En El fuego purificador, trigésima tercera entrega de la serie del comisario Guido Brunetti, Donna Leon dirige su aguda mirada crítica hacia una problemática tan actual como inquietante: la violencia en las bandas juveniles. Ambientada en una Venecia que, bajo el peso de su propio esplendor turístico, esconde fracturas sociales profundas, esta novela combina la tensión de la novela negra con una introspección moral que ya es distintiva en la obra de la autora. Lejos del caso aislado, el crimen se convierte aquí en síntoma de una degradación estructural.
Todo comienza con un estallido de violencia en pleno centro de Venecia: una batalla campal entre bandas juveniles deja la Piazza San Marco cubierta de cristales. La situación no solo alarma a los ciudadanos, sino que penetra incluso en el ámbito policial. Mientras la commissario Claudia Griffoni se deja guiar por su intuición para comprender qué ha llevado a un adolescente aparentemente sensible a caer en las redes de una pandilla, Brunetti investiga el oscuro pasado del padre del joven. Las conexiones del caso se extienden, entre silencios y desconfianzas, hasta alcanzar a las propias instituciones. El vicequestore Patta, siempre más preocupado por la imagen que por la justicia, intentará proteger la estabilidad aparente de la ciudad… y la suya propia.
Estructura
La novela mantiene la estructura clásica de las entregas de la serie: capítulos breves, progresión pausada, y una alternancia entre momentos de investigación y escenas introspectivas. No se trata de una historia trepidante al uso, sino de una intriga que se desenvuelve con ritmo controlado, prestando tanta atención a los detalles como a los silencios. La investigación no sigue una línea recta, sino que serpentea a través de testimonios parciales, documentos incompletos y la percepción moral de los personajes, lo que convierte la lectura en una experiencia reflexiva antes que vertiginosa.
El comisario Brunetti se mantiene fiel a su esencia: un hombre culto, moralmente exigente, algo desencantado pero no cínico, cuya brújula ética lo empuja siempre a ir más allá del deber. En esta novela, su preocupación se centra en cómo el mal puede arraigar tan fácilmente en contextos que supuestamente deberían proteger a los jóvenes. Su compañera, la commissario Griffoni, cobra un protagonismo renovado. Su intuición, su sensibilidad hacia lo emocional y su particular forma de empatizar con los implicados la convierten en una investigadora que complementa a la perfección la racionalidad de Brunetti.
El adolescente implicado en el conflicto y su familia están dibujados con sobriedad, pero con la precisión suficiente para provocar inquietud. No hay maniqueísmo: la violencia no se presenta como resultado de una maldad innata, sino como una consecuencia social, como síntoma de abandono, negligencia y desconexión emocional. Por su parte, Patta representa, como es habitual, la máscara institucional preocupada por el escándalo más que por la justicia, símbolo de un sistema que prefiere barrer el polvo bajo la alfombra antes que mirar de frente sus propias grietas.
La narración, en tercera persona y focalizada mayormente en Brunetti y Griffoni, alterna momentos de análisis psicológico con diálogos bien construidos que permiten avanzar en la investigación sin forzar el ritmo. Leon evita el efectismo y apuesta por una prosa sobria, sin adornos superfluos, pero cargada de intención. El uso de los paseos, los momentos domésticos con Paola o las conversaciones con la signorina Elettra ofrecen espacios para la reflexión moral que matiza el desarrollo de la trama.
El estilo de la autora rehúye las fórmulas del thriller convencional: no hay giros inesperados ni finales explosivos. Lo que prima es el proceso de comprensión, no solo de los hechos, sino de su contexto social y humano. La intriga se convierte, de este modo, en un vehículo para indagar en el alma de una comunidad.
Contexto
En El fuego purificador, Donna Leon sigue construyendo una crónica social de la Venecia del siglo XXI, donde el turismo desborda los canales, las autoridades miran hacia otro lado y los problemas reales —como la exclusión juvenil o la violencia urbana— se camuflan bajo la fachada del patrimonio histórico. La autora retoma así una línea de crítica social que la emparenta con autores como Henning Mankell o Petros Márkaris, quienes también usaron el género policíaco para retratar las tensiones internas de sus respectivas sociedades.
La novela resuena con debates actuales sobre la delincuencia juvenil, el fracaso institucional en el cuidado de los menores y el papel de la policía como frontera entre el orden y la exclusión. La aparente tranquilidad veneciana se revela así como una ilusión precaria.
La violencia es el núcleo temático de esta entrega, pero Leon no se limita a mostrarla como un hecho puntual: la vincula con el entorno familiar, el desarraigo emocional y el vacío de referentes. También se trata el tema de la culpa heredada, tanto a través de las decisiones del padre del adolescente como del modo en que las instituciones cargan sus fracasos sobre las espaldas de los individuos.
El título El fuego purificador cobra aquí una ambigüedad simbólica: ¿quién o qué debe ser purificado? ¿La ciudad? ¿El sistema policial? ¿Las nuevas generaciones? El fuego alude tanto a la violencia destructiva como a la posibilidad de una catarsis, de un despertar moral. La Piazza San Marco cubierta de cristales es, en sí misma, una metáfora poderosa: el corazón de la ciudad resquebrajado por una violencia que ya no es marginal, sino estructural.
Valoración
El fuego purificador es una novela sobria, sin fuegos artificiales narrativos, pero de una eficacia notable en su forma de introducir al lector en una problemática compleja. Lejos de ofrecer soluciones fáciles, la obra incomoda, sugiere, exige una lectura atenta y crítica. La solidez de sus personajes, la precisión con que se dibuja la atmósfera veneciana y el tono ético que impregna cada página convierten esta entrega en una de las más logradas de la serie reciente.
Cabe señalar, no obstante, que algunos lectores pueden echar en falta un mayor dinamismo en la acción. Leon privilegia la observación sobre la aceleración, lo que puede ralentizar la percepción de la intriga. Pero es precisamente esa elección estética —más cercana a la novela de ideas que al thriller comercial— la que le otorga profundidad y relevancia a la obra.
La autora
Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) es una reconocida autora de novela negra, célebre por su serie protagonizada por el comisario Brunetti. Ha vivido durante décadas en Italia, aunque actualmente reside en Suiza. Su obra se ha caracterizado por una mirada crítica y ética sobre la sociedad contemporánea, con una especial sensibilidad hacia los problemas estructurales que afectan tanto a Venecia como al conjunto de Europa. Entre sus títulos más destacados figuran Muerte en La Fenice, La tentación del perdón y Vestido para la muerte. Con más de treinta novelas publicadas, su contribución al género es ya parte del canon literario del policiaco europeo.
Nota de Redacción:
Un lector nos ha comunicado el error no intencionado de la reseña publicada el 25 de junio 2024, que aceptamos de buen grado. Es la razón por la que de nuevo la publicamos de nuevo con nuestro agradecimiento al lector anónimo.
Se ha equivocado de libro. Su reseña no trata de El fuego purificador!!
Lo comunicaremos al equipo que se ocupa de reseñar todos los libros de la sección. Agradecemos mucho que nos lea y aún más su comentario sobre el error cometido. Trataremos de corregirlo de inmediato. Gracias de nuevo.
Aprovechamos para señalar que el próximo dia 29 de marzo 2025, se publicará la reseña que se ajusta el título. Agradecidos