El deseo es agradable en sus primeras fases; al intensificarse se hace doloroso. William Somerset Maugham (1874-1965) lo entendió así a lo largo de su dilatada obra: el resultado del deseo es el mismo que el del dolor, y tratamos de liberarnos del deseo más que conseguir el objeto deseado. Algunas veces el amor es tan violento que el deseo no es ya un placer, sino algo dañino, y las personas llegan a acabar con ese amor tan sólo para liberarse de su pasión. Esa constante en la obra del escritor inglés la llevó a su extremo en Servidumbre humana (1915), una excelente novela que toma su título de un capítulo de la Ética de Spinoza.
El filósofo, como hace Somerset Maugham en su novela, entiende por servidumbre la impotencia humana para moderar y reprimir sus afectos, ya que el hombre sometido a los afectos no es independiente, sino que está bajo la jurisdicción de la fortuna, cuyo poder sobre él llega hasta tal punto que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para él, a hacer lo que es peor. Para Philip Carey, el protagonista de la novela, esta circunstancia lo llevará a la más absoluta abyección.
La falta de amor recibido será un obstáculo para su relación con los demás. Él ha crecido entre extraños, encontrando en muy pocas ocasiones paciencia y tolerancia. Recuerda a cada momento la amargura de su vida en el colegio, las humillaciones que hubo de soportar, el temor morboso que el ridículo le inspiraba. Recuerda, sobre todo, el aislamiento que experimentó cuando, encontrándose frente al mundo, las desilusiones le hicieron medir la distancia que existe entre lo que su imaginación le prometía y lo que hallaba en la realidad. Las brillantes esperanzas de la juventud se han resuelto en la más amarga decepción. El sufrimiento, la desdicha y la enfermedad pesan sobre su ánimo. Siempre ha obrado lo mejor que ha podido sin ningún resultado. Otros hombres que valían lo mismo que él han triunfado.
¿El sufrimiento hace más sabias a las personas? Philip está orgulloso del dominio que ha adquirido sobre sí mismo. Sin embargo, una vez llegado a Londres para emprender la carrera de Medicina se encuentra con Mildred, una camarera de una casa de comidas. Mildred es caprichosa, egoísta, cruel, interesada, no demasiado atractiva, nada inteligente, pero Philip se ve pronto cautivado por ella, estableciendo una torturada y autodestructiva relación. Maugham, con unos diálogos perfectos y un minucioso dibujo de las situaciones, arroja una luz casi perversa sobre el abismo de la irracionalidad humana, en el que cualquier lector puede verse retratado. El amor se convierte en un tormento y su yugo un peso insoportable. Philip sabe lo que es bueno para su vida, pero hace lo peor. Mildred no dudará en perjudicar su vida por tal de salvarse de su pobre situación. Philip terminará arruinándose económicamente, abandonando los brillantes estudios que había comenzado. Su descenso a los infiernos es inagotable. Difícilmente se puede encontrar en la literatura un personaje que emprenda con mayor consciencia un camino imparable hacia su propia destrucción. ¿Puede algo salvar a Philip de su atroz caída en la más profunda degradación? Sólo el dolor, inaguantable, constante y desmedido podrá hacer frente a sus sentimientos torturados.
El lector quedará impresionado con estas crudas páginas en las que las situaciones llegan a un extremo de vileza que repugnan a la razón. No se crea, sin embargo, que se trata de un relato excesivamente novelesco, sino todo lo contrario. La servidumbre humana de la que habla el título no se queda exclusivamente en el episodio de amor despiadado que sufre Philip, sino que Somerset Maugham, dotado de una sensibilidad sutil y lúcida, extiende su existencia a toda la sociedad, con tintes muy realistas: a los trabajos humillantes, a la necesidad de ganar dinero para subsistir, a la enfermedad, a la situación penosa de las mujeres, al desencanto de la vocación frustrada, al dolor de las vidas desbaratadas por la pobreza y la falta de posibilidades. Servidumbre humana es una novela impresionante e intensa, que sabe combinar la claridad narrativa con la profundidad de ideas y que pone un nudo en la garganta al lector, revelándole sus emociones más recónditas.
© José Luis Alvarado. Todos los derechos reservados (Cicutadry)