Si me preguntan qué obra ha marcado mi vida o carrera, mis recuerdos planean con alas raudas hasta posarse en mi infancia. Siempre he sentido fascinación por el cine. Recuerdo que con no más de siete años mis padres me llevaron a ver en la gran pantalla “Runaway brigada especial” de 1984. Una obra futurista donde las máquinas reemplazaban en diversas tareas a los hombres. Sentía que me trasladaba dentro de la misma película. Llegó la escena más inquietante para esa pequeña Verónica del pasado con derroche de imaginación. El momento de las arañas metálicas amenazantes, que ascendían por las puertas y atacaban a una persona inyectándole ácido. Acabó la película y no dejaba de pensar en esas escenas aterradoras que me fascinaron. Quería ver más obras que me pusieran los pelos de punta. Historias para no dormir de Ibáñez Serrador las disfrutaba sentada sobre la inmensa alfombra del salón. Sentía el miedo de aquellas series de terror con intensidad, pero con la misma intensidad lo disfrutaba. Mi gusto y tendencia por el género de terror comenzó supongo en mi infancia. Cuando me preguntan por mi película favorita tengo siempre dos en mi interior. La de las arañas metálicas, así es como la nombraba yo, siempre será una de ellas por ser la primera. La otra nada tiene que ver con este género, pero fue responsable de aumentar mi pasión por el cine.
Sólo diré “Lo que el “miedo” se llevó.
Verónica Vázquez