Proclamación de Donald Trampa como presidente de los EE.UU. en Washington. Para disimular de espía, Lota cambió de identidad. Le dijo a Lito:
—A partir de ahora me llamaré Clara, ¿está claro?
—Claro, Clara —repuso Lito.
Lota iba muy guapa vestida de sirvienta. Lito aprovechó y le dijo:
—Amar es no tener que decir “te quiero”.
—Así no es, carcamal —le dijo Lota—. No sabes nada.
Y le soltó un sopapo ante toda la comitiva internacional. ¡PLASSS!
—Anda, dame un besito muy grande —añadió Lota de cachondeo.
—¿Un BESITO muy grandeeeee? Madre mía, ¿y eso cómo es?
Los embajadores mundiales reían, Lito enrojeció, se le ocurrió decir:
—Mi padre nunca tuvo sexo. Era casto y puro. Entérate.
—Y tú naciste por generación espontánea —repuso Lota—. Ahora lo entiendo.
Se dedicaron a servir la cena a los cientos de comensales. Lota dijo:
—Lo principal de una cena es la comida.
—Y lo principal de nosotros debería ser el sexo —replicó Lito.
¡PLOFFF! Lota le empujó y lo echó sobre la sopera llena de sopa.
Entró Donald Trampa vestido de chaqué, ya presi. Lito le dijo a lo chulapo madrileño:
—Yo tengo solo tres nombres: FE-LI-PE.
—Y yo solo te haré tres cosas —le dijo Trampa.
¡POM! ¡POM! ¡POM! Le dio tres patadas en el trasero y le echó de allí. Lito llegó rodando hasta Lota, quien le ayudó a sentarse en el suelo y le dijo:
—Querido Hipólito, descansa en paz.
—Vaya, ¿tan pronto quieres matarme? —repuso Lito.
Volvieron ante Donald Trampa para robarle. Trampa les dijo:
—Desde ahora os aplicaré una lógica aplastante.
—No sé qué es eso —dijo Lito—. Pero suena bien.
¡BLOMM! La enorme caja fuerte de acero les cayó encima, desde el techo, accionada por Trampa con un resorte. Lito y Lota quedaron planos cual hojas de papel. Lota dijo:
—¿Por qué no te tomaste las pastillas para la memoria?
—Es que se me olvidóóóóó —dijo Lito.
Llegó el embajador italiano y le dijo al presi Donald Trampa:
—Yo me llamo Peppino, y doy pepinos.
Mas entró Lito, vestido de etiqueta de embajador de Hispania, y dijo:
—Pues yo me llamo Trajano, y doy por…
¡PTAFFF! Donald Trampa le envió a volar de un puñetazo. En esto entró el embajador japonés, Yokito Tukara, vestido de rey mago y ofreció oro, incienso y mirra.
—Mira, mira, es mirra —dijo Lota.
—¿Y qué diantres es la mirra? —dijo Donald Trampa.
Apartó la mirra de su lado de un manotazo y le regaló el quemador de incienso a Lito, pero el incienso se evaporó en seguida por los aires. Trampa dijo:
—Y para mí todo el oro, jajajajaja.
Trampa guardó el oro en su cámara acorazada. Lito le siguió, Trampa cerró la cámara acorazada y Lito quedó encerrado dentro. Dos ojos claros le miraban fijos en la oscuridad.
—Ahhh —dijo—. Es Donald Trampa, que me persigue.
Encendió la luz: Era un búho. Lito cogió una escoba que había apoyada en la pared y le dio un escobazo. ¡PLACA! El búho le devolvió un picotazo en la nariz. “¡GREEEEK!”.
Lito vio un ratoncito bonito en el suelo. “Por fin algo agradable”. Lo acarició y… “¡UAHHH!”. Era un erizo, que encrespó sus púas al sentirse tocado.
Lito le soltó una patada, pero… “¡AHHH!”. Se lo clavó también en el pie.
Con los gritos, le sacaron de allí. Volvieron al salón. Lito y Lota iban vestidos de Santa Claus. Trampa se sentó en las piernas de la atractiva Lota para pedirle sus regalos.
La cocinera también comía, el enfermero enfermó, el enterrador murió, mintieron al mentiroso Trampa, estafaron al estafador, mataron al asesino, ¡robaron el oro al ladrón!
Ya harto, Donald Trampa les apuntó con su arma y dijo:
—Esto es un atraco. Que nadie grite ni se mueva.
“¡OAHHH!”. Todos los invitados y sirvientes corrían de aquí para allá chillando. Lito chocó con el gran árbol de Navidad, que cayó de lleno sobre Trampa. ¡BLOMM!
Manuel del Pino