El sur seguido de Bene, de Adelaida García Morales

0
144

Dos relatos largos que funden misterio, melancolía y desarraigo. Una mujer reconstruye la figura de su padre desaparecido, mientras otra enfrenta el dolor mental en una atmósfera casi mística. Literatura de sombra, de pérdida y deseo.

En un país donde la narrativa del realismo social o la novela histórica han dominado buena parte de la segunda mitad del siglo XX, la obra de Adelaida García Morales emerge como una anomalía luminosa, aunque más bien habría que decir sombría. Su literatura no se ajusta a los márgenes del costumbrismo ni se inscribe del todo en las tendencias generacionales. En cambio, habita un espacio más próximo a la fábula interior, a la experiencia de lo invisible, lo que no se dice, lo que apenas se intuye.

«García Morales escribió desde una sensibilidad fronteriza, entre lo real y lo espiritual, entre la carne y la sombra.»

Publicado por primera vez en 1985, El sur seguido de Bene reúne dos relatos largos —casi nouvelles— que exploran el vínculo entre deseo, pérdida y memoria. Ambos textos están habitados por mujeres solas, situadas en el umbral de la descomposición emocional, figuras que viven entre mundos, que buscan sin encontrar o encuentran demasiado tarde. Si en El sur asistimos a una reconstrucción emocional de la figura paterna, en Bene se adentra en la complejidad de la enfermedad mental y la culpa desde una perspectiva radicalmente femenina, casi visionaria.

El sur: el padre que se desdibuja

El primer relato, El sur, es probablemente el más conocido de los dos, en parte gracias a la exquisita adaptación cinematográfica que Víctor Erice realizó en 1983, antes incluso de la publicación del libro. La novela, sin embargo, es mucho más que la fuente de una película de culto: se trata de una obra breve, densa, poética, en la que una mujer —la narradora— intenta comprender quién fue realmente su padre, un hombre que vivió marcado por un pasado oscuro, vinculado a un amor perdido y a un sur mítico y nunca del todo revelado.

«En El sur, la infancia es una patria nebulosa, teñida de melancolía y medias verdades.»

Narrada desde una perspectiva adulta pero con el tono contenido de quien aún no ha cerrado la herida, El sur dibuja un mapa emocional donde la ausencia del padre se convierte en eje narrativo. La protagonista recuerda la relación con él en una casa burguesa del norte peninsular, la presencia austera y silenciosa que dominaba el hogar, los gestos medidos, las cartas misteriosas. Tras su muerte —un suicidio apenas nombrado—, ella inicia un viaje hacia ese sur del que él hablaba con nostalgia, un sur que encarna tanto la geografía real como la carga simbólica del deseo y la pérdida.

Lo fascinante de El sur es su economía expresiva: García Morales no necesita recurrir a grandes recursos argumentales ni giros de trama. La fuerza del relato reside en lo que calla, en lo que se adivina entre líneas, en la atmósfera contenida que genera una tensión sostenida. Su escritura es sobria pero sugerente, poética sin ser lírica, precisa sin ser fría.

«Más que contar una historia, García Morales deja que la historia se filtre, como luz tenue entre cortinas corridas.»

La narradora —una figura sin nombre— apenas puede sostener su presente porque aún arrastra un pasado nunca del todo descifrado. Su relato es una forma de conjurar los vacíos, de invocar una figura paterna idealizada, y al mismo tiempo decepcionante, derrotada. El sur al que viaja es más que un destino: es un descenso hacia la verdad íntima, una metáfora del inconsciente, de aquello que yace enterrado pero no olvidado.

Bene: enfermedad, fe y deseo femenino

El segundo texto del volumen, Bene, es quizá menos conocido pero más inquietante. Aquí el foco se desplaza hacia otra mujer narradora, también marcada por una experiencia límite: el vínculo con Bene, una joven que padece una dolencia mental no diagnosticada con claridad y que despierta una atracción ambigua, perturbadora. La historia se sitúa en un entorno rural aislado, envuelto en una religiosidad opresiva y en una atmósfera casi medieval.

«Bene es una novela breve que roza lo visionario, donde enfermedad mental, erotismo y espiritualidad se entrelazan con naturalidad desasosegante.»

A lo largo del relato, la narradora rememora su llegada a un pueblo remoto donde conoce a Bene, su entorno familiar cerrado, la madre autoritaria, la figura del cura que impone su moral. Bene no se ajusta al molde: es inestable, imprevisible, magnética. Su figura adquiere rasgos simbólicos, como si encarnara lo irracional, lo que se sale de la norma, lo que no puede ser domesticado. Y ahí surge el conflicto: la fascinación que provoca en la narradora no es solo afectiva, sino también corporal, sensorial, difícil de nombrar sin transgredir.

García Morales no elude la complejidad del deseo, ni su ambigüedad. En este relato, como en buena parte de su obra posterior, aparecen motivos que serán recurrentes: la religión vivida como cárcel, la sexualidad reprimida, la marginalidad de la mujer que no encaja. Todo ello bajo una prosa hipnótica, de ritmo lento pero envolvente, que no teme acercarse al misterio sin resolverlo del todo.

«Bene habla desde un territorio liminar, donde lo emocional y lo espiritual se confunden con lo corporal y lo prohibido.»

La protagonista asiste impotente al deterioro de Bene, pero también a su resistencia íntima, su mundo propio, su forma de existir al margen de toda lógica social. El relato, como el anterior, se mueve en el terreno de lo sugerido, de lo implícito, de lo que solo puede intuirse. García Morales construye así una poética de la insinuación, una literatura que se escribe más desde el silencio que desde la afirmación.

Escritura del umbral: el estilo García Morales

Ambos relatos comparten una estética común: la del umbral, la del borde entre lo real y lo irreal, lo consciente y lo inconsciente. La autora escribe desde esa zona intermedia donde los significados no se imponen, sino que se insinúan. Es, en cierto modo, una heredera del simbolismo, pero pasada por el filtro de una sensibilidad radicalmente femenina y contemporánea.

«Literatura escrita desde la sombra, sin certezas, sin redención, pero con una belleza amarga que perdura.»

La prosa de García Morales rehúye el efectismo, incluso cuando roza lo trágico. Su mirada es introspectiva, analítica sin ser fría, siempre en busca de un sentido que nunca se revela del todo. Se inscribe así en una tradición poco transitada en la literatura española: la de la exploración del mundo interior sin etiquetas, sin didactismos, sin concesiones. En sus libros hay una reivindicación de la complejidad femenina que no pasa por la victimización ni por el heroísmo, sino por el reconocimiento de las zonas oscuras del deseo, del dolor, de la identidad.

El lugar que no se le dio: una autora a reivindicar

A pesar de su talento indiscutible, Adelaida García Morales no obtuvo el reconocimiento sostenido que merecía. Años después de la publicación de estos relatos, su figura quedó semiolvidada en el circuito literario, y su vida personal —marcada por dificultades económicas y un cierto aislamiento— fue objeto de titulares sensacionalistas tras su muerte en 2014.

«Su literatura no fue de modas ni de concesiones, y eso la volvió invisible en un mercado que premia la uniformidad.»

Sin embargo, títulos como El sur o Bene siguen ejerciendo una extraña atracción, especialmente en lectoras y lectores que buscan otra forma de narrar lo femenino, lo espiritual, lo fronterizo. Su obra se sitúa cerca, en algunos aspectos, de autoras como María Zambrano, en la dimensión filosófica del silencio, o de Ana María Matute, en el tratamiento simbólico de la infancia y lo maravilloso. Pero su voz es inconfundible: más quebrada, más oscura, más secreta.

Hoy, cuando se reeditan con éxito voces silenciadas o marginadas del canon —desde Carmen Laforet hasta María Luisa Elío—, el lugar de García Morales en la literatura española debería ser objeto de una revisión crítica más justa. Porque no solo escribió bien: escribió lo que no se estaba escribiendo, abrió puertas hacia otros modos de contar, de sentir, de pensar.

El sur seguido de Bene es un libro breve, pero de largo eco. No se presta a lecturas rápidas ni a interpretaciones simples. Pide al lector una disposición especial: la de quien acepta entrar en un mundo sin mapas, guiado solo por intuiciones. Es una obra que exige, pero que también recompensa con una experiencia estética rara: la de una belleza sombría, la de una emoción contenida que se instala y no se va.

«Adelaida García Morales no escribió para ser leída deprisa, sino para ser habitada.»

Rescatar este título no es solo un acto de memoria, sino también un gesto de resistencia contra el olvido editorial. En un tiempo donde lo inmediato parece imponerse, volver a leer a García Morales es una forma de reivindicar otra literatura: la que se desliza por debajo de la superficie, la que no ofrece respuestas, pero deja preguntas abiertas como heridas.

Otros títulos rescatados:  Pulsar aquí

REDACCIÓN por Punto y Seguido

Artículo anteriorPetróleo – Pier Paolo Pasolini
Artículo siguienteRemedios Zafra, Premio Nacional de Ensayo 2025
HOJAS SUELTAS -Periódico Cultural altruista y sin ánimo de lucro- es un espacio único y diverso. No pretendemos ser especiales, simplemente diferentes. Roberto Fernández, Andrés López, PIlar Santisteban, Beatriz Caso, Susana Dieguez y Marcos Gómez-Puertas: Formamos parte, desde diferentes lugares del país, del equipo de Redacción junto a otros muchos. Los seis somos amantes de la cultura y muy especialmente de la literatura, y por fin, decidimos formar el grupo editor «Punto y Seguido» con el que firmaremos todos los trabajos: artículos, investigaciones, reseñas, etc, que redactamos y aparecerán en el periódico.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí