Capítulo II. LOS VIENTOS TOMAN LA FORMA DE CABALLOS.
Otra forma muy simbólica de representar a los vientos en la mitología clásica fue imaginarlos con el aspecto de caballos de azuladas crines, ya fueran éstos alados o no. La asociación mítica del viento con la figura del caballo, se debe a la similitud entre la velocidad que podían alcanzar éstos y aquéllos, la idea de que los caballos corren como el viento, era un lugar común en la tradición mítica: “los caballos que recorren la tierra toda sin apenas rozar el suelo”. De la misma manera que, aún, hoy día medimos la potencia y la velocidad de un coche en caballos, recurso que a menudo explota la publicidad, entonces se asociaba a los vientos con el animal más rápido, el caballo, símbolo de poder, potencia, elegancia, ímpetu, instinto salvaje, ligereza; en el que los propios vientos se van a convertir en algún que otro episodio mitológico.
Así, bajo esta forma equina, decían los poetas que los vientos procreaban con yeguas, dando como descendencia a impresionantes ejemplares, progenies de estirpes míticas de caballos. Así le ocurrió a Bóreas con quién la tradición mítica asocia particularmente a los caballos. Según Homero en el Canto XIX, (215 y ss.) de la Ilíada, Bóreas se enamoró de las yeguas de Erictonio[1], rey de los Dárdanos, el más rico de entre los mortales. ” Suyas eran tres mil yeguas que en prado pacían ufanas de sus potras retozonas. De ellas incluso llegó a enamorarse el Bóreas, que bajo la apariencia de caballo de azuladas crines, acostado tendíose junto a ellas, y ellas, embarazadas, doce potros luego parieron que, cuando a galope iban sobre fecundo labrantío, corrían por encima de la punta del fruto de la espiga sin romperla, otras veces, cuando ya galopaban sobre los anchos lomos del mas corrían por encima de la punta de la rompiente de la grisácea ola.[2]” Descripción evocadora cargada de elocuentes imágenes que describen la naturaleza de los caballos engendrados por Bóreas.
Otras creencias antiguas y arcaicas, que asociaban el viento y los caballos, decían que las yeguas podían ponerse con sus cuartos traseros hacia el viento del norte y engendrar potros sin un semental. Plinio el Viejo, Historia Natural IV.35 y VIII 6.
Asimismo el dios-viento Céfiro, transformado en caballo se unió a la harpía Podarge, quién concibió y parió a los inmortales caballos, Janto y Balio (en griego Χάνθος, también llamando Xanto o Xanus) y Balio (Βαλίος), regalo que entregó Poseidón a Peleo y Tetis en su famosa boda[3], y que después pasarían al hijo de ambos, al célebre Aquiles, que serían muy afamados en la guerra de Troya por sus habilidades. Hay un episodio en la Ilíada (XIX, 404 y ss.), verdaderamente fascinante y conmovedor, en él, Aquiles reprocha a ambos corceles no haber sido capaces de evitar la muerte de su amado Patroclo, a manos de Héctor, a lo que Janto, el caballo de movidos pies, dotado momentáneamente de voz por la diosa Hera, de níveos brazos, respondió así :” ¡Y tanto, fuerte Aquiles, que, ahora al menos, te traeremos a ti, sano y salvo¡; pero de ti está cerca el fatal día de tu perdición; y nosotros no somos los culpables de tu suerte, sino un alto dios y el destino imperioso, pues tampoco por nuestra lentitud y flojedad los troyanos lograron la armadura a Patroclo quitarle de los hombros, antes bien, al contrario, de entre los dioses el más distinguido, al que parió Leto, la diosa de hermosa caballera[4], en medio lo mató de los guerreros que combaten en las primera filas, y de ello a Héctor dio la gloria, pues nosotros podíamos correr con el soplo del Céfiro a porfía, del que se afirma que es el más ligero; pero para ti mismo está fijado por el destino que domado seas con fuerza por un dios y por un hombre.” Después de hablar así, precisamente con claridad y fuerza, las Erinias la voz le retuvieron, y a él dirigióle la palabra, sumamente irritado el héroe Aquiles de los pies veloces: “¿Por qué Janto, la muerte me predices si eso no te es preciso en absoluto?. Pues con certeza aún yo sé que mi destino es perecer aquí, bien lejos de mi padre y de mi madre, pero no obstante, no voy a cejar hasta que de hostigar a los troyanos en la guerra llegue a estar saciado”. Así dijo, y entre gritos iba el dirigiendo los solípedos[5] caballos, a las primeras filas[6].”
Para comprender mejor la respuesta de Janto a Aquiles nos vamos a retrotraer al Canto XVII de La Ilíada (vv. 426-447), dónde se nos narran los sentimientos que los inmortales caballos, Janto y Belio sintieron al ver el cuerpo de Patroclo postrado en el polvo por Héctor. He escogido la adaptación que Kavafis, hizo del canto en 1897, cuando tenía 34 años.[7]
Llanto de los caballos de Aquiles:
“Los corceles de Aquileo lloraban, fuera del campo de batalla, desde que supieron que su auriga había sido postrado en el polvo por Héctor, matador de hombres. Por más que Automedonte[8], hijo valiente de Diores, los aguijaba con el flexible látigo y les dirigía palabras, ya suaves, ya amenazadoras; ni querían volver atrás, a las naves y al vasto Helesponto, ni encaminarse hacia los aqueos que estaban peleando. Como la columna se mantiene firme sobre el túmulo de un varón difunto o de una matrona, tan inmóviles permanecían aquellos con el magnífico carro, inclinaban la cabeza al suelo, de sus párpados desprendían ardientes lágrimas con que lloraban la pérdida del auriga, y las lozanas crines estaban manchadas y caídas a ambos lados del yugo.
Al verlos llorar, el Cronión[9], se compadeció de ellos, movió la cabeza y hablando consigo mismo dijo: “Ah, infelices! ¿Por qué os entregamos al rey Peleo, a un mortal, estando vosotros exentos de la vejez y de la muerte? ¿Acaso para que, tuvieseis penas entre los míseros mortales? Porque no hay un ser más desgraciado que el hombre, entre cuantos respiran y se mueve sobre la tierra toda”.
También serían estos los caballos a los que Aquiles, después de vengar la muerte de Patroclo, ataría el cadáver de Héctor para injuriarlo en muerte. Ilíada Canto XXIV, 14-18.
“Y no se le pasaba inadvertida la aurora a él,/cuando sobre las costas y el mar, aparecía;/ antes bien, al contrario,/ una vez que él uncía/ a su carro los rápidos corceles,/ por detrás de la caja ataba a Héctor/ con el fin de arrastrarle por el suelo/ y después que tres veces/ en torno de la tumba/ del difunto Patroclo el Menetíada/ a rastras lo llevara,/ en la tienda de nuevo descansaba,/ y el cadáver dejaba/ extendido en el polvo boca abajo”. Atroz y cruel la venganza de Aquiles, pero no habrían de permitir tamaño ultraje los dioses, y ayudarían a Príamo, padre de Héctor, a adentrarse entre las sombras, envuelto en la oscuridad de la noche, en el campamento de los aqueos para suplicar entre ruegos y lloros al Pélida, que le devolviera el cuerpo de su amado hijo y así poder darle honrosa sepultura[10]. Escena verdaderamente conmovedora con la que cierro el capítulo de los caballos de Céfiro, Janto y Balio.
Con respecto al lugar dónde vivían los vientos, Virgilio nos cuenta en la Eneida, (I, 2 y ss.) que los dioses-viento estaban encerrados en los establos de su señor y gobernante, Eolo, aunque también los demás dioses, especialmente, Zeus y Hera, suelen gobernarlos. Así aparecen representados en “el altar de Zeus de Pérgamo”, (que podemos ver en el actual Museo de Pérgamo de Berlín) obra cumbre del arte helenístico, en el que se narra la batalla de los Dioses contra los gigantes, La Gigantomaquia, en el friso este aparecen representados junto a Hera los vientos Bóreas, Noto, Euro y Céfiro en forma de caballos alados que tiran de la cuadriga de Hera, que acude inminente a la batalla.
Que los vientos jueguen a nuestro favor o en contra, es un tema que nos aproxima a la concepción religiosa o filosófica que sobre el devenir o el destino tuvieron los antiguos griegos. Esta idea aparece claramente ejemplificada en la Odisea, en el canto X, en el que Eolo juega un papel singular y crucial. A él se dirige Odiseo para obtener una navegación feliz. Magia, mitología y religión aparecen entreveradas en esta breve escena típica hospitalaria homérica.
- EOLO, EL DIOS DE LOS VIENTOS.
Éolo[11] (Αἴολος,), cuya voz en griego significa “el más rápido”, “el más ágil”[12] juega un papel muy importante en la poesía como excitador o apaciguador de tempestades, desde que en el Canto X de la Odisea, Homero narra cómo Zeus, el dios del cielo, lo ha nombrado “guardián y administrador” de todos los vientos, otorgándole el poder de aplacar y provocar las tempestades. También llamado el Hippotades[13], “señor de los caballos”, Eolo vive felizmente en una pequeña isla flotante cercada por broncíneos muros y escarpadas rocas, en el anchuroso piélago, cerca de la costa de Eolia, en las llamadas Islas Eolias donde tiene encadenados a los vientos en un antro profundo, gobernándolos con absoluto dominio “los detiene en su prisión o los pone en libertad”, cuando él quiere, por eso era un monarca muy temido. Si por un solo momento este monarca se descuidara de vigilarlos, el cielo, la tierra y el mar sufrirían grandes trastornos y todos los elementos chocarían en confusión”.
El canto X de la Odisea nos narra un episodio típico de hospitalidad[14]. Eolo va a ayudar a Odiseo en su regreso a Ítaca, dispensándole, en primer lugar, hospitalidad, acogiéndolo amablemente durante un mes, y compartiendo con él y sus compañeros su dicha y felicidad. En aquel palacio, donde el rey acompañado de su esposa Deyopea[15] y sus doce vástagos, seis parejas acordes de seis matrimonios entre hermanos[16], gozan de una felicidad tanto humana como divina, celebrando constantes banquetes de ricas viandas acompañados de música todo el día, y al caer la noche, cada pareja se retira a su lecho felizmente. En la isla reina el orden y el bienestar. Como era común en los rituales de hospitalidad[17] ,después de preguntarle sobre muchas cosas- sobre Ilión, las naves de los Argos y la vuelta de los aqueos, le entregó a su partida ayuda especialísima[18], que consistía en provisiones y un “odre de piel de buey de nueve años” en el que estaban encerrados todos los vientos, el Boréas, el Noto y el Euro, para que éstos no imposibilitasen el feliz regreso a su Ítaca, dejando solamente libre, al Céfiro, viento del oeste, que con su suave soplo le devolvería de nuevo a su hogar, augurándole así una feliz travesía. El mismo rey Eolo ata el odre de piel de buey con un cordón brillante de plata y lo amarra al mascarón de proa de la nave, dónde enseñoreaba la cabeza de la diosa Atenea, única diosa que tenía a su favor, Odiseo, “rico en ardides”.
Después de una feliz travesía, cuando la décima aurora tras la novena se movía, avistan Ítaca y el humo de sus hogares, más Odiseo, que hasta entonces no había descansado, rendido cae en un profundo sueño, mientras sus más cercanos compañeros, vencidos por la envidia y la avaricia y sospechando que en él Odiseo guardaba oro y plata, mientras ellos regresaban a casa con las manos vacías, desatan el odre que contenía todos los vientos. La acción de los vientos liberados produce una tempestad, que devuelve a Odiseo y sus compañeros a la isla de
Éolo desde dónde habían partido. Pero en este segundo momento, Odiseo es rechazado y despachado por Éolo sin contemplaciones al ser considerado maldito de los dioses (vv. 72 y ss.) con quien no se tiene ninguna obligación de ayuda (v.73), porque se le entregó la mejor ayuda posible y no ha logrado éxito en su acción. Y así le dijo:
“Sal de la isla rápido, maldito entre todos los vivientes, porque no me está permitido acoger ni proveer al varón, que se ha hecho odioso a los dioses bienaventurados. Vete, porque maldito de los inmortales aquí has llegado.” Así habló, y me echó de su casa, mientras yo tanto gemía.”
De esta manera, los dioses manejan la vida de los hombres, enviándoles dichas o desventuras, no por azar o libre capricho, sino porque albergan en su corazón profundas razones para hacerlo. En el relato mitológico todos los acontecimientos están perfectamente entreverados, como los entretejidos hilos de un telar, nada queda al azar, todo responde a un sentido, a un orden predeterminado. Desde la Asamblea los dioses deciden el destino de los hombres, y siendo aquellos tan humanos como estos, y albergando en su corazón los mismos sentimientos, emociones y pasiones que los humanos, intervendrán en los asuntos humanos, unas veces, protegiendo a sus héroes, a sus amados y favoritos, otras, irritados contra ellos, pues siendo los dioses muy celosos de su poder y felicidad, se vengaban de los hombres cuando éstos por su hybris, “soberbia”,”arrogancia”, cometían imprudencias o transgresiones al querer igualarse a los dioses y, entonces, ahí estaban los dioses para recordarles cuales eran sus límites, recordándoles manifiestamente su mortalidad. Así en la Odisea, “el rico en ardides” había despertado la cólera del iracundo Poseidón, dios de los mares, porque antes de llegar a la isla de Eolo, había cegado a su hijo, el cíclope Polifemo, y esto le había atraído su ira, además también se comerían las Vacas del Sol, sagradas y prohibidas por el mismísimo Zeus, el altisonante, lo cual atraería su cólera, hasta dejarlo solo, sin compañeros de viaje. Poseidón no cejará en su empeño de desviar el bajel y demorar el destino de Ulises, una y otra vez, arrastrándolo hacia lugares remotos e incivilizados y sólo tras múltiples y dolorosas peripecias, Odiseo, por fin, después de 10 largos años, arribará de nuevo a Ítaca, su hogar. El viaje de Odiseo será también un viaje hacia el interior, un viaje iniciático, en el que se adentrará por el laberinto de sus sentimientos y emociones, un viaje lleno de obstáculos que le permitirá finalmente, madurar como hombre, y adquirir una nueva manera de enfrentarse al mundo. Pero aun así, nunca lo hubiera conseguido solo, sino hubiera sido porque contaba con la ayuda de Atenea y Hermes quienes le proveyeron de la astucia y la inteligencia necesarias para superarlos.
El viento, elemento significativo y evocador, rico en metáforas y polisemias múltiples, su relación con la creación poética lo podemos intuir en las imágenes evocadoras con las que se asocia : “la voz susurrante del viento”, cuyo misterio el poeta siempre intenta descifrar; su relación con lo erótico y elegíaco, “el suave viento acariciador”, “el tililar de las hojas movidas por el viento” , el suave viento del Céfiro, que acaricia la brizna de hierba, las hojas y las flores, y la Naturaleza entera. En el siguiente capítulo veremos el maridaje del viento con las plantas, las hojas, los árboles y las flores…, su función erótica, “los vientos que humedecen, vivifican y hacen temblar a la tierra”…su relación con los estados de ánimo y con las estaciones “la caída de las hojas arrastradas por el viento”, “su danza armoniosa ”, y por último, su asociación con el amor, un amor que puede ser impetuoso, intempestivo, como el del frío Bóreas, o dulce y acariciador, como el del Céfiro, esto lo veremos cuando hablemos de sus aventuras , en las que los vientos se nos mostrarán como eternos seductores y raptores, siguiendo la estela de su madre, la exultante Aurora de dedos de rosa.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA.
Alamillo, A. “Los vientos en la iconografía clásica”. Liceus.com.
- Bonnefoy, I. “Diccionario de las Mitologías. Volumen II. Grecia”. Pág. 448. Ed. Destino. 1996.
- Cirlot, J.E. “Diccionario de símbolos” Editorial Labor. S.A. Barcelona. 2º ed. 1992.
- Elvira Barba, M.A. Arte y Mito. Manual de Iconografía Clásica. Sílex Ediciones. 2008.
- Homero, “Ilíada”. Ediciones Cátedra. Letras Universales.
- Homero, “Odisea”. BCG.
- Hesíodo, “Teogonía”. Alianza Editorial. Madrid, 1993.
- Himnos órficos. Hacia lo alto. https://omarpal.blogspot.com/2011/08/himnos-orficos-01-08-2011.html e=0
- Virgilio, “Eneida”. Alianza Editorial.
- https://historia.nationalgeographic.com.es/a/torre-vientos-atenas-primera-estacion-meteorologica-historia_10612 – https://nihilnovum.Wordpress.com. Blog sobre el mundo clásico grecolatino y su supervivencia. “Los caballos de Aquiles” de Kavafis.-
- https://www.theoi.com/Titan/Anemoi.html
- https://es.wikipedia.org/wiki/Dioses_del_viento_griegos
- https://es.wikipedia.org/wiki/Rosa_de_los_vientos
- https://es.wikipedia.org/wiki/Eolo
- https://es.wikipedia.org/wiki/Hecat%C3%B3nquiros
- https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%A1rtaro_(mitolog%C3%ADa)#:~:text=En%20la%20mitolog%C3%ADa%20romana%2C%20el,los%20pecadores%20escapen%20de%20%C3%A9l.
- https://www.alamy.es/foto-la-figura-que-aparece-aqui-segun-la-mitologia-griega-es-zephyrus-
- Los Anemoi en el sitiodel Proyecto Perseus.
- https://grimoriodebestias.blogspot.com/2021/08/caballos-de-los-vientos.html
[1] Erictonio, hijo de Dárdano, semidios, hijo de Zeus y Elctra, rey de Dardania, al pie del monte Ida, y que más adelante sería la ciudad de Troya. No confundir con el Erictonio, rey mítico de Atenas. Wikipedia. Dárdano.
[2] Homero, Ilíada, Canto XIX, 215 y ss. Ed. Cátedra. Letras Universales. 4ª ed. 1995.
[3] Las bodas de Tetis y Peleo, fueron una de las más célebres de la Mitología Clásica, origen de muchos otros relatos míticos. En ellas se unen en nupcias sagradas una nereida (divinidad marina) y un mortal. A la boda asisten todos los dioses y todos los mortales, las Musas cantaron el epitalamio, y todos ofrecieron un regalo, entre los más notables, los caballos inmortales Janto Y Balio. Como la diosa Eris, la perversa diosa de la Discordia, no fue invitada, se presentó a la boda lanzando una manzana dorada con el título “a pulcherrimae” que significa “para la más hermosa, que fue a parar a los pies de las tres diosas más importantes del panteón Hera, Atenea y Afrodita,”, dando lugar al mítico Juicio de París, quien deberá elegir cuál de las tres diosas era la más hermosa. Su voto a favor de Afrodita, quién le prometió la mano de la más bella, Helena, y su posterior rapto por Paris daría lugar a la mítica guerra de Troya. Hera y Atenea apoyarán a los argivos y Afrodita a los troyanos.
[4] Se refiere a Apolo, hijo de Zeus y Leto.
[5] Solípedos, de una sola pezuña.
[6] Homero, Ilíada. Ed. Antonio López Eire. Cátedra. Letras Universales. 4ªed.
[7] 6 de mayo 2013- https://nihilnovum.Wordpress.com. Blog sobre el mundo clásico grecolatino y su supervivencia. Poema de Kavafis “Los caballos de Aquiles”, traducción de Ramón Irigoyen
[8] Automedonte (Αὐτομέδων), hijo de Diores, era el auriga de Aquiles y su compañero durante el combate en la guerra de Troya. Su nombre se ha convertido en sinónimo de cochero fiel y hábil. https://es.wikipedia.org/wiki/Automedonte.
[9] El Cronión o Crónida es Zeus, se le denomina así porque es hijo de Cronos. Era común llamar a los griegos con el nombre del padre. Por ejemplo Aquiles, hijo de Peleo, era el Pélida. Patroclo hijo de Menetio era el Menetíada. Agamenón, hijo de Atreo, era el Átrida.
[10] Pues una de las obligaciones más sagradas para los griegos era dar digna sepultura a sus muertos. Mediante los ritos funerarios se aseguraba que las almas de los difuntos llegasen al Hades y no volviesen para atacar a los vivos.
[11] Latinizado como“aeolus” era el señor de los vientos. En honor a Eolo, hemos denominado “eólica” la energía procedente del viento.
[12] También hace referencia al carácter impulsivo, que cambia rápidamente de ánimo.
[13] Hijo de Hipotes
[14] Marco Pérez, A. La respuesta de Éolo a Odiseo (Od. 10, 72.75) KOINÒS LÓGOS. Homenaje al profesor José García López E. Calderon, A. Morales, M. Valverde (eds.), Murcia, 2006, pp. 581-587.
[15] En la Eneida, Juno le ofrece a la ninfa Deyopea como esposa a cambio de mandar sus vientos a la flora de Eneas para impedirle desembarcar en Italia.
[16] A la manera que Zeus y Hera, que eran hermanos y esposos.
[17] Los rituales de hospitalidad son abundantes en la Odisea de Homero. Para la cultura griega la hospitalidad es un deber sagrado, pues el extranjero está bajo la protección del Zeus Xenius y de Atenas Xenia. Este deber, por lo tanto, consiste en acoger al extranjero, ofreciéndole comida y techo, y en darle regalos a quien hospeda: ambos intercambian los símbolos de reconocimiento mutuo. Ya tenga apariencia de rey o de mendigo, porque detrás de su apariencia puede encontrarse un dios.
[18] Especialísima ayuda en la medida en que se le envía un viento favorable, el Céfiro. Acción típica del ritual de hospitalidad, despedir amablemente al huésped con los” regalos hospitalarios”, en este caso la provisión de bienes para proseguir el viaje.