Campos de Níjar – Juan Goytisolo

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MIRADAS DE AUTOR 2

Viaje al otro país interior

Publicado originalmente en 1960, Campos de Níjar es uno de los libros más singulares y valientes de Juan Goytisolo, no sólo por su contenido, sino también por el momento histórico en que fue concebido. Escrito tras un breve viaje por la provincia de Almería, el texto recoge las impresiones del autor ante un territorio extrema y deliberadamente marginado por el régimen franquista: el sureste peninsular, árido, empobrecido, con una población que parecía habitar en los márgenes del tiempo.

Con apenas cien páginas, el libro traza un retrato preciso y desolador de un país oculto dentro del propio país: la España abandonada, la que no se alineaba con el discurso triunfalista de los años del llamado «desarrollismo». Pero Campos de Níjar no es solo una crónica de viaje ni un ejercicio de denuncia; es también una pieza literaria excepcional, escrita con un estilo sobrio y afilado, donde la mirada del autor se transforma en una lente ética y estética para interrogar las fronteras interiores de la España del siglo XX.

El viaje como revelación

Desde las primeras páginas, Campos de Níjar se presenta como un relato de desplazamiento en múltiples sentidos: geográfico, social y también de conciencia. Juan Goytisolo se traslada en coche de línea y a pie por distintas zonas del interior almeriense —Níjar, Campohermoso, Fernán Pérez, San José, Rodalquilar—, pero no viaja como turista ni como antropólogo. Lo hace como un testigo incómodo que quiere ver con sus propios ojos lo que la propaganda oficial oculta: la miseria estructural, la falta de servicios básicos, el aislamiento secular de toda una región.

Su mirada no es neutral. Hay en su tono una tensión entre el respeto por la dignidad de la gente y la indignación ante el abandono institucional. En este sentido, el libro se emparenta con la literatura de denuncia social, pero sin caer en el panfleto ni en la condescendencia. El autor se hace presente, sí, pero también se cuestiona a sí mismo: ¿desde qué lugar se narra? ¿Qué significa observar la pobreza sin poder transformarla?

Este posicionamiento ético es uno de los grandes logros del texto. Frente a la tentación de exotizar el paisaje y a sus habitantes —como a menudo hizo la literatura de viaje del XIX—, Goytisolo opta por una prosa contenida, atenta a los detalles, sin adornos innecesarios. La escritura se convierte en un acto de escucha y de visibilización.

La frontera interior: geografía del olvido

La elección de Níjar y sus campos como escenario no es casual. A finales de los años cincuenta, esa zona del sudeste español representaba una de las regiones más empobrecidas de Europa. La aridez extrema, la falta de infraestructuras, el éxodo rural constante y la represión política habían configurado una realidad al margen de cualquier relato de progreso. Y, sin embargo, formaba parte del mismo país que proclamaba su modernización.

En Campos de Níjar, esa realidad se impone con crudeza. Las descripciones del paisaje —pedregoso, casi lunar— se entrelazan con imágenes de pueblos sin agua corriente, sin escuelas, sin médicos. Los habitantes, resignados y orgullosos a un tiempo, cuentan sus historias al viajero con una mezcla de desconfianza y hospitalidad. La frontera, aquí, no está en el mapa sino en la desigualdad. El «desplazamiento» del autor no es sólo un movimiento físico, sino un viaje a una España que, pese a su cercanía geográfica, se encontraba fuera del imaginario nacional dominante.

Goytisolo denuncia esa fractura sin aspavientos. Basta con la observación precisa, con el diálogo breve, con el contraste entre lo que se ve y lo que no debería ser. En este sentido, el libro funciona también como un documento histórico de primer orden, que ilumina con claridad un territorio y una época deliberadamente oscurecidos.

Un estilo que observa y calla

Formalmente, Campos de Níjar es un texto híbrido: crónica, cuaderno de viaje, ensayo breve. No hay trama, apenas personajes, y sin embargo, el ritmo narrativo no decae. Esto se debe, en buena parte, al estilo característico de Goytisolo en esta etapa: una prosa limpia, sin retórica, que confía en la fuerza de la observación. El narrador adopta una posición baja, sin imponerse a lo observado, dejando que los detalles hablen por sí solos.

No obstante, la escritura nunca es meramente descriptiva. En las frases cortas, en las repeticiones, en los silencios, se filtra una tensión constante entre lo real y lo intolerable. El autor camina, pregunta, escucha, pero sobre todo mira. Y esa mirada, al no ser neutra, se convierte en una forma de intervención. La literatura, para Goytisolo, es una herramienta para mostrar lo invisible, para hacer oír las voces que no suelen llegar a los centros de decisión ni a los salones literarios.

En este sentido, el libro anticipa muchas de las preocupaciones que recorrerán la obra posterior del autor: la crítica al nacionalismo español, la atención a las periferias, la desconfianza hacia los discursos oficiales, la búsqueda de una ética de la escritura. Campos de Níjar marca, de hecho, un punto de inflexión en su trayectoria, que pronto le llevará al exilio voluntario y a una escritura cada vez más experimental y comprometida.

Testimonio y literatura

Una de las virtudes más notables de Campos de Níjar es su capacidad para conjugar el valor testimonial con la exigencia literaria. El libro documenta una realidad concreta —la situación de una comarca olvidada en la España franquista—, pero lo hace desde una conciencia estética precisa. No hay aquí artificio ni afectación, pero sí una voluntad de estilo que se manifiesta en la estructura rítmica de las frases, en la construcción de las escenas, en la elección de cada palabra.

Esta tensión entre testimonio y literatura es también una forma de interrogar el lugar del escritor en la sociedad. ¿Qué puede hacer la literatura frente a la injusticia? ¿Qué legitimidad tiene el que narra si no comparte las condiciones del que sufre? Goytisolo no resuelve estas preguntas, pero las deja abiertas de forma honesta, a través de una escritura que ni estetiza el dolor ni lo instrumentaliza.

La figura del viajero que recorre Níjar se configura así como una conciencia en movimiento: una subjetividad que observa y se interroga, que no se conforma con constatar, sino que problematiza su propia mirada. Esta autorreflexividad, inusual en la literatura testimonial de la época, otorga al libro una profundidad ética y estética singular.

Resonancia contemporánea

Más de sesenta años después de su publicación, Campos de Níjar conserva una vigencia sorprendente. Aunque el contexto ha cambiado —la comarca ha vivido una transformación radical, con el auge de la agricultura intensiva y el turismo—, muchas de las preguntas que plantea siguen abiertas: la persistencia de las desigualdades territoriales, el olvido institucional de ciertas zonas rurales, la mirada condescendiente hacia el “sur” dentro del propio país.

Pero más allá del contexto concreto, el libro plantea una cuestión central: cómo narrar la diferencia sin exotizarla, cómo observar sin dominar, cómo hacer literatura sin traicionar la realidad. En una época donde las fronteras se han reconfigurado y el desplazamiento es una constante —por necesidad, por deseo, por exclusión—, la mirada de Goytisolo ofrece una lección de rigor y de honestidad que sigue siendo ejemplar.

Además, Campos de Níjar se ha convertido en una referencia fundamental para múltiples disciplinas: desde la antropología al urbanismo, desde la historia social al periodismo literario. Su influencia puede rastrearse en obras posteriores que han intentado recorrer, desde la literatura, los márgenes de la España oficial. En este sentido, el libro no solo documenta un viaje, sino que inaugura una forma de mirar y de escribir.

Conclusión: una ética del desplazamiento

Campos de Níjar es mucho más que una crónica de viaje: es un ejercicio de desobediencia literaria, un gesto de apertura hacia lo otro, una denuncia sin estridencias. En sus páginas, Juan Goytisolo no solo retrata un territorio olvidado, sino que interroga el concepto mismo de frontera: ¿qué separa el centro de la periferia?, ¿quién decide lo que merece ser narrado?, ¿cómo se construye la exclusión?

A través de un viaje breve pero profundo, el autor traza una cartografía moral de la España de su tiempo, que sigue resonando en el nuestro. Con su prosa clara y su mirada penetrante, Campos de Níjar se convierte en un testimonio imprescindible sobre la dignidad de lo marginal, y sobre el deber —nunca cómodo, nunca simple— de mirar allí donde otros prefieren no ver.

REDACCIÓN

Punto y Seguido

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