Lota empujó a Lito, ¡pooom!, se dirigió a un gendarme y le dijo:
—Oiga, señor guardia, ese tipo me está siguiendo.
—No me extraña, melena castaña —repuso el gendarme.
“¡BRRR!”. Lito volvió a acercarse, Lota le dijo:
—Tú nunca te comiste una rosca con una guapa.
—Pero tuve —replicó Lito— algunas NO novias estupendas.
Lota agarró a Lito por el cuello, “¡gjjjhhh!”, y le dijo:
—Puedes elegir, ¿prefieres tragar mierda, o tragar mierda?
—Vale —repuso Lito—, pues elijo tragar mierda.
Entraron en la mansión de Bárbara Reina. Lito dijo:
—Como me insultes más, cojo la puerta y me voy.
Lota le llamó cenutrio, así que Lito cumplió su amenaza: agarró la puerta de entrada, la sacó de los goznes, se la cargó a las espaldas y se fue por la calle con la puerta encima.
Después volvió enfurruñado. Se puso las alas que le había proporcionado Solana, el genio de la Informática, y comenzó a volar hacia la mansión de Bárbara Reina.
—Estoy volando —dijo—. Creías que me iba a estrellar, jajajaja.
¡POMM! Se la pegó contra el poste de teléfonos y resbaló lento hasta el suelo.
En el jardín, Juancar preparaba una paella para Bárbara Reina. Juancar dijo:
—Un momento. ¿Que Hitler era nazi? Noooo. ¡Buahhh!
Bárbara Reina le secó las lágrimas con un pañuelo y le dijo:
—¿Qué heróscopo eres? Yo creo mucho en los heróscopos.
—Sí, yo también prefiero oros y copas, jugando a las cartas.
Ángel Listo junior les grababa escondido tras un rosal. Al moverse, se pinchó con las espinas. “¡UAHHH!”. Juancar se dio cuenta, le golpeó con su muleta en el coco. ¡PLOCK!
—Yo soy un princeso —dijo Juancar—, así que no quiero una reinona.
—Pues yo, una relación 50%-50%, nada. Tú me lo curras todo.
Ángel Listo se hacía el desmayado en el suelo. Juancar se santiguaba.
—¿Qué pasa —le dijo Bárbara Reina—, no te gustan los funerales?
—No —replicó Juancar—, yo no asistiré ni a mi propio entierro.
Bárbara Reina lanzó a Ángel Listo tal patada, que el joven salió volando por el aire cual muñeco de trapo, saltó la valla y por suerte cayó de pie en la calle. ¡PLOM!
—Está bien ser un poco malo jejeje —dijo Bárbara Reina.
—Entonces está mal ser muy bueno, ¿no? —repuso Juancar.
Bárbara Reina quería hacerse la culta ante el rey.
—A mí me gusta mucho visitar las academias y los ateneos.
—Sí, ATENEOS a las consecuencias, que te matoooo. —Juancar volcó la paellera como si fuese una catapulta y puso a Bárbara Reina de arroz hasta los ojos.
Lito entró corriendo en la mansión, sacó su pistola, se topó con todo un ejército de guardaespaldas armados, pero les apuntó primero. Les dijo:
—Soltad las armas. No lo volveré a repetir.
Y todo el ejército de guardaespaldas dejaron sus armas en el suelo obedientes.
Mas a Lito le cayó en el coco, desde el cielo, un palomino de una paloma. ¡PRTZZZ! “¡AHHH!”. Lito apuntó al cielo. ¡BANG! En lugar de la paloma, se precipitó del cielo un enorme avión Boeing 707 y aplastó de lleno a Lito. ¡BLOMM!
Al entrar luego Lito al jardín para robar las cintas, se topó con un rottweiler atado en su perrera. “¡GRRR!”. Lito se acercó y lo acarició cariñoso. Le dijo:
—Hola, perrito, me encantan los perros. Ven aquí, guapo.
Se apoyó en la perrera y… ¡CRASHHH! Hundió todas las tablas sobre el rottweiler. “¡AINGGH!”. Le dejó con un gran chichón en la cabeza. Lito se largó de allí disimulando.
Corría haciendo eses. Detrás de él, Lota le dijo:
—¿Qué te pasa, es que estás borracho?
—Pues lo peor —repuso Lito—, es que NO estoy borracho.
Arrojó una colilla a un charco del suelo, para apagarla… y resultó que era un charco de gasolina. ¡FLOASHHH! “¡UAHHH!”. Quedaron chamuscados perdidos.
Para remediarlo, Lito le pidió a Lota que le “enseñara a follar”. Lota corrió tras él, le hizo dar mil vueltas alrededor de la fuente y luego le soltó cien guantazos. ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS! “¡AHHH!”. Con la cara hinchada y roja, Lito le dijo:
—Bueno, está bien, yo ya no quiero follar más.
© Manuel del Pino