Lorca escribió parte de Poeta en Nueva York en habitaciones de pensiones baratas del Harlem

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En junio de 1929, Federico García Lorca llegaba a Nueva York. Tenía 31 años y venía de atravesar una etapa compleja: el éxito de Romancero gitano había sido abrumador, pero también lo había situado en una posición incómoda dentro de los círculos literarios españoles. Aconsejado por su amigo Fernando de los Ríos, entonces Ministro de Instrucción Pública, viajó a Estados Unidos con la excusa de estudiar inglés en la Universidad de Columbia. En realidad, buscaba algo más profundo: escapar de sí mismo, de su entorno, de una crisis creativa y vital. Durante los primeros meses vivió en los dormitorios de Columbia (John Jay Hall), pero pronto abandonó esa zona acomodada de Morningside Heights para instalarse en habitaciones más modestas del Harlem, donde experimentó una ciudad completamente distinta, más viva, más dura y más libre.

Harlem: el descubrimiento de otra realidad

Harlem, en los años veinte y treinta, era el centro de una explosión cultural afroamericana conocida como el Harlem Renaissance, un movimiento que integraba literatura, música, teatro y pensamiento social. Lorca, que no hablaba inglés con fluidez, se sintió atraído por la fuerza expresiva del jazz, los sermones callejeros, los espectáculos populares y la religiosidad de las iglesias negras. En ese ambiente, caótico y eléctrico, escribió algunos de los textos más intensos de Poeta en Nueva YorkNo se sabe con exactitud la dirección de todas las pensiones donde se alojó, pero la investigación biográfica —especialmente la de Ian Gibson— confirma que pasó largas temporadas fuera del entorno universitario, en alojamientos sencillos y en contacto directo con los sectores más desfavorecidos de la ciudad. Para Lorca, Harlem representó una especie de refugio incómodo. Allí no era el poeta célebre de España, sino un extranjero más, anónimo, con dificultades lingüísticas, sumido en una ciudad que lo sobrepasaba. La marginación que veía y sentía a su alrededor resonaba con sus propios conflictos: su sexualidad reprimida, el rechazo social, el miedo al juicio de su entorno.

El ritmo de la calle y la escritura fragmentaria

Poeta en Nueva York no fue escrito como un diario ni de forma lineal. Lorca acumuló apuntes, imágenes, versos y escenas a lo largo de su estancia en Estados Unidos y Cuba. El proceso creativo fue discontinuo, guiado por impulsos y por un estado de ánimo cambiante. Aun así, algunos de los poemas más emblemáticos del libro —como Norma y paraíso de los negros o El rey de Harlem— no se comprenden sin la experiencia directa de la ciudad y, más concretamente, de Harlem. Quienes lo trataron en ese tiempo —y los testimonios recogidos en biografías y cartas— hablan de un Lorca que paseaba de noche, atraído por los sonidos de la calle, los coros improvisados, los ritos religiosos al aire libre. Otras veces se recogía en su habitación, escribía de madrugada, bajo la luz de una lámpara, tratando de ordenar una visión del mundo que ya no encajaba con la que había traído de España. En sus cartas familiares, el poeta habla de Nueva York como una ciudad “terrible” y “enorme”, en la que todo es velocidad, ruido y metal. Hay en esas misivas una mezcla de asombro, fatiga y fascinación. Aunque no dejó testimonios explícitos sobre las condiciones de sus pensiones, sí expresó en varias ocasiones que el contacto con la realidad afroamericana le conmovió profundamente.

Una publicación póstuma y reveladora

Poeta en Nueva York no se publicó en vida del autor. Lorca regresó a España en 1930, y el libro quedó inédito a su muerte en 1936. Fue su amigo José Bergamín quien lo editó póstumamente en 1940, en una versión bilingüe español-inglés, publicada en Nueva York por Norton y en México por la Editorial Séneca. El libro representa un cambio radical en el tono y el estilo del poeta: frente al andalucismo simbólico de sus obras anteriores, aquí aparece un Lorca existencial, trágico, a veces surrealista, que denuncia la deshumanización de la gran ciudad, el racismo y la violencia estructural. Harlem, lejos de ser una anécdota geográfica, fue un catalizador.

¿Por qué pensiones modestas?

Aunque contaba con recursos familiares y apoyo institucional, Lorca eligió alejarse del confort. Quizá buscaba comprender mejor el paisaje humano que lo rodeaba. O tal vez, como han señalado algunos estudiosos, necesitaba una forma de exilio interior que solo encontró entre las calles de Harlem. En ese anonimato forzado encontró una voz nueva, más oscura y compleja, que acabaría definiendo la parte más radical de su obra.

Datos históricos y contextuales

✦ Estancia de Lorca en Nueva York

  • Fecha: Lorca viajó a Nueva York en junio de 1929 y permaneció allí hasta marzo de 1930.

  • Motivo: Aconsejado por Fernando de los Ríos, viaja inicialmente a estudiar inglés en la Universidad de Columbia. Su salida de España estuvo también motivada por una crisis personal.

  • Fuente principal:

    • Gibson, Ian. Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. (Editorial Planeta, varias ediciones).

    • García-Posada, Miguel. Federico García Lorca. Obra completa. Ed. Cátedra.

✦ Alojamiento en Harlem

  • Ubicación: Vivió primero en los dormitorios de Columbia (John Jay Hall), pero pasó después parte de su estancia en pensiones situadas en Harlem, barrio mayoritariamente afroamericano.

  • Nivel socioeconómico: Eran alojamientos sencillos, lejos del entorno acomodado habitual del poeta en España. Esto está documentado en las cartas a su familia y en testimonios recogidos por Ian Gibson.

✦ Influencia del Harlem Renaissance

  • La efervescencia cultural afroamericana de Harlem en los años 20 y 30 —con figuras como Langston Hughes o Duke Ellington— es ampliamente documentada. Lorca quedó impactado por ese entorno, que influye decisivamente en su visión de la ciudad y en algunos poemas del libro.

“El rey de Harlem”, por ejemplo, es uno de los textos que más directamente refleja esa vivencia.

Archivo Fundación Federico García Lorca.


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