La realidad desmiente a la Constitución: la cultura en España no es de todos

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Aunque el artículo 44.1 de la Constitución española establece que «los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura», diversos estudios recientes y cifras oficiales revelan que el acceso a la vida cultural en España está lejos de ser universal. La cultura sigue siendo un privilegio condicionado por el nivel de estudios, el poder adquisitivo, el lugar de residencia y la edad, lo que pone en cuestión el cumplimiento efectivo del derecho constitucional a la cultura.

Según los datos del Anuario de Estadísticas Culturales 2024, el 43,8% de los españoles reconoce no haber asistido a ningún evento cultural durante el año, ya sea teatro, cine, conciertos o museos. Esta cifra se eleva entre quienes no han superado la educación secundaria y entre los mayores de 65 años. El nivel de renta también marca una diferencia clara: las personas con ingresos más altos acceden con más frecuencia a actividades culturales y compran más libros que aquellas con rentas más bajas.

La desigualdad territorial es otro factor clave. Mientras las grandes capitales como Madrid y Barcelona concentran la mayoría de la oferta cultural, muchas zonas rurales carecen de bibliotecas, cines o centros culturales. Los habitantes de la llamada «España vaciada» tienen que desplazarse decenas de kilómetros para acceder a una programación cultural básica.

En cuanto a la educación, los expertos advierten de una escasa formación cultural en los centros escolares, lo que provoca que los jóvenes no desarrollen un vínculo con la cultura desde etapas tempranas. Esto se traduce en una baja participación en actividades artísticas y literarias, especialmente en entornos con menor capital cultural.

Además, existe una falta de políticas inclusivas que atiendan la diversidad social, lingüística y funcional del país. Por ejemplo, apenas hay programación adaptada a personas con discapacidad sensorial, ni suficiente inversión en cultura en lenguas cooficiales o en iniciativas culturales que reflejen la pluralidad étnica de la sociedad española.

La situación ha sido denunciada por sociólogos, gestores culturales y organizaciones del tercer sector, que reclaman una transformación estructural de las políticas culturales en España. Apuntan a la necesidad de descentralizar la oferta, facilitar el acceso económico a los eventos, y fomentar la educación artística desde edades tempranas.

A pesar de que la Constitución proclama la cultura como un derecho de todos, la realidad evidencia un acceso desigual que convierte ese derecho en una aspiración más que en un hecho. Si no se abordan estas brechas, el modelo cultural español seguirá siendo excluyente.

Redacción

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