Espíritu festivo – Robertson Davies

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Después de haber leído dos trilogías completas de las novelas de Robertson Davies, encontrarme con un libro suyo de relatos fue una grata sorpresa. Descubrir que se trataba de relatos de fantasmas, acrecentó aún más, si cabe, mi entusiasmo. Lo primero que imaginé fue que se trataba de narraciones al estilo de Henry James, idea que, huelga decirlo, me complació mucho. Pero mi sorpresa fue en aumento cuando descubrí que los fantasmas que se aparecen en los relatos de Robertson Davies no son de los que dan miedo, sino que eran más bien espíritus burlones, como aquel que concibió Noel Coward y que más tarde llevó a la gran pantalla David Lean.

El propio autor ya nos explica en el prólogo cómo concibió este conjunto de narraciones extraordinarias. Cuando en 1963 fue nombrado decano del Massey College, en la Universidad de Toronto, a Robertson Davies se le ocurrió la idea de amenizar las celebraciones navideñas de la institución con la lectura de un cuento de fantasmas que escribía especialmente para la ocasión. En 1981, tras jubilarse, decidió reunir los dieciocho relatos en un volumen que tituló High Spirits. En cada uno de los cuentos el autor nos conduce con su habitual maestría a través de narraciones en las que demuestra, sin pedantería, su natural erudición, pero también un sentido del humor fresco y jovial en el que el autor se toma, sin embargo, muy en serio su tarea de narrador. Davies cita en el prólogo a Samuel Johnson para explicar el sentido que le quiere aplicar a sus relatos. Lo que dijo Johnson fue: “Es maravilloso que hayan transcurrido cinco mil años desde la creación del mundo, y que aún no se decida si se apareció el espíritu de una persona. Todos los argumentos están en contra. Pero nuestra creencia está a favor”.

A lo largo de los dieciocho cuentos la figura del narrador es siempre la misma, el decano de Massey college, es decir, el propio Davies. Entre un relato y el siguiente transcurre siempre un año, pues la narración de los acontecimientos coincide con la comida de celebración navideña de la facultad. Así pues, existe un hilo conductor que hace que este libro de relatos sea casi una novela con capítulos enlazados a través de un mismo personaje común, el narrador, que inevitablemente se ve abocado a enfrentarse a distintos fantasmas de todas las clases y condiciones, afrontando situaciones esperpénticas e incluso hilarantes. Algunas de las narraciones que componen este libro son las siguientes:

Revelación de una chimenea: narra el encuentro entre un desconocido y el propio narrador en la chimenea del estudio de éste. Intruso y el narrador mantienen una estrafalaria discusión, pues ambos aseguran ser el decano de la facultad, tomándose por consiguiente por locos, hasta que uno de ellos se da cuenta de que el otro es un fantasma.

El fantasma que desapareció a fuerza de títulos: el día de los santos inocentes el narrador se enfrenta a un fantasma cuyo deseo es examinarse del doctorado. El espíritu le explica que su alma vagará en pena hasta que consiga el objetivo y lleva ya tanto tiempo errante que ha tenido tiempo de especializarse en todas las materias. El examen es interminable pues el examinando quiere hacerse evaluar en todas las disciplinas, algo que el decano soporta estoicamente, hasta que finalmente el hechizo se rompe.

La reina se divierte: en una biblioteca comienzan a aparecer los espectros de los escritores canadienses. La reina Victoria se une a tan singular desfile y para completar tan singular y egregia reunión aparecen los críticos literarios, a los que la reina expulsa.

La noche de los tres reyes: los fantasmas de Jorge V, Jorge VI y el primer ministro de Canadá (cuyo apellido era King, de donde viene el juego de palabras de los “tres reyes”) buscan un sobre que contiene un valioso sello en una carta escrita por Jorge V y que ahora quiere recuperar. Discuten sobre quién es el verdadero propietario del sello, si la persona que envió la carta o la que la recibió, hasta que deciden zanjar la disputa visitando anualmente el lugar para poder ver el sello, y el día elegido para ello es, como no podía ser de otra forma, la noche de reyes.

El banquete de Charlottetown: narra el encuentro con el fantasma de un primer ministro de Canadá, fundador del país, y el magnífico festín que ha preparado y al que es invitado el decano. Cuando el narrador le pregunta al fantasma por la situación política actual y el futuro del país, éste le responde, para su asombro, que eso le importa un comino.

Refugio para santos denostados: San Jorge y su dragón, San Patricio, Cleodolinda, Santa Catalina de Alejandría, San Nicolás o Santa Ágata, han sido degradados por el papa Pablo VI de santos a meras leyendas, y todos sus espíritus se presentan en el gabinete del decano, para su mayor perplejidad, con objeto de hacer valer su protesta ante el agravio cometido y en busca de un lugar donde habitar, una vez que han sido expulsados del mundo real.

La asimilación de Dickens: un busto de Dickens situado en uno de los patios del campus parece absorber la vida de los que se dedican a su estudio en la institución universitaria, llevándoles primero de la indiferencia a la devoción más absoluta y absorbente, para terminar consumiéndolos de una forma casi vampírica.

El beso de Jruschov: un estudiante procedente de la Rusia comunista es becado en Canadá y, una vez allí, ingresa en un coro, pero desde el comienzo muestra sus reticencias con el programa musical. Cuando le obligan a cantar el Mesías de Haendel, su educación comunista se lo impide, pues siente que la letra es un engaño, así que decide cambiar la letra y el director, cuando se da cuenta, le echa un mal de ojo, convirtiéndolo en rana. En forma de rana se presenta ante el decano a quien le cuenta su historia y, como en los cuentos, buscan solucionar su situación con un beso que lo devuelva a su forma original.

El gato que fue a Trinity: aquí se parodia la historia de Frankenstein, construyendo en esta ocasión un gato en vez de un humano. El creador del animal tiene el ocurrente nombre de Victor Frank Einsteiny su pretensión es crear un gato con capacidades intelectuales, como por ejemplo mantener una conversación, así como una autosuficiencia para todas las actividades normales o cotidianas de cualquier ser vivo.

El feo espectro del sexismo: un espíritu se presenta ante el decano protestando porque en la universidad sólo se admiten hombres y el decano discute arguyendo que todas esas viejas normas ya cambiaron, tratándose él precisamente de uno de los principales reformadores.

Los peligros del signo doble: divertida sátira en la que el narrador se topa con un genio diabólico que se propone tirarlo desde lo alto de una torre. Para intentar salvarse, el decano sostiene una discusión dialéctica casi surrealista en la que finalmente el genio abandona su empeño por pura desidia y deja a nuestro narrador en paz.

Conversaciones con la mesita: se trata de una parodia sobre las sesiones de espiritismo en las que se alude a las mesitas que se “movían” por la intervención de los espíritus. En este caso, una mesita es el complicado medio que usan para comunicarse los espíritus con el narrador, formando letras a base de golpes y dando tantos golpes como la posición de cada letra en el alfabeto.

Al rey lo que es del rey: en esta ocasión el fantasma de Jorge IV se aparece al decano protestando porque en el centenario de la Universidad, en los actos de homenaje no lo han tenido en cuanta a él, que en su opinión fue el fundador de la Universidad.

La fotocopiadora de la habitación perdida: el decano encuentra en una habitación de la facultad que creía desocupada, una fotocopiadora arrumbada y un extraño espíritu instalado allí. El narrador se lamenta porque esperaba encontrarse a Ibsen, pues es su centenario, y en su lugar se ha topado con un espíritu bastante vulgar. Al final, cuando ya no lo espera, el decano tiene un breve y frustrante encuentro con Ibsen.

Einstein y el pequeño lord: narra el estrambótico encuentro entre el narrador, Einstein y el personaje de la novela de Frances Burnett conocido como “El pequeño lord”, es decir, lord Fauntleroy.

Ofrecimiento de inmortalidad: un extraño personaje diminuto le explica al narrador que la inmortalidad es posible y le revela cómo él mismo ha sobrevivido centenares de año conservando su cuerpo con vinagre y frío. Le ofrece al decano ingresar en este tipo de vida, y el narrador duda. Al final se lo cuenta a su mujer y ésta le responde sabiamente con unas palabras con las que cierro este artículo: “yo que tú no lo haría; no te conviertas en un fantasma de Masey College, no me parece nada apropiado. ¿No te acuerdas de aquella frase de nuestros tiempos en el teatro? El actor veterano se marchita superfluamente en la escena (Samuel Johnson). Cuando te marches de aquí, quítate el disfraz, límpiate el personaje de la cara y sal del teatro.

© Jaime Molina. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)

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