LA ISLA DEL TESORO, DE ROBERT LUIS STEVENSON
Si tuviera que llevarme un solo libro a una isla desierta, este sería, precisamente, La Isla del Tesoro, de Robert L. Stevenson. Esta mágica novela contiene todos, o casi todos, los ingredientes que asocio con la libertad, el bien más preciado para mí. A saber, la despreocupación de la infancia, la aventura de viajar por los mares, la admirable insumisión de los piratas y la búsqueda de un tesoro. Estoy convencido de que el libro de Stevenson ha alimentado el nomadismo y la rebeldía que han impulsado mi vida sentimental y profesional durante décadas. He buscado, y sigo buscando, el tesoro del capitán Flint, que, como diría Dashiell Hammett, otro de mis autores favoritos, está hecho con el material con que se forjan los sueños. Sí, amigos, el sueño libertario ha sido mi Ítaca y me ha regalado un viaje maravilloso. Incluso cuando por razones de supervivencia he tenido que acomodarme a las circunstancias, he adoptado la comprensiva actitud de Jim Hawkings sobre el proscrito John Silver El Largo: “Aún tenía un pie en cada campo, pero yo no dudaba de que siempre preferiría las riquezas y la libertad de los piratas a un dudoso escapar de la horca, que al fin y al cabo era todo lo que podía esperar con nosotros.” Siempre volveré a fugarme de los esbirros de Su Majestad con el pícaro John Silver El Largo.
© Javier Valenzuela