Hoy es Nochebuena, y mi buzón, que suele llenarse de facturas y rechazos editoriales, al menos recibió una carta distinta: una invitación a pasar las fiestas en casa de un antiguo amigo de la universidad. Me ofreció habitación, cena y “un respiro”, según sus palabras. Lo que no sabe es que mi respiro es escribir, y tengo dos novelas por encargo con entregas inminentes.
Me imagino en su salón con un portátil en las rodillas mientras todos brindan por el espíritu navideño. Dije que lo pensaría, pero creo que prefiero quedarme en casa. Mis personajes no celebran Navidad, y este año yo tampoco. Aunque, sinceramente, no puedo culparlos. ¿Quién podría levantar una copa en una distopía?
He encendido una vela para que la luz le dé algo de sentido a la noche. Su reflejo parpadea en la pantalla del portátil, y por un momento pienso que quizás escribir una historia sobre un escritor trabajando en Navidad sería un buen giro. O demasiado autobiográfico. Aún no lo decido.
—Anxo do Rego—