Luis López Carrasco, autor de la novela ganadora del 41º Premio Herralde de novela, comenta a la Editorial Anagrama, las circunstancias en las que escribió la novela así como algunas referencias que le sirvieron de inspiración en su proceso de creación.
«Me fui a vivir a Madrid en 1999 con la idea de estudiar Comunicación Audiovisual. En aquella época escribía guiones de cortos de ficción, imagino que inspirados en las películas de David Lynch, con una atmósfera entre fantasmal y alucinada, con desdoblamientos y monstruosidades. Pasaban los años y los guiones se iban amontonando, al no disponer de recursos para rodarlos de la manera meticulosa y obsesiva que pretendía. Decidí entonces que la ficción no sería un medio para llegar a un resultado posterior, la película, sino un propósito autónomo. La ficción la formalizaría como narrativa y el cine sería otra cosa, algo que requiriese necesariamente a personas, animales u objetos en espacios preexistentes, donde dar cabida a lo imprevisible y lo azaroso, y donde trabajar además de manera colectiva.
Acabé Europa, mi libro anterior, a finales de 2011 y, aunque no empecé a tomar notas sobre El desierto blanco hasta 2017, la novela conecta con los momentos más oscuros de la crisis. En 2012 y 2013 era habitual que, cada cierto tiempo, se alojaran en casa amigas, amigos o parejas que pasaban una noche en Madrid antes de marcharse a otros países. Todas esas despedidas, toda esa red de relaciones rotas o suspendidas, producían una triste sensación de desarticulación generacional. En aquel momento percibía que estaban dejando de existir muchos futuros en donde estar juntos. El libro recoge en parte una memoria generacional: la de aquella juventud nacida en los ochenta que se vio obligada a salir del país porque no podía vivir en él.
El libro se cuenta desde una voz que también ha emigrado, pero ha emigrado en el futuro y por motivos que quizá no sean exclusivamente laborales o económicos. Ese narrador, Carlos, al que se sumarán luego su pareja y su hermano, nos cuenta nuestro presente desde la lejanía. La perspectiva distanciada que me ofrece ese fondo de ciencia ficción me permite hablar de eventos cercanos (que quizá por estar tan cercanos se nos han olvidado) desde una mirada en parte compasiva y en parte ajena. Una memoria histórica del presente. La voz narradora recuerda momentos aparentemente cotidianos de su juventud con la finalidad de reconstruir quizá algo que se le escapó o una emoción con la que reencontrarse. Es un narrador algo elusivo que poco a poco dejará algunas pistas sobre su paradero. Los narradores ambivalentes y algo olvidadizos de Kazuo Ishiguro en Los restos del día o de Gonzalo Torné en Años felices fueron referencias en ese proceso. Todo narrador, en especial si es un personaje que participa de la trama, tiene sus motivos y sus prevenciones: hay cosas que puede querer contar, aunque quizá no sepa cómo hacerlo. O quizá lo que quiere contar realmente no es lo que cree estar contando.
De adolescente leí mucha ciencia ficción y fantasía, tanto en novela como en cómic; en casa de mis padres había colecciones de Tótem, Címoc, Zona 84 y muchas obras de Jack Vance, Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick, Isaac Asimov, Orson Scott Card, Julian May o Marion Zimmer Bradley. En esos libros se desplegaba una inventiva exuberante de mundos insólitos, pobladas por especies no humanas o post humanas organizadas en sociedades alternativas. Años más tarde, al volver a casa, no solo me reencontraba con los espacios cotidianos familiares, también me reencontraba con los espacios imaginarios en los que me había sumergido durante el verano. De todas aquellas lecturas quizá en perspectiva y tono pueda sentir que la escritura de Ray Bradbury ha influido en mis trabajos de un modo más evidente, en especial Crónicas marcianas.
Al revisar fotos de esa casa veo también colecciones de Enid Blyton y Julio Verne. Sin duda una novela como La isla misteriosa, que empieza con unos fugitivos huyendo en globo por un mar tormentoso, atraviesa El desierto blanco a lo largo de sus capítulos. La novela se pregunta si el mundo en que vivimos puede amparar ya esas ficciones aventureras, esas incitantes promesas de lo desconocido, algo a lo que apunta la cita inicial de Elias Canetti: «Los antiguos relatos de viajes acabarán siendo algo tan valioso como las más grandes obras de arte, pues sagrada era la tierra desconocida y ya nunca podrá volver a serlo».
Sinopsis:
Una novela excepcional sobre una generación vista desde un tiempo y un espacio ajenos.
Nueve desconocidos huyen en globo de unos bombardeos. Deben decidir quién de ellos se tiene que tirar al mar para que el resto pueda llegar sano y salvo a una isla desierta y comenzar una nueva civilización. Los viajeros del globo son los únicos supervivientes de una guerra mundial que ha hecho desaparecer el mundo tal y como lo conocemos. Lo que está en juego, en realidad, no es el futuro de la especie humana, sino un trabajo temporal como vendedor en unos grandes almacenes.
«Así era la búsqueda de empleo en 2011», podría escribir Carlos, el narrador de esta novela, que desde un futuro incierto intenta rescatar, junto con otras voces cercanas y cómplices, el mundo en el que vivió y al que, «por motivos de sobra conocidos, ya no podemos volver». Desde ese enigmático exilio, el narrador rastrea, a través de memorias aparentemente anecdóticas, las oscuras corrientes subterráneas que transformaron la vida de todas aquellas personas que conocía, llevándolas tan lejos de allí.
Aunque ese primer cuarto del siglo XXI parezca un tiempo irrecuperable, quizá al narrarlo, al volverlo a contar como una ficción, Carlos pueda descifrar y redescubrir –como le recuerdan los correos cada vez más fantasiosos y delirantes de su hermano mayor– las claves de una época que parecía inmune a la fábula y la aventura, donde las únicas ficciones toleradas eran aquellas que permitían competir por un trabajo de mierda.
El Autor:
LUIS LÓPEZ CARRASCO (Murcia, 1981) es cineasta y escritor. Cofundador del colectivo audiovisual Los Hijos, su trabajo como director ha sido proyectado en numerosos festivales internacionales y centros de arte contemporáneo en distintas ciudades españolas, así como en Londres, Mánchester, París y Nueva York. Su última película, El año del descubrimiento, se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y ha ganado numerosos galardones nacionales e internacionales, entre los que destacan los Premios Goya a mejor película documental y mejor montaje. Es coautor del libro La aritmética de la creación. Entrevistas con productores del cine español contemporáneo y en 2014 publicó Europa, narrativa breve enmarcada en la ciencia ficción. En la actualidad trabaja como profesor ayudante en la Universidad de Castilla-La Mancha.
© ANAGRAMA. Noviembre 2023