Mixtura

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La acusada declaró que no era la primera vez que intentaba asesinar a su marido. Las dos anteriores ocasiones resultaron un fracaso. La primera aliñaba su comida con amoniaco y también se lo echaba a la botella de agua de la que el fallecido bebía. Al ver que los únicos efectos eran dolores de cabeza recurrentes, malestar estomacal, mal aliento y una peste corporal como a carne podrida, fue aumentando la dosis. Hubo un momento que su marido, sospechando tal vez, de que algo extraño ocurría dejó de comer en casa.
La segunda vez, el modus operandi fue el mismo, pero con raticida. El proceso, idéntico.
—”El muy cabrón era más resistente que el acero”.
No aguantando más le dió un hachazo a la hora de la siesta. No lo soportaba más. Años de malos tratos habían acabado con su paciencia. Quería ya su recompensa económica por tanto sufrimiento.
Entre el público asistente al juicio estuvo presente un policía jubilado que se dedicaba a investigar por placer y de vez en cuando, echaba una mano a colegas para resolver algún que otro caso.
Los años de experiencia no pasan en balde y la labor de observación de aquella asesina, en principio, de poca monta, lo llevaron a una conclusión: tanta frialdad no se obtiene en un solo cadáver.
Empezó investigando a su familia. Curiosamente le habían perdido la pista hacía siete años. Cuando comenzó a rascar en su pasado resultó que estaba plantado de zonas en sombra. Por mucho que intentó localizar a sus parejas anteriores fue imposible. Parecía que se los había tragado la tierra.
Uno de ellos estaba en una silla de ruedas, sufrió un misterioso accidente. Era el único al que pudo visitar. Se le entendía poco por las secuelas del accidente. Accidente de manual, le habían fallado los frenos del Mercedes. Nunca sospechó nada raro de ella. Hubo algo que hizo saltar las alarmas del investigador, le dijo el accidentado que la asesina poseía una propiedad en un pequeño pueblo. Un caserón alejado de todo a nombre de su madre fallecida.
El que tenga valor y sobre todo originalidad que lo acabe. ¡Buenas noches!
© Kika Sureda. Todos los derechos reservados.

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