—Que me voy —dijo el presi Petro Sancho—, lo dejo, dimito, chao.
Lito se acercó demasiado al presi, como agente de su seguridad.
—No se te ocurra… —le señaló Sancho, con el dedo índice acusador.
¡ARGNN! Lito le mordió el dedo, al verlo ante sus narices. “¡UAHH!”. Así que el presi cogió su boli metálico blindado, para apuntarle y amonestarle.
“¡GROARG!”. Lito masticó el bolígrafo y lo hizo trizas. El presi estaba horrorizado. Lota, también agente de seguridad del presi, se acercó para controlar:
—Me parece que tú eres un poco lechuguino —le dijo.
—Sí —repuso Lito—, yo antes vendía lechugas, ¿cómo lo sabes?
Sancho entró en su berlina blindada. Lito fue tras él, pero el presi le cerró la puerta a tiempo en los morros. Lito se dio un trompazo de cuidado. ¡POMM! Acabó hecho polvo, con un gran chichón en el coco, en la ambulancia, camino del hospital. Lota le preguntaba:
—Pero ¿tú cómo estás? Jejeje. ¿Tú cómo estás?
En el hospital le vendaron a Lito todo el chichón. Lota le dijo:
—Me parece que este empleo engaña. Esto no es el Edén.
—Sí, que le den, que le den —dijo Lito y se bebió dos litros de refresco.
Volvieron a proteger al presi. Cuando éste salía de la berlina, alguien le disparó. ¡RATATATA! Lito se puso delante. Dijo que no le hicieron nada los disparos, pues llevaba el chaleco antibalas, pero de su cuerpo salieron muchos chorritos del refresco.
Lito se disfrazó del presi Petro Sancho para protegerle, maquillaje incluido. Lota decidió seducir al presi, así le convencería de que no abandonara, sin saber que era Lito.
—¿Qué le pasa, señor presidente? —le dijo Lota—. Parece muy melancólico.
—¿“Melon-cólico”? —dijo Lito—, sí, tengo un cólico de comer tantos melones.
Lota se sorprendió. Se puso melosa e inocente para cautivar al presi.
—Yo soy una princesa —le dijo—, pero una princesa basta.
—Sí, ya basta, ya basta —masculló Lito—, princesa de barrio.
Se quitó con ingenuidad Lota el refajo de sobre las piernas:
—Ya no soy tan niña, mira —le dijo.
—¡UAHHH! Vaya gato acostao. Madre mía, qué impresión.
Lito salió volando por la ventana, rebotó a las nubes y se la pegó en el suelo.
Lota decía que quería ser madre, anduvo todo el día paseando a un muñeco en un carrito de bebé. Lito se hartó del juego, le dio un patadón al carrito, que salió volando.
—A la porra el muñeco ese, hombre, ya está bien.
“¡BUAHHH!”. El niño que iba volando en el carrito rompió a llorar.
—Nooo, madre mía, llevaba un bebé de verdad. Yo me mato.
Sacó su pistola y fue a pegarse un tiro. Al ver que era Lito, Lota le estrelló contra la pared de un guantazo, enfadada por el estropicio. ¡PTAFFF! Le dijo:
—Es un muñeco que llora. ¿Quién te manda volar mi muñeco?
—Yo soy listo —dijo Lito—, veo un plato vacío y digo: “aquí han comido”.
Lito sacó una flor del bolsillo interior de su chaqueta y se la ofreció galante.
—Torpe —le dijo Lota—, está aplastada… igual que túúúúú.
¡PLASSS! Le dio una torta. Y fue a buscar al presi para “casarlo” con ella.
—¿Para “casarlo” o para “cazarlo”? —le dijo Lito.
Lota encontró a Petro Sancho meditando en la postura del loto. El presi dijo:
—Llevo 20 años practicando yoga. A mí nada me saca de quicio.
“¡AHHH!”. Al ver lo provocativa que venía vistiendo Lota, brincó por la ventana, con los ojos saltones, las manos temblando, el corazón se le salía por la boca.
La perrita Blondi estaba acostada fuera. Sin querer, Petro Sancho le pisó una patita. “¡ARGNNN!”. Por acto reflejo, Blondi le mordió el pie, para que la dejara en paz.
—Ayyy —dijo Sancho—, ten cuidado, que me has mordido el tobilloooo.
Blondi pensó: “Qué ladridos más raros tienen estos seres humanos, no hay quien los entienda”. Y fue a quejarse con sus ladridos sensatos a Vamp-Hitler.
Para desplumarle, Vamp-Hitler retó a Sancho a una pachanga de baloncesto. Mas el presi las encestaba todas. Vamp-Hitler pinchó el balón con sus colmillos, el balón se desinfló en sus manos y salió volando por el pabellón como un globo. ¡PFSHHH!
—¿Dónde está el balón? —dijo el presi—. Aquí alguien hace trampas.
Lota apareció embarazada, con la tripa muy redonda bajo el vestido. El presi, mosca, no osó tocarla. Lito, que perseguía el balón, se dio de bruces contra ella. ¡PTAFF!
Mordió el fardo de Lota. No era otro balón, sino sobres de Fentanilo, para “convencer” al presi, que dejaron a Lito con gran cuelgue, se la pegó contra la cesta. ¡¡BADAMM!!
© Manuel del Pino