El 28 de junio de 2015 Rafael Chirbes escribió por última vez en sus diarios. Entre esta fecha y la primera entrada, realizada en abril de 1984, pasaron más de treinta años. Es casi la mitad de su vida, pues, la que Chirbes recogió en numerosos cuadernos, que iba apodando según los nombres de las ciudades donde los iba adquiriendo –Dresde, París, Argentina– o por alguno de sus atributos: tomo gris, cuaderno burdeos, cuaderno con fachadas lisboetas…
Los diarios son un autorretrato fascinante del autor, un testimonio de su intimidad que empezamos a publicar hace dos años y que concluimos ahora con un tercer volumen, Diarios. A ratos perdidos, 5 y 6. En total, 2.144 páginas repletas de sus opiniones, pensamientos, anhelos, dudas, miedos e incertidumbres. Para celebrar este cierre, hemos invitado a cuatros libreros que han seguido este acontecimiento literario a que compartan con nosotros los fragmentos que más les han marcado, impactado o emocionado. Esto es lo que nos han contado:
- Rafael Arias. Librería Letras Corsarias, Salamanca:
De todos los párrafos subrayados y señalados, que son muchos, estas frases que siguen podrían ser toda una declaración de intenciones…
Restos del cuaderno grande, octubre de 1984:
«¿Qué hay dentro de uno?, ¿en qué estado se encuentra la madeja de tubos, el laberinto de glándulas, la panoplia de órganos? Conocemos las manchas y arrugas que van transformando el aspecto de nuestra piel, las canas, los entrantes de nuestro cabello, pero no sabemos nada de la vejez del interior de la máquina. Bueno, hay gente que sí, que se hace análisis, prospecciones, radiografías, ecografías. Otra pregunta: ¿qué arrugas, pliegues, callos o úlceras muestra el alma?, ¿en qué estado se mantiene?»
- Mª José Porras. Librería Picasso, Granada:
Me habéis pedido que me quede con un fragmento de los Diarios de Chirbes: es una misión prácticamente imposible. No obstante, dejando a un lado su brillantez crítica a la hora de analizar cientos de libros; su agudeza y profundidad diseccionando el panorama social, político y literario español; su radical posicionamiento como defensor del fin social de la literatura frente a los que denomina partidarios de la literatura flotante, me quedo con la parte menos conocida de Chirbes, esa que nos ha escamoteado a sus lectores: él mismo. Ese hombre complejo, intenso, inseguro, apasionado, miedoso, demoledor consigo mismo, corrosivo, sincero sin importar las consecuencias y, sobre todo, fiel a sí mismo de principio a fin.
El cuaderno de hojas azules, 28 de agosto de 2004:
«Pararse un instante a pensar. Dejar, incluso, de leer. Al fin y al cabo, los libros son también un gran ruido. Uno salta de un libro a otro, en una cabalgada que te impide contemplar el paisaje que te rodea; que te impide, sobre todo, mirarte a ti mismo, aunque, al fin y al cabo, ¿qué es uno mismo? Una vida es un razonamiento, digámoslo así, una narración; y yo tengo la impresión de que, en todos estos años de aprendizaje, no he sido capaz de hilar un silogismo correcto. Trampas, autoocultaciones; prisas. Pensar que la vida es solo el instante. La pereza no como consecuencia de creer que se tiene todo el tiempo del mundo, sino como desánimo, como convencimiento de que ya no se tiene tiempo para casi nada. Así, he acabado por quedarme vacío, y solo. Modelo de ineficacia. Veo películas en la tele, leo libros, y lo olvido todo de inmediato, a lo mejor porque no soy capaz de descubrir qué lugar ocupan en la narración de mi vida, qué vacío colman, o por qué me sobran. Si uno no sabe adónde quiere ir, cómo va a saber por dónde. Lo de que todos los caminos llevan a Roma es una gran mentira. Cada camino te lleva a un sitio diferente. Tengo la sensación de que he sido un furtivo, de que no he querido recorrer los caminos trazados y señalizados, los que hay que coger si quieres ir aquí o allá, sino que me he pasado la vida esperando descubrir otros por mi cuenta; o sea, engañando y engañándome, tramposo, y aquí estoy ahora, desconcertado, en un lugar sombrío que no es refugio de nada, ni para nadie. Cuánto esfuerzo para conseguir tan poco. Autodidacta, ja. Huyendo de normas, leyes, academias y poderes legislativos, me he encontrado perdido en la complicada selva de mí mismo y de mis limitaciones.»
- Paco Goyanes. Librería Cálamo, Zaragoza:
Chirbes no solo fue –es– uno de los escritores más importantes europeos de finales del siglo XX y de comienzos del XXI. También fue –es– un coqueto sin igual, un conquistador elegante e incisivo: la calidad de su prosa, su ambición temática y la contundencia de sus ideas y opiniones, no hacen creíble que no pensara que sus Diarios no iban a ver algún día la luz pública. La vieron, claro que la vieron: los Diarios es una obra tan conmovedora como monumental.
Tempus fugit, 12 de mayo de 2006:
«Cada vez que me pongo a escribir en estos cuadernos, pienso que, en vez de ejercitarme en esta escritura automática, en este ametrallamiento de tópicos, debería pensar antes, construir las frases, ajustar los pensamientos, y solo una vez que todo estuviese en orden, anotarlo aquí.»
- Gemma Garcia. Llibreria Vitel·la, L’Escala:
Se sabe que Chirbes, antes de ser novelista, fue un crítico literario lúcido, implacable, insobornable. En esta autocrítica que abre la última entrega de los Diarios, Chirbes inventa la crítica literaria «a la inversa». Cojan un diccionario de antónimos y sumérjanse con gusto en su prosa.
Cuaderno de piel que se ata con un hilo que envuelve dos botones, 8 de enero de 2007:
«Jornada larga. Llevo despierto desde las seis de la maña¬na, leyéndome esta novela insalvable, que destapa mis limi¬taciones como escritor. Cabeza vacía y mano torpe, que se suman a una pérdida de referentes, a este no tener nada en la cabeza que me tortura. ¿Cómo puede uno querer ser escri-tor, si no tiene nada que decir? Basta con ver la prosa, la me¬diocridad de la escritura, la falta de densidad, la ausencia o planura de ideas. Lo dicho: la lectura de hoy me ofrece un balance demoledor.»
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Agradecidos por las palabras de nuestros compañeros libreros, os invitamos a conocer la intimidad de un escritor único, que inició su andadura literaria personal con esta primera frase: «Sensación de provisionalidad». Un estado que quiso combatir durante toda su vida mediante la escritura, como vemos más tarde, en el cuaderno negro con lacerías: «Frente a esas sensaciones y realidades cambiantes, este cuaderno tiene voluntad de permanencia».
¿Contribuyen los Diarios al anhelo de permanencia del escritor valenciano? Confiamos en que vuestra lectura sí lo haga.
El Autor:
Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949-2015) es autor de Mediterráneos, El novelista perplejo, El año que nevó en Valencia, El viajero sedentario, Por cuenta propia y las novelas Mimoun: «Hermosa e inquietante» (Carmen Martín Gaite); «Chirbes ha sabido inventar una nueva voz» (Álvaro Pombo); La buena letra: «Obra maestra» (Hamburger Abendblatt); Los disparos del cazador: «Entre los mejores novelistas contemporáneos» (M. Silber, Le Monde); La larga marcha: «Extraordinario» (Antonio Muñoz Molina); «El libro que necesitaba Europa» (Marcel Reich-Ranicki); La caída de Madrid (Premio de la Crítica Valenciana): «Gran novela» (J. E. Ayala-Dip, El País); «Acredita una maestría de escritor y un instinto idiomático que lo sitúan en un nivel artístico superior» (Ricardo Senabre, El Cultural);Los viejos amigos (Premio Cálamo): «Uno de los narradores españoles serios e importantes» (Santos Sanz Villanueva, El Mundo);Crematorio (Premio de la Crítica, Premio de la Crítica Valenciana, Premio Cálamo, Premio Dulce Chacón y con una adaptación televisiva de gran éxito): «Una novela excelente, la mejor de Chirbes y una de las mejores de la literatura española en lo que va de siglo» (Ángel Basanta, El Mundo);En la orilla (Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio de la Crítica Valenciana, Premio Francisco Umbral, Premio ICON al Pensamiento): «Poderosísima» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); «El cronista moral de la realidad española reciente» (J. M. Pozuelo Yvancos, ABC); «Un autor imprescindible» (Ricardo Menéndez Salmón); y Paris-Austerlitz: «Soberbia… Chirbes se nos muestra en estado de gracia» (Carlos Zanón, El País).
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