Muerte en Pompeya

0
292

Muerte en Pompeya: la erupción del Vesubio


Los veinte mil habitantes de Pompeya no sabían que el Vesubio, esa montaña que estaba a solo nueve kilómetros de su ciudad, era un volcán. Había estado inactivo durante trescientos años hasta que el 24 de agosto del año 79 d. C. entró en erupción con una explosión mil veces más potente que la bomba de Hiroshima. En seis horas se desató una tormenta de relámpagos, se levantó una columna de gas de treinta kilómetros y se formó una nube de polvo y ceniza que bloqueó el sol. En dieciocho horas el Vesubio arrojó enormes cantidades de tierra, roca y piedra pómez a la atmósfera y una capa de ceniza de cinco metros de espesor.

La cosmopolita Pompeya que contaba con habitantes de todo el Imperio, desde el norte de África al norte de Europa, quedó sepultada y olvidada durante dieciséis siglos hasta que fue redescubierta. Formaba una curiosa instantánea de los palacios, los teatros, los templos, los restaurantes, las calles y las pinturas más representativas de la sociedad imperial del siglo I, y situada tan solo a dieciséis kilómetros de Nápoles.

El hallazgo asombró al mundo. Los arqueólogos del siglo XIX cubrieron con yeso los huecos que habían ocupado en la ceniza los cuerpos encontrados en Pompeya. Al desintegrarse la carne se formaron los “moldes” y los arqueólogos consiguieron las macabras “esculturas” que todos conocemos.

Pero quedaba un gran misterio que los científicos resolvieron hace muy poco: ¿cómo murieron los habitantes de Pompeya? No fue a causa de la lava pues en la erupción del Vesubio no hubo una colada, ese fenómeno que consiste en un manto de lava fluida que arrasa cuanto pisa. Tampoco fue por la asfixia ocasionada por la ceniza, como se pensó durante mucho tiempo. La respuesta se encontró en una ciudad vecina de cinco mil habitantes, Herculano, a unos 4,5 kilómetros del cráter en la cual se encontraron menos restos humanos que en Pompeya y ahora se sabe el porqué.

El joven Plinio fue testigo de la erupción del Vesubio
El informe más antiguo de la historia

Plinio el Joven era apenas un adolescente cuando fue testigo ocular de la erupción desde otra ciudad cercana. Ofreció su testimonio al historiador Tácito en lo que se ha convertido en el informe más fiable de una erupción volcánica y todo eso con dos mil años de antigüedad.

Por Plinio sabemos que a las doce horas de la erupción todavía continuaba la lluvia de ceniza, y que hubo una avalancha de gas y polvo que se extendió por la ciudad, este flujo piroplástico es letal pues alcanza temperaturas de 560 grados y 400 kilómetros por hora de velocidad.

Recientemente los científicos han sabido que cuando el flujo piroplástico llegó a Herculano estaba a 482 grados. El calor los mató en fracciones de segundo y dejó sus huesos negros, como si hubieran sido incinerados. Pero en los muertos de Pompeya se dieron otras condiciones que conocemos por los moldes de yeso en la ceniza. Por ellos sabemos que se mantuvo la carne en los cuerpos así como las ropas que llevaban los desgraciados habitantes que no pudieron o no quisieron escapar.

Los vulcanólogos creen que de las seis oleadas piroplásticas del Vesubio solo tres llegaron a Pompeya y que fue solo la cuarta oleada, a las dieciocho horas de la erupción, la que les mató. Los científicos piensan ahora que sus habitantes tuvieron tiempo para huir, pero algunos de ellos o bien no pudieron o no quisieron marcharse o quizá volvieron a por sus pertenencias pensando que lo peor del cataclismo había pasado.

Esta cuarta oleada alcanzó Pompeya a una velocidad de 320 kilómetros por hora. Los pompeyanos murieron al instante como los habitantes de Herculano, pero al estar el flujo piroplástico a inferior temperatura el tejido sobrevivió. A esas condiciones se deben las extrañas posturas que tenían los moldes de yeso, lo que los forenses actuales llaman “postura pugilística” , con los brazos levantados, y que siempre se pensó que se debía a que las víctimas de la erupción se protegían de la ceniza. Los “CSI” saben que se debe a que el cuerpo ha sido sometido a un calor tan extremo que se han contraído los músculos de manera involuntaria.

Las ruinas de Pompeya objeto de fascinación arqueológica

Imágenes

A partir del óleo de John William Godwar, Dolce far niente, siglo XIX, colección privada.

A partir del grabado del XVIII de Angélica Kauffmann, El joven Plinio reprendido.

A partir de François Louis Français, Las excavaciones de Pompeya, acuarela, colección privada,1866.

Más información

El documental Pompeya: el misterio de las personas congeladas en ceniza de Discovery Channel y BBC, 2013.

© Ana Morilla. Mayo 2023. Todos los derechos reservados.

Artículo anteriorEl Metropolitan investigado de nuevo
Artículo siguienteJuan Madrid Muñoz
Doctora en Teoría de la Literatura y del Arte y Literatura Comparada; máster en Estudios Literarios y Teatrales; DEA en Literatura Hispanoamericana y licenciada en Filología Hispánica. Dirigió la editorial Artificios y fue lectora y correctora para la editorial Traspiés. Realizó un proyecto en el sello Dorothy (junto a la ilustradora Sabina Morante). También es coach literario y profesora de talleres de escritura creativa.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí