Doble «D» Capítulo 4

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Desde el apartamento, Diego mantiene una conversación telefónica.
—Está bien Diego, puedes venir a la Central —respondió Curtis, Jefe de Operaciones y numero 3 de la Agencia “GH & Asociados”—, pero quiero que te deshagas inmediatamente de ese teléfono.
—En cuanto terminemos la conversación.
—Perfecto. Uno de nuestros agentes especiales pasará a recogerte conduciendo una moto dentro de media hora, te llevará hasta un punto de encuentro y desde allí, otro te acompañara hasta la Central.
—De acuerdo. ¿Donde le espero? ¿Le conozco?
—No, y el a ti tampoco. Sería razonable que llevaras algo para que pudiera identificarte.
—Claro. Compraré un ramo de flores blancas. ¿Te parece bien?
—Vale, espera en la esquina con José Abascal, en dirección este. Se bajará la cremallera de su chaqueta con la mano derecha, así podrás reconocerle.
—Muy bien. Gracias numero tres.
Recogió todas sus pertenencias, las metió en una maleta pequeña, miró el reloj de muñeca y calculó el tiempo que necesitaba hasta llegar a la esquina referenciada después de pasar por una floristería.
Se paró en la acera, frente a un semáforo y la entrada de vehículos de un aparcamiento subterráneo, que cerraba la visión de cuantos vehículos bajaban en dirección este. Se retiró unos pasos para observar de lejos como se acercaban, paraban y arrancaban coches, motos y toda clase de vehículos al llegar al paso regulado. Miró su reloj y comprobó que solo restaban dos minutos para el encuentro con el agente enviado por la Central.
Una moto Honda, conducida por alguien cubierto con casco y traje de cuero negro, bajaba circulando pegado a la acera izquierda de la calle José Abascal. Unos metros antes de llegar donde él se encontraba, el motorista soltó el mando derecho y se bajó la cremallera de la chaqueta, después puso de nuevo la mano en el puño del acelerador y continuo la marcha hasta llegar a la altura del encuentro. Diego advirtió la señal y comenzó a caminar hasta el paso de peatones que acababa de abrirse para los vehículos. El motorista aminoró la marcha, llevó su mano derecha dentro de la chaqueta y extrajo una pistola automática. Con ella comenzó a disparar en dirección a Diego, que advirtió como alguien caía al suelo gritando de dolor, al alcanzarle una de las balas dirigidas a él. Tiró el ramo de flores que sujetaba y alcanzó casi arrastrándose, la valla de la entrada al aparcamiento. Evitó la ráfaga de proyectiles que impactaron en los cristales de puertas y escaparates de una Agencia de Seguros destrozándolos. La gente corrió asustada a refugiarse detrás de coches aparcados. Diego desde el suelo, comprobó como el motorista siguió disparando hasta acabar el cargador. Luego, como se alejó con suficiente velocidad para atravesar el Paseo de la Castellana e introducirse posiblemente en el túnel que le llevaría hasta la Autopista A-2.
Enseguida se oyeron sirenas anunciadoras de la presencia de ambulancias y coches patrulla de la policía. El se rehízo del ataque, comprobó su ropa manchada, se palpó el bolsillo donde guardaba la documentación, recogió la maleta y comenzó a caminar en dirección oeste. No sabía donde dirigirse. Estaba solo, sin amigos ni conocidos. No podía volver al piso franco, posiblemente estarían esperándole para finalizar la acción iniciada poco antes. Comprobó de cuanto dinero disponía en efectivo y resuelto, paró en el primer quiosco de prensa para comprar algún periódico de Madrid.
Dos horas después, tras llamar por teléfono, visitaba un estudio amueblado en una calle céntrica de la ciudad. Más tarde volvería a la agencia inmobiliaria para firmar el contrato de arrendamiento.
—He venido desde Santa Cruz de Tenerife buscando trabajo en Madrid —dijo al empleado de la inmobiliaria.
—¿Puede dejarme su documento de identidad?
—Claro.
—¿Qué nombre y apellido tan poco común?
—Tenga en cuenta que soy canario, descendiente de guanches.
—No había conocido antes a ningún Derque Abrante.
—Bien, dígame donde debo firmar y por favor entrégueme las llaves, debo comprar algo de comida y descansar.
—Entiendo, señor Abrante, discúlpeme.
Diego, con su nuevo nombre Derque, regresó con la maleta al estudio recién alquilado, sacó lo poco que en ella llevaba y encendió el televisor, necesitaba conocer detalles de cuanto había ocurrido horas antes. Esperó y a las nueve de la noche y escuchó la reseña:

La policía no ha confirmado aún si el tiroteo ocurrido esta mañana obedece a un ajuste de cuentas entre alguna banda mafiosa, o se trata de algún atentado terrorista. Los heridos, ninguno grave, fueron atendidos en diversos centros hospitalarios. Les recordamos que recientemente se produjo un hecho similar en Estados Unidos, donde fueron asesinados varios transeúntes por alguien, que también disparó desde una moto. En casos como este ciertas mentes tratan de emular asesinatos ocurridos. Podría ser algo similar. Seguiremos informando.

Continuó viendo las noticias, aunque su mente fue incapaz de desviar la atención en averiguar la razón que tendría la Agencia para intentar eliminarle. Se prometió descansar, tener su mente limpia de cuantos acontecimientos le sujetaban, y así, poder tomar decisiones una vez tranquilizado. Buscó una cafetería donde comer algo y más tarde regresó al estudio, cerró con llave y se acostó vestido sobre la cama.

En el despacho del comisario.
—Es extraño que no aparezcan identificadas las huellas de la mujer encontrada por la Guardia Civil. Posiblemente será extranjera —mencionó Roberto.
—Es posible —señalo Pinillas— también he comprobado en la base de datos de extranjeros controlados en cada una de las Comunidades. Exceptuando aquellos que entraron como turistas y todavía no se han dado de alta como residentes, y tampoco hay coincidencias.
—Y respecto a la pareja de Carabanchel, ¿que ha ocurrido con ellos?
—Tampoco tenemos huella alguna, ni restos de cabellos o comida. Nada, absolutamente nada. Es más, en el contrato de arrendamiento firmado, se cita un documento de identidad, que no corresponde con el nombre dado. Posiblemente se confundió al escribirlos. Según dijo el propietario del piso, quedó en entregarle una fotocopia del carné, aunque no lo hizo. Estoy seguro que no quiso pedírselo después de que le pagara la renta de un año por adelantado.
—¿Que información nos han facilitado los de S & P?
—Ninguna más de la ya teníamos. Joven matrimonio que conocen los asesinados en el viaje a Brasil. Hacen amistad allí y la continúan en Madrid. Después son invitados a la boda, algo natural. El resto de información los sitúa, a ella en la Clínica Miralnorte. He comprobado los datos y en efecto, trabaja allí, pero se ha ausentado pidiendo unos días de licencia sin sueldo. La esperan dentro de quince días. El al parecer, estaba pendiente de enviar sus últimos trabajos a una editorial. Hablé con el responsable e igual que su mujer, les pidió unos días más para acabarlos y enviárselos, adujo debía salir fuera de Madrid por un asunto familiar. No creo que puedan ser los asesinos.
—Ya. Pues es mucha coincidencia, aunque según señala la Guardia Civil, encontraron unas huellas cerca de la tapia, supuestamente de un hombre, dado el tamaño del pie. Seguiremos investigando. Bien, Ignacio ¿que has encontrado?
—Además de la coincidencia en el interés por comprar la empresa de robótica en Brasil por parte de Lasso y Corona, hablé con uno de los gerentes del último, después de que Pinillas me proporcionara algunos datos económicos. Al parecer existen unos pagos sin aclarar desde hace tiempo con una agencia de publicidad.
—¿Has continuado la investigación?
—No. No lo juzgué relevante. Aunque sí que lo mencionara el gerente. Me pareció un asunto para tratar en su empresa, no con nosotros. Sin embargo, insistió, le he pedido nos proporcione una copia de los documentos, si los tenía. Parece ser que el asunto lo llevó personalmente el presidente del grupo, señor Corona.
—Continuar con lo que tenéis entre manos. Aunque me gustaría conseguir algo positivo para hacer venir al responsable de la Agencia S & P, acordé con ellos que vendría de observador un tal Ismael Frutos.
—De acuerdo jefe.
—Por cierto, Pinillas, toma esta tarjeta y llama al periodista que vino el otro día. Ponte de acuerdo con él y ayúdale en lo que puedas, se lo prometí.
—Le llamaré.

Dos personas conversan.

—¿Como has podido fallar?
—No lo se. Tal vez una valla cercana impidió que algunos de los disparos le alcanzaran.
—Ahora lo hemos perdido —insistió Curtis enfadado—. Debo ponerlo en conocimiento de Uno y Dos. Veremos que deciden.
—Lo siento de veras. Nunca había fallado.
—No te inquietes. Te llamaré en cuanto hable con ellos.
Minutos después comentaba con sus superiores Hernández Valiño y Gordon.
—¿Como se te ocurrió ordenar su eliminación? Todavía no había cumplido el ciclo.
—Lo sé, pero insistía mucho sobre su compañera. Creo que habría descubierto nuestro protocolo si le hubiera dejado regresar a la central.
—¿Estas seguro?
—Totalmente. Además, sabéis como yo, que no pudieron con él los ejercicios de sometimiento. Tiene una laguna y sospecho que encierra recuerdos vivos, no virtuales como todos los demás agentes.
—¿Qué tienes pensado para recuperarlo o eliminarlo?
—Creo que prepararé a un equipo femenino y lo enviaré en su búsqueda. Supongo que está en Madrid. Estoy rastreando su equipo de transmisión, ya que el móvil supongo que lo habrá destruido tal y como le pedí, antes del intento.
—Bien, tennos al corriente, y por favor, busca a otro eliminador para esta misión, a este sácale de la agencia inmediatamente.
—Claro Gordon.

El periodista hizo entrada en el santo santorum del inspector Pinillas.
—Muchas gracias por llamarme inspector Pinillas —señaló Eulogio Pariente—, le agradezco sinceramente me permita utilizar algunas de sus bases de datos. Por cierto, ¿han identificado ya a la joven que encontraron en El Escorial?
—Aun no, suponemos que debe ser extranjera emigrante.
—No lo crea. Puede ser, pero no lo crea.
—¿Por qué lo dice?
—Verá, según la teoría que vengo manejando desde hace tiempo, la mayoría de los secuestrados lo fueron siendo niños, es decir, aún no tenían la edad suficiente para solicitar el documento de identidad. Dentro de mi tesis si esos niños han crecido durante su cautiverio, no tendrán ninguna identificación de huellas.
—Pero no sé, es una elucubración que apenas puede sostenerse. Lo lamento.
—No importa inspector, después de tantos años estoy acostumbrado a similares respuestas.
—Disculpe, pero no alcanzo a comprender.
—Sostengo desde hace años, que los niños desaparecidos fueron secuestrados por alguien y alguna razón oculta. Le enseñaré todos los estudios que he realizado, gráficos, así como algunos detalles significativos. Siempre salieron de pueblos pequeños. En ellos la policía se ocupa poco de las desapariciones y menos aún de los secuestros. Las edades son similares tanto en niñas como en niños. Sus familias son de clase media baja, con pocos medios y situados en poblaciones alejadas de grandes núcleos urbanos o de capitales de provincia. Las desapariciones se realizan como si alguien hubiera trazado un itinerario, vea —dijo mostrando una serie de gráficos—, para después iniciar esporádicamente otros más cortos.
—Parece interesante todo esto, señor Pariente.
—Lo es, no dude que lo es. Y aún más para las familias que esperan recuperar a sus hijos desde hace años. No se han encontrado cadáveres que nos hagan pensar son de esos niños. Las adopciones no se ajustan a las características de los desparecidos. Es posible que alguno haya podido atravesar nuestras fronteras, pero insisto en que todo obedece a un controlado y sistemático plan. Prueba de ello es, que cada cierto tiempo, dos años para ser más exactos, los supuestos viajes de desapariciones, entendámoslo como secuestros, vuelven a producirse otros con características similares sobre niños y niñas de las mismas edades.
—¿Y ha tenido algún éxito con sus investigaciones?
—Ninguno hasta el momento. Pero seguro que algún día aparecerá algo o alguien que nos permita alcanzar uno razonable.
—Entonces si le parece, vamos a introducir en una de mis bases de datos, las cadenas de ADN de sus «desaparecidos». Más tarde intentaremos buscar alguna coincidencia.
Durante más de una hora, Pinillas escaneó bajo parámetros de su base de datos, los resultados del periodista. Más tarde tuvieron que hacer lo mismo con las fotos virtuales de los mismos niños, actualizando su edad, ajustándola a la que pudieran tener en el momento actual. Las introdujeron en otra base de información con un vide referenciado y una nota señalando: En caso de coincidencia avisar a Eulogio Pariente.
—Ahora ¿Qué prefiere buscar primero, ADN o fotos?
—Lo que usted quiera inspector.
—Entonces veamos los ADN.
Pinillas pidió coincidencias con las recientemente incorporadas y pulsó búsqueda. Esperaron unos minutos hasta que saltó una. El pulso del periodista se aceleró al fijarse en la pantalla que parpadeaba ¡COINCIDENCIA AL 100 %!
—¿Y Ahora?
—Buscaremos a quien corresponden las coincidencias. No tardaremos nada. Pero no se impaciente.
Solicitó los expedientes coincidentes.
—Espere aquí, no se mueva, y por favor, no toque nada de mis aparatos y ordenadores.
—De acuerdo inspector.
Corrió hasta el despacho del comisario Hernán Carrillo con las notas reseñadas en papel de la impresora.
—¿ A que viene tanta prisa Luis?
—Acabo de averiguar la identificación de la mujer muerta en El Escorial.
—¿Cómo?
—Estoy con el periodista. Hemos metido las cadenas de ADN de sus desparecidos, luego empezamos a buscar coincidencias y mira —dijo mostrándole las fichas.
—¿Se trata de una niña que desapareció en 1989?
—En efecto, jefe. Por eso no teníamos sus huellas. Carece de documento nacional de identidad, de lo contrario habría salido la coincidencia en nuestra base general. Se llama Beatriz Rondo Márquez. Ella y sus padres son de un pueblo de Zamora, Rosinos de Requejada, al norte de la provincia, en la zona de Sanabria.
—¿Lo sabe el periodista?
—No, está esperando la confirmación, pero sí que existe una coincidencia con alguno de sus buscados.
—Te acompañaré para que le informes.
Salieron del despacho y se reunieron con el periodista que esperaba ansioso.
—Buenas tardes comisario. Supongo que tiene algo que decirme. Aunque antes debo agradecerle muy sinceramente, me haya permitido disfrutar de este momento. Nadie hasta ahora hizo nada por nosotros. Gracias a ambos.
—No hay por qué, Eulogio. Según me dice Pinillas han encontrado una coincidencia.
—Eso parece.
—Debo pedirle algo antes de nada.
—Claro comisario lo que quiera.
—Que guarde confidencialidad de cuanto oiga y vea en esta sala. No permitiré que salga fuera de aquí información alguna.
—Prometido comisario. No se preocupe no haré uso de cuanto vea o escuche.
—Pinillas, haz el honor por favor.
—Se trata de una de sus niñas, Beatriz Rondo Márquez, la desaparecida de Rosinos de Requejada. La mujer joven aparecida muerta en El Escorial, es ella.
—Ya es mala suerte. La primera que encuentro y aparece muerta.
—Pero la ha encontrado, Pariente. Eso es bueno, muy bueno, diría yo.
—Lo es sin duda, pero no lo suficiente. No se como podré informar a sus padres.
—Pariente, me ha prometido no decir nada a nadie. Por ahora no dirá ni comunicará nada.
—Me refería a cuando pueda hacerlo comisario.
—Sigamos por favor.
—Ahora, —pidió Pinillas— necesito que contrastemos el resultado obtenido por su programa de virtualidad fotográfica, con la que tenemos de la fallecida. Mientras usted aplica su sistema, yo rectificaré el mío.
Roberto esperó a que ambos hombres trabajaran en sus respectivos programas. Al poco tiempo sacaron sus resultados. Pinillas con la foto del rostro reanimado, tras configurar y eliminar las heridas causadas por el accidente, y Pariente, con la virtual de Beatriz niña.
—Haga el favor de ajustar el color del cabello —pidió Pinillas al periodista— y el peinado, que sea más o menos como en esta.
—¿Ajusto el tamaño al de la suya?
—Si es posible, sí, por favor.
Tras terminar las maniobras sacó una copia por impresora y la entregó a Pinillas. Roberto tras observar detenidamente ambas fotos, exclamó:
—No hay duda alguna, las dos fotos son coincidentes. Ahora tenemos el rostro de la mujer. Deberías entregársela a Ignacio para que hable con los de la Agencia “S & P”, así veremos si era empleada del establecimiento donde se celebró la fiesta.
—Claro, ahora mismo saco dos copias y las entrego.
—¿Puedo preguntar algo, comisario?
—Depende.
—¿De que se trata todo esto?
—Estamos investigando un doble asesinato cometido en el Castillo de Viñuelas. Coincidentemente la mujer aparecida muerta cerca de El Escorial, tenía restos de una tarjeta del Castillo. Pero no lo utilice en su periódico.
—No señor, no se preocupe. Al periódico solo llevo algo cuando termino la investigación.
—Estupendo, pues meta todo esto en el mismo cesto de confidencialidad. Creo que me entiende ¿Verdad?
—Si señor. Es más, si quiere puedo trabajar para usted. Le debo algo muy importante y creo que merece le pague con mi trabajo.
—Se lo agradezco, pero por ahora no necesito más investigadores, y sobre todo no puedo contratar a personal ajeno al Cuerpo de Policía. Lo siento.
—No necesita contratarme. Lo haré por la ayuda que me están prestando, que seguro aumentará dentro de poco.
—Si es así, aprovecharé que un agente de S & P vendrá como observador, para incluirle a usted como otro más. ¿Le parece bien así?
—Es más de lo que podría esperar comisario. No se arrepentirá.
—En eso confío señor Pariente. Ahora si no le importa, termine con Pinillas, luego le agradecería que no se marchara muy lejos, tal vez le encargue algo.
—De acuerdo comisario, y, gracias por todo.
Pinillas se mantuvo unos minutos con el periodista. Mientras, Roberto con las copias de las fotos encargó a Dobles gestiones cerca de la Agencia “S & P”.
Eulogio Pariente al llegar a su domicilio, lo primero que hizo fue acercarse hasta el «museo de los niños perdidos», recogió la carpeta de Beatriz y junto a la “D” de desaparecida, señalo al lado una “F” equivalente a fallecida. Luego cerró la carpeta, suspiró y abandonó la habitación.
La mañana se presentó inicialmente con el cielo despejado, sin embargo poco después de salir de la comisaría, Dobles recibió un importante chaparrón que le obligó a regresar y recoger un vetusto paraguas. Poco más tarde y empapados los bajos del pantalón y los zapatos, entraba en las oficinas para España de la Agencia Security & Privacy. Le recibió Fernando Merino, responsable general zonal.
—Ya veo que se ha empapado señor Dobles.
—Sí, no he tenido suerte hoy.
—¿En que puedo ayudarle?
—Me gustaría ver las fichas de todos sus empleados, así como de cuantos trabajaron en la fiesta. Debo contrastar sus fotos con la de una mujer.
—Ahora mismo inspector, acompáñeme por favor.
Salieron del despacho y tras atravesar un espacioso vestíbulo, pasaron a las dependencias del lado derecho de la planta.
—El encargado de las bases de datos nos las mostrará inmediatamente. ¿Podemos escanearla para que sea más sencilla la búsqueda?
—Por supuesto —señalo Dobles ofreciéndole una de las copias.
—En unos minutos nos dirá si corresponde a alguien conocido.
Esperaron mientras tomaban un oloroso café de cafetera automática. Antes de acabar la búsqueda, Ismael Frutos hizo entrada en la sala como consecuencia de la llamada recibida de su superior.
—Buenos días inspector.
—¿Qué tal?
—Ya veo que han descubierto algo.
—En eso estamos.
—¿Y se puede saber a que obedece la búsqueda?
—Claro. Recientemente se encontró el cadáver de una mujer y coincide que llevaba restos de una tarjeta del Castillo de Viñuelas. Pensamos que podría ser alguna persona contratada, o bien empleada de su agencia.
—¿Señor Merino? —pidió el técnico informático.
—Dígame.
—Hay una coincidencia en la búsqueda. Se trata de una mujer recientemente investigada.
—Saque la ficha por impresora por favor.
—Si señor.
Enseguida la mostró al inspector Dobles.
—Se trata de Rosario Alcudia López, esposa de Diego Martín Landa.
—Podría ser más explicito —pidió Dobles.
—Claro. Investigamos a la pareja que nuestro cliente y su esposa conocieron en Río de Janeiro. Así esta previsto en nuestro protocolo de seguridad que contrató el señor Lasso. Se conocieron en el avión, luego volvieron a verse en el mismo hotel. Durante su estancia ampliaron sus contactos hasta convertirlos en amistad. Fueron invitados a la boda, y precisamente ellos fueron los únicos que salieron antes de acabar la fiesta. El señor Lasso llamó personalmente para indicar que sus amigos saldrían antes de tiempo por un asunto familiar que les obligaba a abandonarla.
—Muchas gracias. ¿Podría facilitarme la foto de su marido?
—Por supuesto. Ahora mismo. ¿Luis puedes sacar una copia al inspector?
—Si señor, ahora mismo.
—Señor Frutos, agradeceríamos su incorporación en calidad de observador a nuestra equipo de investigación. Así me lo ha pedido el comisario.
—¿Señor Merino?—dijo solicitando autorización.
—Sin problema Ismael, adelante ya me ocupo yo de lo necesario.
Dobles acompañado por Frutos, regresó a la comisaría. Después de saludar al comisario, el observador quedó a cargo de Pinillas.
—Roberto, supongo que piensas como yo ¿verdad?
—Eso me parece. ¿Has decidido enviar la foto a todas las comisarías verdad?
—Por supuesto. Veremos si tenemos suerte y conseguimos localizarlo. ¿Crees como yo, que tiene algo que ver con la muerte de Lasso y su esposa?
—Desde luego. Adelante. Es más, daré orden de busca y captura. Coméntaselo a Pinillas y que meta ambas fotos en su sistema. Los nombres y apellidos.
—¿Leíste los informes que te pase ayer? —preguntó Dobles.
—Sí, precisamente tenía intención de ir a ver de nuevo al señor Corona.
Media hora después Roberto Hernán Carrillo se sentaba frente a Alberto Corona.
—¿Cómo van las investigaciones señor comisario?
—Bien, abriendo nuevas rutas y muy ocupados con ellas.
—¿Que le trae por aquí?
—Me gustaría saber por qué llevó usted directamente las gestiones con una agencia de publicidad llamada «GH & Asociados».
Nada más escuchar la frase, el señor Corona frunció el ceño y miró inquisitivamente al comisario.
—Son asuntos completamente privados.
—Explíquese por favor. No entiendo la privacidad si los pagos son realizados y aplicados contablemente por una de sus empresas.
—Le repito que es un asunto totalmente privado. Yo mismo hice el encargo. Se trata de un estudio de mercado para Europa.
—¿Sobre?
—Robótica.
—Entiendo. ¿Puedo ver alguna factura o documento de ese encargo?
—Me temo que no los tengo aquí en este momento. La confidencialidad me obligó a llevarlos a mi domicilio particular.
—Comprendo, señor Corona, pero sería importante conocer esos detalles.
—Entonces esta tarde los tendrá a su disposición.
—Perfecto.
—Pero,comisario, ¿que le hace investigar sobre ese aspecto precisamente?
—Nada en especial. Es fruto de la inquietud que tenemos los policías cuando algo aparece borroso en un proceso de investigación, queremos desechar cualquier tipo de sospecha, cuadrar cuanto rodea al caso.
—Si que son puntillosos entonces.
—Y que lo diga. Pero así es mejor ¿No cree?
—En efecto.
—Entonces ¿le parece bien que vuelva esta tarde, a última hora si puede ser?
—Naturalmente.
—No le entretengo más. Y por favor, no elucubre ni conjeture más de lo debido, verá como todo esto solo obedece a un interrogante que pusieron mis inspectores.
—De acuerdo, comisario.
—Nos veremos esta tarde.
Mientras tanto, Pinillas junto a Esperanza Miró, el periodista y el observador de “S & P”, trataba de adecuar y posicionar cuanta información aparecía. Dobles por su parte, y tras la lectura de los informes económicos sobre las empresas del fallecido Lasso, se disponía a realizar una serie de consultas con alguno de sus directores y gerentes. Antes había lanzado la foto de Diego Martín Landa, a todas las comisarías y comandancias de la Guardia Civil, con orden de búsqueda y captura como sospechoso de cometer dos asesinatos.

Derque Abrante, alias Diego Martín Landa, estaba dispuesto a llegar hasta el final. Se propuso descubrir la razón y motivo del intento de asesinato por parte de la Agencia. Durante los días siguientes diseñó un modelo de actuación, tal y como le enseñaron, se creó una historia alrededor de la personalidad adoptada, a sabiendas de que la propia Agencia, tendría la seguridad de que ya lo habría hecho. Días antes, nada más llegar al piso franco, preparó la nueva documentación, buscó en internet nombres y apellidos, se hizo fotos con el rostro y gestos forzados, eliminando su recortada barba, para confeccionar los documentos necesarios. No abrió cuenta bancaria alguna, únicamente se acercó a una sucursal de Caja de Canarias y canjeó la mayor parte de su efectivo en cheques de viaje y tarjetas de uso, por tiempo y cantidad limitadas con su nuevo nombre. Ahora debía rastrear las llamadas realizadas y recibidas desde su teléfono. Adquirió un nuevo móvil de tarjeta y comenzó a preparar la búsqueda.

Renato Pavone, hombre sin escrúpulo alguno, fue el encargado de reclutar a los futuros agentes. Acostumbrado como estaba a recorrer la Italia profunda, donde los jóvenes abundaban cubiertos de miseria, faltos de cualquier tipo de cultura, pasando todo tipo de calamidades, incluida sobre todo, el hambre. Mantuvo el criterio de reclutarlos entre ese característico y especial tipo de gente.
Para conseguir el oportuno número de candidatos, recorrió junto a un equipo formado por seis hombres, los pueblos y aldeas más recónditos de España, comprobando la situación de sus comunicaciones, su número de habitantes, posibilidades de trabajo del sistema policial y judicial. Comprobaron la precaria situación de medios con que contaban la Comandancias de la Guardia Civil, para las búsquedas que deberían afrontar. También la poca disposición de la Judicatura a ese tipo de hechos y los limitados medios económicos con que contaban para atajar lo que se les avecinaba. Concluyeron que los pueblos pequeños, aldeas, incluso algunas pedanías, eran un importante trigal para segar y completar sus actividades.
Un primer grupo era la avanzadilla, marcaban y señalaban familias y candidatos dentro de la edad ideal. Un segundo grupo preparaba la actuación, señalando las mejores fechas en que debía entrar y acabar la acción, por último cerraba la operación el tercer y definitivo grupo dirigido por Renato Pavone.
Hasta la fecha en que se llevaron a Venancio, doce habían sido los embates realizados, doce los jóvenes que como el, serían objeto de drástico cambio en sus vidas. Renato y quienes le ordenaban tales secuestros, se habían convertido en una especie de dioses, capaces de dirigir y completar como videntes absurdos, el futuro de aquellos niños y niñas.
—Tal vez sería necesario que habláramos con tus padres —le dijeron— ¿Qué te parece?
—¿Y eso por què? —preguntó Venancio.
—Juegas muy bien al balón, y hay equipos de primera división, que estarían dispuestos a prepararte en su cantera.
¿Y eso está bien?
—Pues claro que está bien. Pero tenemos que hablar con tus padres, ellos deben decidir.
—Pero, es que a mi me gusta jugar al fútbol y tal vez a ellos no les guste lo que ustedes dicen.
—Ya lo hemos visto. Aunque te advierto, que si llegas a venir con nosotros tendrás que estudiar mucho, y estar alejado de tus padres durante una temporada —le dijo uno de los hombres.
—Bueno, hablen con ellos. Estarán en mi casa, si quieren puedo ir con ustedes.
—No es necesario, si nos dices donde es iré yo, mientras tanto mi compañero y tu podéis terminar de pescar alguna trucha en esas pozas, luego te enseñará algunas fotos que tenemos en la furgoneta.
—¿De equipos de fútbol?
—Eres un chico bastante listo. Dame las señas y dentro de un rato hablaré con tus padres.
Se acercaron hasta la furgoneta, dejaron las cañas de pescar y las cestas con cebos y demás aparejos, e invitaron a Venancio a que viera un álbum de fotos.
Mientras la criatura estaba confiada viendo fotos de futbolistas famosos, algunas con niños de su edad, vestidos con camisetas de su club predilecto, uno de los hombres de Renato puso un paño empapado sobre su rostro tapándole nariz y boca, obligándole a respirar su contenido. Segundos después Venancio, como si de un muñeco se tratara, dejó caer el álbum y su cuerpo resbaló inanimado sobre uno de los asientos traseros del furgón.
Lo extendieron y cubrieron con una manta, después le inyectaron el contenido de una jeringuilla. Se despertó una hora después de llegar a la Granja en Los Molinos. Seis meses después volverían de nuevo a por la otra pieza prevista. Una niña llamada Maria, de la misma edad que Venancio. En aquella ocasión Renato se hizo acompañar por dos jóvenes y esbeltas mujeres, capaces de pasar por modelos.

Julia Chamizo, Paz Arteta y Marina Segura, salieron del edificio donde estaban las oficinas de la Agencia “GH & Asociados”. La atractiva Julia, fue designada para dirigir la misión de localizar a Diego, y encargada de conducir el nuevo escarabajo Volskwagen de color verde pistacho con asientos de cuero blanco.
Tenían preparado un apartamento amueblado cerca del Paseo de la Castellana, en uno de los edificios de la calle Rafael Salgado. Metieron el coche en el garaje y desde el ascensor, accedieron a la octava planta. Se instalaron nada más entrar y minutos después Julia abría el ordenador para comunicar con el jefe de operaciones.
—Estamos instaladas y dispuestas para iniciar la misión.
—Bien, comiencen a moverse separadas por diferentes puntos de Madrid. Estableceremos comunicación diaria.
—De acuerdo. Cierro comunicación.
—Bien, fin de la transmisión.
Julia se dirigió a sus compañeras entregándoles la foto de Diego en la que aparecía con barba, con instrucciones de separarse y buscarle en los focos de atracción de Madrid.
—Nos veremos por la noche. Ahora cada una a buscar con paciencia y rigor.
—De acuerdo —respondieron Paz y Marina.

Venancio recordó durante días, el trance pasado hasta que le mintieron diciéndole estaba en una de las muchas instalaciones deportivas de un importante equipo de fútbol de primera división. También lo hicieron al comunicarle que sus padres estuvieron de acuerdo en ello y que vendrían a verle cada quince días.
Fue obsesivo con el trabajo que comenzó a desarrollar, aunque algunas noches lloraba recordándolos. Sus compañeros, como el, permanecieron engañados y sus recuerdos fueron poco a poco mutilándose merced al constante ejercicio provocado por las instrucciones y sesiones dirigidas por el grupo de psicólogos y manipuladores del centro.
Cuando transcurrieron los primeros quince días y no vio a sus padres, su mente se refugió en recuerdos vivos sobre ellos, de compañeros de colegio, de su amiga Maria y otras gentes del pueblo, no quería olvidar sus rostros, creyó que así los mantendría vigentes. Tal vez advirtió el engaño e inconscientemente, formó una capa interna capaz de evitar los bombardeos dirigidos por el equipo médico, evitando entraran en su cerebro. Consecuentemente, consiguió mantener intactos los recuerdos más importantes guardados hasta entonces.
Sus guardianes lo advirtieron, sin embargo, supo soslayar los ataques dirigidos durante los dos primeros meses. Apenas lloró recordando a su familia, y supo mantener la duda en quien le preparaba, sobre si consiguieron o no eliminarlos. Lo que jamás olvidó, fue las caras de sus secuestradores. No obstante poco a poco comenzaron a debilitarse hasta desaparecer.
Los años pasaron sin advertir que dejó de ser niño para convertirse en un joven capaz y preparado intelectual y físicamente. Pasó por todos los estadíos a que le sometieron. Su preparación la asumió como algo ineludible, aunque mantuvo suficientes dudas sobre el comportamiento de la supuesta Agencia Estatal para la que según le dijeron estaba trabajando.
Algún día sabré que pasó con mis padres, luego buscaré a quienes me trajeron aquí, después me ocupare de quien dirigió los pasos hasta llegar a mi y porqué lo hicieron. Mientras tanto, seguiré preparándome para ser el mejor, un numero uno. Esta frase se la repitió cada mañana, nada más abrir los ojos e iniciar las jornadas de preparación.
Cuando estuvo listo, acompañó a otros agentes en varias misiones como simple observador, como toma de contacto. Al finalizar, recibió su definitivo bautizo y realizó su primera misión como ayudante en Alemania, la segunda en Holanda junto a una de sus mejores compañeras Rosario, de quien casi llegó a enamorarse, pese a que las relaciones entre agentes estaban prohibidas.

© Anxo do Rego. Todos los derechos reservados.

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Narrador. Fundador, director y editor de la extinta editorial PG Ediciones. Actualmente asesora y colabora en las editoriales: Editorial Skytale y Aldo Ediciones, del Grupo Editorial Regina Exlibris. Director y redactor del diario cultural Hojas Sueltas. Fundador en 2014 de una de las primeras revistas digitales del género negro y policial «Solo Novela Negra». Participa en numerosas instituciones culturales. Su narrativa se sustenta principalmente en la novela policíaca con dieciséis títulos del comisario del CNP, Roberto H.C. como protagonista, aunque realiza incursiones en otros géneros literarios, tales como la ficción histórica, ciencia ficción, suspense y sentimentales. Mantiene su creatividad literaria con novelas, relatos, artículos, reseñas literarias y ensayos.

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