El pasado 29 de junio, la Bienal de Arte de Venecia cerró sus puertas con una escena tan insólita como tensa. Un colectivo italiano, Essere Animali, irrumpió en el pabellón de Austria arrojando pintura roja biodegradable sobre la instalación central de la artista Eva Schlegel, para denunciar el uso de pieles animales en la moda contemporánea, uno de los temas tangenciales de la muestra.
El personal de seguridad evacuó parte del pabellón mientras la dirección de la Bienal emitía un comunicado defendiendo «la libertad de expresión artística sin coacción externa». A pesar del incidente, la 60ª edición de la Bienal ha registrado cifras históricas: 815.000 visitantes entre abril y junio.
Esta edición se recordará por su enfoque en la «hibridación digital» y la interactividad, con propuestas como la realidad aumentada de Refik Anadol o el pabellón español, comisariado por Agustín Pérez Rubio, que ha explorado la memoria poscolonial y el lenguaje audiovisual expandido.
Redacción