gran calidad, con nombres como Julie Roset, Mathias Vidal y Adèle Charvet, que han abordado las arias con precisión técnica y compromiso dramático.
Pero el corazón de esta producción reside en su planteamiento escénico. La ópera, concebida originalmente como una exaltación del poder francés bajo Luis XV, es aquí deconstruida como una meditación sobre la identidad, el mestizaje, la violencia de la conquista y la posibilidad de un nuevo humanismo. Las coreografías no acompañan la música, sino que la interpelan. Los bailarines, procedentes de colectivos urbanos racializados de París, no se integran en una visión museística del barroco, sino que confrontan su legado.
Los críticos británicos, como Richard Morrison en The Times y Fiona Maddocks en The Observer, han elogiado la propuesta por su fuerza visual y la valentía de cuestionar los códigos de la ópera tradicional. El público del Grange, tradicionalmente más conservador, respondió con una ovación de pie al final de la función del día 14, en reconocimiento no solo a la calidad artística, sino también al gesto simbólico de acoger esta propuesta en un entorno rural inglés asociado al clasicismo.
Además, el festival organizó una mesa redonda previa al estreno con la participación de Dembélé, García-Alarcón y varios musicólogos, donde se abordó el papel de la ópera como espacio de conflicto cultural y memoria histórica. En palabras de Dembélé: “Mi objetivo no es destruir la ópera, sino devolverle el cuerpo. Ese cuerpo que ha sido excluido durante siglos: el cuerpo negro, el cuerpo migrante, el cuerpo urbano”.
Les Indes galantes en el Grange Festival no ha sido una simple puesta en escena barroca con ornamentos contemporáneos. Ha sido una intervención artística que ha convertido la ópera en un campo de batalla simbólico. Una muestra de que el repertorio clásico no solo puede ser actualizado, sino resignificado, para hablar de las tensiones contemporáneas con un lenguaje estético renovado y profundamente comprometido.
Equipo de Redacción