Denuncias por trabas institucionales al Orgullo Vallekano y otros actos culturales comunitarios
Durante la semana del 8 al 14 de junio de 2025, la ciudad de Madrid ha vuelto a ser escenario de tensiones en torno a la celebración de actividades culturales con contenido reivindicativo. En particular, diversos colectivos vecinales y entidades LGTBI han denunciado lo que califican como una “represión encubierta” por parte del Ayuntamiento, al dificultar o impedir la celebración del Orgullo Vallekano, también conocido como TETA Fest (Tardeo, Encuentro, Transformación y Acción), previsto para el fin de semana del 15 de junio en el distrito de Puente de Vallecas.
Según han informado medios como El País y Público, los organizadores del evento aseguran que el consistorio madrileño ha retrasado deliberadamente la concesión de permisos, y ha interpuesto nuevos requisitos técnicos y administrativos a última hora, imposibles de cumplir en tiempo y forma. Estas trabas han obligado a modificar el formato del evento, cancelar conciertos y reconfigurar parte de las actividades previstas. Desde la plataforma organizadora se ha denunciado que estas decisiones no responden a criterios técnicos, sino a una voluntad política de limitar el uso del espacio público para manifestaciones culturales con contenido social, feminista o queer.
Esta estrategia, según afirman los colectivos afectados, no es un caso aislado. A lo largo de 2025, diferentes festivales de barrio, encuentros vecinales y actividades culturales con vocación crítica han visto peligrar su realización por exigencias burocráticas desproporcionadas, cancelaciones de última hora o ausencia de apoyo institucional. Todo ello dibuja un panorama preocupante para la cultura independiente en Madrid.
Desde el Ayuntamiento, el área de Cultura —dirigida por el PP con el respaldo de Vox— ha negado cualquier intención represiva y ha argumentado que los permisos deben ajustarse a la normativa vigente. No obstante, varios colectivos han replicado que en anteriores ediciones del TETA Fest —al igual que en otros eventos similares como San Femines o el Vallekas Negra— la colaboración institucional era fluida y los trámites administrativos se resolvían con mayor celeridad.
“Lo que está ocurriendo —ha declarado a El Salto Diario una de las portavoces del Orgullo Vallekano— es que se está aplicando una forma de censura suave. No te prohíben directamente, pero te ahogan entre papeles, peticiones técnicas, plazos imposibles. Y eso acaba siendo un obstáculo insalvable”. Esta situación, añaden, atenta contra el derecho a la cultura, reconocido en el artículo 44 de la Constitución Española, y vulnera principios básicos de equidad territorial y acceso democrático al espacio público.
Numerosas asociaciones culturales de base han mostrado su solidaridad con el TETA Fest, al tiempo que alertan de un cambio de paradigma en la gestión cultural municipal: mientras se incrementan los recursos para grandes eventos con patrocinio privado, se recortan o dificultan los proyectos comunitarios de pequeño y mediano formato. En palabras de miembros de la asociación AV Vallecas: “Estamos viendo cómo se privilegian modelos culturales comercializados, de escaparate, mientras se invisibiliza la cultura de barrio que genera tejido social y sentido de pertenencia”.
Este conflicto ha llegado también a la esfera política. El grupo municipal de Más Madrid ha exigido explicaciones al equipo de gobierno de Almeida y ha pedido que se garantice el libre desarrollo de eventos como el Orgullo Vallekano. Desde el Ministerio de Cultura, el ministro Ernest Urtasun ha expresado su preocupación ante lo que considera “una deriva excluyente y restrictiva en algunos gobiernos municipales” y ha ofrecido diálogo para garantizar que se respete la libertad cultural en todos los niveles institucionales.
La represión encubierta en Madrid, como han calificado varios medios, plantea una cuestión de fondo sobre quién decide qué tipo de cultura se puede expresar en el espacio público. En este sentido, el caso del Orgullo Vallekano no es solo un conflicto administrativo, sino un síntoma de un modelo cultural que algunos consideran regresivo y excluyente. La respuesta ciudadana, la movilización vecinal y la repercusión mediática han visibilizado un problema creciente: la fragilidad del tejido cultural comunitario frente a los vaivenes políticos.
Equipo de Redacción.