Sinopsis de la obra
Maza, un hombre de vuelta de todo, regenta El Oasis, un bar de carretera que hace honor a su nombre solo por contraste con el desierto moral que lo rodea. Su vida, marcada por la rutina de partidas ilegales, negocios turbios y relaciones de conveniencia, da un vuelco con la aparición de María, una gitana fascinante y enigmática. La irrupción de esta figura femenina, tan magnética como peligrosa, desencadena una espiral de pasiones cruzadas, traiciones y delitos en un entorno donde el amor, la codicia y el instinto de supervivencia se funden en un caldo de cultivo perfecto para la tragedia.
Ibáñez opta por una narración directa, sin florituras innecesarias, que mantiene la tensión de principio a fin. La novela se articula en capítulos breves, de ritmo trepidante, que contribuyen a acentuar la sensación de inmediatez y peligro. No hay espacio para la digresión: cada escena aporta una dosis de información, violencia o revelación que empuja al lector hacia un desenlace que se intuye trágico desde los primeros compases.
Aunque la linealidad predomina, el autor introduce breves retrospecciones que profundizan en la psicología de los personajes y justifican sus actos, sin romper el pulso narrativo. La acción se despliega como una partida de cartas donde cada jugada descubre una parte del pasado, pero también condiciona el futuro.
Maza, protagonista y antihéroe, encarna el arquetipo del hombre endurecido por la vida, escéptico, solitario y marcado por la fatalidad. Su evolución es mínima, lo que no implica ausencia de profundidad: su estatismo refleja precisamente su condena existencial, su incapacidad de redención o cambio. María, por su parte, aparece como la clásica femme fatale, aunque con matices que la alejan del cliché: su seducción no es solo sexual, sino también psicológica, casi mística. Representa el deseo como fuerza desestabilizadora, pero también como acto de afirmación personal.
Los personajes secundarios, entre los que destacan parroquianos del club, compinches de Maza y familiares de María, enriquecen el tapiz narrativo. Todos ellos aparecen delineados con precisión a través de sus actos y diálogos, sin necesidad de largos retratos introspectivos. Ibáñez demuestra un oído afinado para captar el habla popular y dar vida a personajes verosímiles, marcados por el entorno y las circunstancias.
El estilo de Julián Ibáñez es seco, afilado, con ecos del noir clásico pero sin nostalgia. La voz narrativa —en tercera persona, pero siempre pegada al punto de vista de Maza— transmite con crudeza el desencanto del protagonista y la sordidez del ambiente. No hay concesiones al lirismo ni a la moralina: cada frase parece dictada por la necesidad de avanzar, de sobrevivir a base de palabras cortantes como navajas.
El autor hace un uso magistral del diálogo, que se convierte en un instrumento para definir caracteres, marcar tensiones y acelerar el conflicto. Las descripciones son escuetas pero efectivas, con imágenes precisas que evocan paisajes polvorientos, interiores cargados de humo y rostros curtidos por el sol y la derrota. El ambiente resulta opresivo, casi asfixiante, lo que refuerza la sensación de encierro emocional de los personajes.
Entre trago y trago se inscribe dentro de la tradición de la novela negra española que, desde los años ochenta, ha ido desarrollando una voz propia, alejada de los modelos anglosajones. Ibáñez, figura destacada de este movimiento, ha contribuido a configurar un subgénero donde lo criminal se funde con lo social, donde el delito no es solo un hecho aislado, sino síntoma de un malestar colectivo.
En esta obra, el paisaje manchego adquiere una dimensión simbólica: no es solo un decorado, sino un personaje más, reflejo del desarraigo, la pobreza y la desesperanza. La elección de un bar de carretera como escenario principal remite a los espacios fronterizos, donde se cruzan legalidad e
El eje central de la novela es el deseo, presentado como pulsión irracional, fuerza devastadora capaz de arrasar cualquier equilibrio. María encarna esa fuerza, pero también la condición marginal del deseo femenino en un mundo regido por códigos masculinos de poder y violencia.
El alcohol, presente ya desde el título, funciona como símbolo de evasión, pero también de decadencia. Cada trago es un paso más hacia la desinhibición, la verdad cruda, la pérdida de control. De ahí que el título no solo aluda a una acción física, sino también a los intervalos entre decisiones que cambian destinos.
También se insinúan cuestiones de clase y etnicidad, sin caer en el estereotipo ni en el discurso didáctico. La presencia de María como mujer gitana introduce un conflicto de alteridad y racismo latente, que Ibáñez maneja con sutileza y sin caer en el paternalismo.
Entre trago y trago es una novela negra de combustión lenta pero inexorable, una historia donde lo inevitable pesa sobre los personajes como una losa. Ibáñez construye un microcosmos coherente y brutal, donde cada gesto cuenta y cada palabra duele. Su prosa cortante, sin adornos, hace justicia al género y recuerda que la literatura de crímenes no necesita asesinos en serie ni giros espectaculares para ser eficaz: basta con mirar de frente la violencia estructural, el deseo no correspondido, el miedo a la soledad.
En su aparente sencillez, la novela encierra una profunda reflexión sobre la condición humana, especialmente sobre sus zonas más oscuras. Es cierto que algunos personajes secundarios podrían haberse desarrollado con mayor profundidad, y que ciertas repeticiones en los esquemas de acción restan novedad al conjunto. Sin embargo, la fuerza del relato reside en su autenticidad: Ibáñez no escribe para impresionar, sino para golpear.
En definitiva, Entre trago y trago es una obra que consolida la voz de Julián Ibáñez como una de las más singulares del noir español contemporáneo, alejada del efectismo, pero rica en matices humanos.
Sobre el autor
Julián Ibáñez (Santander, 1940) es uno de los referentes indiscutibles de la novela negra en España. Tras una larga trayectoria, tanto en editoriales convencionales como en sellos independientes, ha dado vida a personajes memorables como Bellón o el detective Corazón Rodríguez. Su estilo directo y su mirada crítica lo han convertido en una figura de culto dentro del género. Otras obras destacadas de su bibliografía son El baile ha terminado, La triple dama y Entre trago y trago, donde alcanza uno de sus puntos más depurados de madurez narrativa.
Redacción