Siete mes después
El diario marrón descansaba al fondo del cajón de su dormitorio. Transcurrieron ya siete meses desde la muerte de su amigo Raúl. Empezó a asimilarlo pero no se atrevía a abrir aquel diario faltando al último deseo de Raúl. No volvió a soñar con Piel de Harina y temía, que leer el diario de su amigo, sería una forma de llamarlo, o de invocarlo. Cada vez quedaba menos con Javier. Comenzó a quedar con otros amigos de clase, que no le recordaban toda la pesadilla.
Una noche de un gélido invierno, se acostó pronto. Se quedó sumido en un sueño profundo. Raúl apareció en su habitación con grandes ojeras. No hablaba. Solo señalaba con su dedo el cajón donde se encontraba el diario, con semblante muy serio. Percibió el enfado y desesperación de su amigo.
Fran abrió los ojos de madrugada. Se incorporó de la cama despacio. Observó el cajón. Se frotaba la cabeza alterado. No fue un sueño. Su amigo regresó del descanso eterno para que cumpliera su deseo. Y así lo haría.
Abrió el cajón muy despacio, como si pesara toneladas. Con manos temblorosas tomó la libreta marrón.
«No tendrás necesidad de volver otra vez de la tumba amigo mío. Perdona mi miedo» —dijo en su interior.
Se preparó de madrugada un tazón humeante de chocolate hirviendo, en un silencio absoluto. No quería despertar a su madre. Llevaba un tiempo muy rara. Él le preguntaba y ella siempre respondía lo mismo. Que echaba de menos a su padre. Pero Fran intuía que había algo más.
Volvió a su dormitorio con el tazón en sus manos. Encendió la lámpara de noche y se acomodó en la cama.
Bebió unos sorbos de aquel chocolate manchándose los labios. El diario estaba a su lado. Quería sentir algo confortable en su interior antes de enfrentarse a los secretos oscuros que escondían aquellas páginas.
«Comencemos» —pensó Fran con cierto temor de lo que se pudiera encontrar.El cad