Internet no es una plaza pública

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La transformación de la experiencia y el discurso bajo la lógica de plataforma

¿Es Internet aún un espacio para el encuentro democrático? A menudo celebradas como herramientas de participación y pluralismo, las plataformas digitales han reorganizado en silencio los fundamentos de la esfera pública. Este ensayo analiza, desde una perspectiva materialista, cómo las estructuras técnicas y económicas de la red han dejado atrás el ideal ilustrado del debate común, y qué tipo de subjetividad política emerge cuando la vida entera se convierte en dato, mercancía y contenido.

La irrupción de Internet como espacio de circulación discursiva, deliberación y organización ha reconfigurado las nociones tradicionales de esfera pública. Durante las últimas décadas, las ciencias sociales han intentado evaluar si este nuevo entorno digital contribuye a una profundización de la democracia o, por el contrario, representa una forma sofisticada de colonización del espacio público por parte del capital. A menudo, esta evaluación se ha realizado desde una perspectiva normativa, valorando la capacidad de la red para fomentar la participación, la deliberación y la formación de una opinión pública ilustrada. Sin embargo, este enfoque ignora, en muchos casos, la dimensión material de la experiencia política y el papel estructurante del capital en la organización de los medios de producción simbólica. Por ello, resulta pertinente abordar las esferas públicas de Internet desde un análisis materialista que examine sus condiciones de posibilidad, sus contradicciones internas y sus efectos sobre la experiencia humana.

Este texto se articula en tres momentos. En primer lugar, se revisarán los presupuestos de la teoría de la esfera pública, deteniéndose en la crítica elaborada por Oskar Negt y Alexander Kluge sobre los bloqueos de la experiencia y la producción de esferas públicas proletarias. En segundo lugar, se abordarán las esferas públicas de Internet en relación con los procesos de legitimación política. Finalmente, se planteará que los niveles de experiencia implicados en estos procesos indican una forma avanzada de subsunción de la vida humana bajo el capital, en la que la totalidad de la experiencia —y no solo el trabajo— es objeto de explotación.

La crítica de la esfera pública burguesa

La noción de «esfera pública» fue formalizada por Jürgen Habermas en su obra Historia y crítica de la opinión pública¹. En ella, Habermas describe el surgimiento de un espacio intermedio entre el Estado y la sociedad civil, en el que los individuos privados se reúnen para debatir asuntos comunes, generando una forma de control racional sobre el poder político a través del ejercicio de la razón comunicativa. Esta concepción normativa de la esfera pública como lugar de deliberación racional y universal ha sido ampliamente criticada por su carácter excluyente, idealizado y ahistórico. Una de las críticas más relevantes proviene del marxismo crítico, particularmente del trabajo conjunto de Oskar Negt y Alexander Kluge.

En Öffentlichkeit und Erfahrung², Negt y Kluge introducen el concepto de esfera pública proletaria como contrafigura de la esfera pública burguesa. A diferencia de esta última, basada en la abstracción y la exclusión de la experiencia vivida por las clases trabajadoras, la esfera pública proletaria se construye a partir de la experiencia concreta de la explotación y busca formas de articulación discursiva que no estén subordinadas a la lógica del capital. En este sentido, los autores denuncian cómo la esfera pública dominante bloquea formas de experiencia ligadas al sufrimiento social, el trabajo y la reproducción cotidiana de la vida.

Para Negt y Kluge, el acceso a la esfera pública no depende únicamente de la libertad de expresión o de la información, sino de la existencia de estructuras materiales que posibiliten la organización y producción de sentido colectivo desde la experiencia oprimida. En las sociedades capitalistas avanzadas, argumentan, la producción de experiencia está mediada estructuralmente por el capital. Esto significa que incluso los procesos de subjetivación y construcción del sentido común están subordinados a una lógica de valorización económica. Así, las formas de experiencia no funcionales al capital son desarticuladas, invisibilizadas o directamente reprimidas. Este marco de análisis es fundamental para comprender las esferas públicas digitales en su dimensión material.

La esfera pública digital como forma de legitimación

La emergencia de Internet ha sido interpretada, en ciertos discursos celebratorios, como una oportunidad para democratizar la esfera pública. La multiplicación de voces, la horizontalidad de la comunicación y la velocidad en la circulación de información parecerían erosionar las estructuras jerárquicas tradicionales de los medios de masas, abriendo nuevas posibilidades para la participación ciudadana. Sin embargo, una mirada materialista desactiva esta ilusión.

Las plataformas digitales que median la mayoría de nuestras interacciones públicas —Google, Facebook, X (antiguo Twitter), Instagram, TikTok— no son espacios públicos en sentido estricto, sino infraestructuras privadas regidas por una lógica de acumulación de datos y capital. La deliberación pública está así inscrita en arquitecturas técnicas orientadas a la extracción de valor, no a la promoción del bien común. La supuesta esfera pública digital es, en realidad, un entorno de producción económica intensiva donde el comportamiento de los usuarios —sus palabras, emociones, relaciones y tiempos de atención— es mercantilizado³.

Este desplazamiento estructural tiene implicaciones políticas de gran calado. La legitimación política ya no depende solamente de la producción institucional de consenso, sino de la gestión algorítmica de la experiencia digital. La formación de la opinión pública está íntimamente ligada a procesos de segmentación, viralización, polarización y personalización, que operan en función de la lógica de la atención más que de la racionalidad comunicativa. En este sentido, el discurso público se encuentra atravesado por mecanismos que desestabilizan la posibilidad misma de una experiencia compartida.

Por tanto, las esferas públicas digitales no garantizan una deliberación más democrática, sino que introducen una nueva forma de gobierno de la subjetividad. La sobreexposición emocional, la fragmentación del discurso y la precariedad de la atención dificultan la construcción de voluntades colectivas informadas. No estamos, entonces, ante una esfera pública alternativa a la burguesa, sino ante su mutación bajo las condiciones del neoliberalismo digitalizado.

De la subsunción del trabajo a la subsunción de la vida

La noción de “subsunción” fue formulada por Karl Marx en El capital, al distinguir entre subsunción formal y subsunción real del trabajo bajo el capital⁴. En la primera, el capital incorpora procesos de trabajo preexistentes; en la segunda, transforma radicalmente esos procesos para maximizar la extracción de plusvalor. Aplicando esta distinción a la experiencia digital contemporánea, puede sostenerse que el capital ha avanzado hacia una forma de subsunción real no solo del trabajo, sino de la vida humana en su conjunto.

Las plataformas digitales no extraen valor exclusivamente del tiempo de trabajo productivo, sino del conjunto de la experiencia vivida: la comunicación, el ocio, el deseo, la subjetividad, la memoria. Esta “vida digitalizada” se convierte a la vez en objeto de explotación y medio de producción: produce datos, atención, valor de marca y capital simbólico. La esfera pública digital es, por tanto, una fábrica de subjetividades, sometida a dinámicas de extracción intensiva y constante reconfiguración.

Esta forma de subsunción tiene consecuencias profundas. En primer lugar, vacía de contenido la promesa democrática de la esfera pública, al impedir la constitución de una experiencia común. En segundo lugar, genera una precariedad ontológica: los sujetos deben performar permanentemente para mantenerse visibles, adaptándose a una lógica de exposición continua. En tercer lugar, desestabiliza las condiciones necesarias para la crítica, debilitando las capacidades colectivas de resistencia y organización.

En este escenario, la producción de experiencia ya no se enfrenta solo a bloqueos ideológicos —como los descritos por Negt y Kluge—, sino a formas más sutiles y profundas de captura y explotación. La totalidad de la vida humana, en sus dimensiones expresivas, afectivas, temporales y cognitivas, es hoy un campo de batalla. La esfera pública digital, lejos de representar una emancipación, pone en evidencia un estadio avanzado de colonización de lo humano por parte del capital.

Una política de la experiencia por venir

El análisis materialista de las esferas públicas de Internet revela que no estamos ante una evolución técnica de la esfera pública moderna, sino ante una transformación radical de sus condiciones materiales de producción y de legitimación. Las plataformas digitales no democratizan la política: la reorganizan en función de una lógica de extracción, fragmentación y control de la experiencia.

Frente a este escenario, se impone la necesidad de repensar la esfera pública no como un espacio neutral de deliberación, sino como un campo de conflicto material. Se trata de identificar y sostener prácticas contrahegemónicas que, más allá de las plataformas, sean capaces de organizar una experiencia común no subsumida. En este sentido, retomar la propuesta de Negt y Kluge sobre una esfera pública proletaria, actualizada a las condiciones digitales contemporáneas, puede ofrecer un marco fértil para imaginar una política verdaderamente emancipadora. Una política que, más que en la palabra abstracta, se funde en la memoria encarnada de la experiencia.

Notas al pie:

  1. Habermas, Jürgen. Historia y crítica de la opinión pública. Traducción de Joaquín Jordá. Barcelona: Gustavo Gili, 1981. (Original: Strukturwandel der Öffentlichkeit, 1962).

  2. Negt, Oskar; Kluge, Alexander. Öffentlichkeit und Erfahrung. Zur Organisationsanalyse von bürgerlicher und proletarischer Öffentlichkeit. Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1972. (Sin traducción oficial al español. El título se ha traducido aquí libremente como Esfera pública y experiencia.)

  3. Para una ampliación desde una perspectiva crítica contemporánea: Zuboff, Shoshana. La era del capitalismo de la vigilancia. Barcelona: Paidós, 2020.

  4. Marx, Karl. El capital. Crítica de la economía política. Tomo I. Traducción de Pedro Scaron. Madrid: Siglo XXI Editores, varias ediciones.

© Valentín Castro.

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Nació en una aldea de A Coruña. Emigra con sus padres a Méjico. Licenciado en Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Vive en Madrid, publica artículos y ensayos en diversos medios de comunicación mejicanos y españoles bajo varios seudónimos. Actualmente prepara una saga con personajes nacidos durante la ocupación de México por Hernán Cortés. Sus artículos y ensayos son efectistas, en ocasiones cáustico, y muy crítico. Actualmente es Redactor Jefe de Hojas Sueltas, dedicando su tiempo libre a escribir artículos con especial dedicación a la literatura y la historia.

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