Pierre Degeyter, autor de «La Internacional»

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Una visita al autor de «La Internacional»


Un problema

¿A quién se debe considerar como principal autor de una revolución, al autor de la música o al autor de la letra? Por ejemplo: La Revolución francesa, ¿la habría hecho solo Rousseau?¿O no habría podido estrenarse, si Rouget de Lisle no la llega a poner música «al Contrato social»? Quizás las revoluciones, como las zarzuelas, no se pueden representar hasta que no tienes partirura. Quizás las grandes obras subversivas, la obra de un San Pablo, o de un Juan Jacobo, o de un Carlos Marx no son más que libretos, cuya fortuna depende de la música que les pongan… A lo mejor, una idea política es una idea inválida hasta que no encuentra su maestro Guerrero.

A estas fantasias me abandonaba yo una tarde de la primavera pasada, en la puerta de una casita obrera de Saint-Denis, frente a un viejecillo bigotudo, de mirada viva, que me inspeccionaba antes de decidirse dejarme entrar.

Y era que el viejecillo aquel se llamaba Pierre Degeyter.

Pierre Degeyter autor de «La Internacional» Marzode 1931

Lo que hizo Degeyter

¿No les suena a ustedes el nombre?

Pues Pierre Degeyter es, como si dijéramos, el maestro Guerrero del materialismo histórico, el autor de «La internacional».

«La Internacional», que es el himno de todos los marxistas, de los socialistas y de los comunistas, sí que la habrán oido alguna vez, claro.

En francés empieza:

Debout! les damnés de la terre!

Debout! les forçats de la faim

La raison tonne en son cratere!

C’est éruption de la fin…

Y en español:

¡Arriba los pobres del mundo!

¡En pié los escalvos sin pan!

¡Alcémonos todos al grito de «Viva la Internacional»…

La música no es una maravilla. En comparación con otros himnos, con «La Marsellesa» por ejemplo, resulta desgraciada, pero como canto de masas es magnífico. Cuando la entonan unos millares de voces, tiene emoción y grandeza.

Con «La Internacional» Degeyter le dió al libreto de Marx a «El Capital», la partitura que necesitaba.»Letra de Karl Marx; música de Pierre Degeyter» podría anunciarse la Revolución rusa.

El viejo recela

Pierre Degeyter y el periodista Vicente Sánchez Ocaña (Marzo 1931)

El viejo Degeyter me examinaba recelosamente, sin resolverse a abrir del todo la puerta de su casilla. ¡El hombre debe de haber recibido tantas visitas desagradables en los sesenta o setenta años que lleva peleando con los burgueses!… De niño ya tenía que andar escondiéndose con toda su familia, porque su padre era un revolucionario perseguido. Luego, de joven, se batió en la «Commune» y de milagro no lo fusilaron los versalleses. Más tarde fue socialista, antimilitarista, «dreyfusista«. Y, en fin, a la vejez, para descansar, se ha hecho comunista.

—Doriot le habría hablado…

—¡Ah! Es usted la persona que me ha dicho Doriot: un periodista español…

Tranquilizado por la recomendación de su correligionario, el diputado y alcalde de Saint-Denis, Doriot, que le daba la seguridad de que yo no era confidente de la policía, sino nada más que un pobre diablo de reportero, con sentimientos liberales y «pequeñoburgueses», el autor de «La Internacional» me abrió paso y entramos en una habitación que era, a un tiempo, vestíbulo, salón, comedor, y no se cuantas cosas más de la humilde casita. Una habitación amueblada con cuatro sillas y una mesa con tapete de hule, y decorada con varios cromos de almanaque.

Hablando de España

Yo contemplaba con mucha curiosidad aquel pobre interior y su inquilino.

El músico de «La Internacional» no ha sentido la veleidad de caractrizarse de artista. Es un viejo obrero, con tipo y maneras y traje de obrero. Llevaba botas de paño, chaquetilla de mecánico, un pañuelo al cuello y gorra. El único detalle suntuario de su indumentaria era una cadena de reloj que serpeaba desde un ojal a un bolsillo de su chaleco.

El también me miraba concierta curiosidad.

—Español ¿eh? Los españoles ahora se agitan, según parece…

Eran los últimos dias de marzo de este año y todos los periódicos de París hablaban de la crisis de España, de las manifestaciones, de los disturbios y motines que había aqui.

Al autor de «La Internacional» le intersaba el tema.

—¿Habrá revolución en España? ¿Caerá la Monaquía?

—¡Pchs!… Puede ser…

España le inspiraba simpatía, pero no estaba al tanto de su política actual. Retenía solo algunos nombres que hicieron ruido hace años: Cánovas del Castillo…, Montjuich…, Maura…, Ferrer…, Pablo Iglesias.

— ¡Como soy  ya tan viejo —suspiró excusándose— y he visto tantas cosas.

Carpintero y músico

Hablamos de su vida.

—Yo he nacido en Gante. Pero soy francés, hijo de franceses. Mipadre había intervenido mucho en la revolución de 1848, y luego tuvo que huir a Bélgica con mi madre. Por eso nací yo allí.

Nuestra familia era una pobre familia de trabajadores manuales. Mi padre, ni siquiera sabía leer. Naturalmente, no me pudieron dar una instrucción muy cuidada. Apenas supe leer y mal escribir, me tuve que ganar la vida, y empecé a trabajar en una fábrica de Lille como aprendiz de ebanista.

Yo sentía por la música mucho más entiasmo que por la carpintería. Me gustaba cantar y decía la gente que no tenía mala voz. ¡Si hubiera podido cuidarla!…. Pero, desgraciadamente, pero eso era un sueño inasequible…¡Ay!, para mi, pobre aprendiz de carpintero, hasta ir al gallinero del teatro a oir cantar a los cómicos, era un sueño inasequible…

Tuve , pues, que renunciar a ser cantante. Pero a aprender música que era mas hacedero, no renuncié. Conseguí matricularme en el Conservatorio de Lille y, durante unos cuantos años estudié con pasión…

—¿Abandonó usted su oficio de carpintero?

—No. No. ¡Nunca! Yo he trabajado en mi oficio y he vivido de él hasta los setenta y dos años. A la música me dedicaba por la noche o por la mañana temprano, los domingos, o cuando buenamente podía. Pero yo seguía siendo un carpintero y nada más. Por eso nunca he perdido la conciencia de clase y he luchado toda mi vida en las filas del proletariado. ¡Por eso he escrito «La Internacional»!

Aquel día que le habó Stalin

—¿Cuando escribió uste «La Internacional»?

—Hace ya cuarenta y tres años. En 1888,

—¿Y se popularizó en seguida?

—Sí. Se pupularizó con una rapidez que me deslumbró. A mi me parecía que estaba bien y que gustaría, pero ¡cómo iba yo a pensar que iba a divulgarse por todo el mundo; que iba a ser el himno de la clase obrera! El díaa que en una callejuela de París se la oí tararear a unos obreros que iban delante de mi, fue uno de los grandes días de mi vida.

—¿Y el otro gran día cual fue?

—Uno de hace tres años, en 1928, en Moscú, en que para celebrar el cuadragésimo aniversario de «La Internacional»dirigí la orquesta que la tocó ante el Gobierno ruso… Allí estaban, el camarada Kalinin, el camarada Stalin, ekl camara Rikof, el camarada Vorochilof y el camarada Buienny…

Al acabar, fueron acercándose a mi para felicitarme. «¡Bien!, camarada Degeyter —me dijo el camarada Stalin— ¡Eso ha estado bien!» Y me apretó la mano.

Artículo publicado en la revista Estampa en 5 de diciembre de 1931 firmado por el periodista Vicente Sánchez-Ocaña.


Redacción de Hojas Sueltas.

 

 

 

 

 

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