Esto en Noruega no pasa [Manuel del Pino]

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Samara Faltó e Íñigo Nieve desayunaban viandas exquisitas en un yate de lujo en Dubái. Íñigo Nieve decía que añoraba Hispania. Samara Faltó repuso:

—¿En Hispania, trabajar y madrugar? Oigh, qué súper asco.

Le dio instrucciones Samara al oído a Lito, el mayordomo, quien dijo:

—¿De verdad busca usted un semental, estando con Íñigo?

Semental no, que busco tener un día sentimental, so palurdo.

Y le arrojó mantequilla a la cara, haciendo catapulta con la cucharilla. ¡PLASSS! Lito se la relamió. Por su parte, al ver llegar a la flamante camarera Lota, Íñigo dijo:

—Mmmh, qué rico desayuno. Co-co-co cómo como.

—Vaya —repuso Lota—, pareces una gallina.

Había en cubierta un loro espía en su jaula, colocado de incógnito por Vamp-Hitler, quien apareció vestido de chambelán, para ver lo que le contaba el loro, pero este dijo:

—Gjojojo. Vamp-Hitler es un necio. Su bigotito parece un trapecio.

“¡GRRR!”. Vamp-Hitler le dio un sopapo a Lito, sabiendo que el loro lo había oído de él. Para enmendar y fardar ante los señores, Lito dijo que había estado en Harvard.

—Madre mía —dijo Samara Faltó—, ¿estudiaste en la mega Universidad de Harvard?

—No —replicó Lito—, que estuve en las calles de Harvard pidiendo limosna.

“¡PUAJJJH!”. Samara Faltó le empujó con desdén y le tiró al agua. ¡PLOFFF!

En el hotel 7 estrellas de Dubái había un concurso de disfraces originales. A Lota se le ocurrió vestir una oveja de abeja, con rajas negras y amarillas. “¡Beee! ¡Beee!”.

Lito no quiso ser menos y se aplicó a vestir una abeja con un trajecito de oveja. La que se lio. “¡BZZZ!”. La abeja revoloteó, echó a todos y le picó a Lito en la frente.

—Tranquilo —le dijo Lota—. Nada de NERVIOOOOS.

Para presumir de pijo, Lito cazó una salamanquesa y se la puso en el pecho, sobre la camiseta, fingiendo que era de marca. Lota se acercó a ver, la salamanquesa se movió y…

“¡AHHH!”. Lota se llevó un gran susto y le dio a Lito un bofetón.

En venganza, Lota le sirvió a Lito una tapa de pimientos fritos, cortesía de Quintero el Cocinero… que en realidad eran guindillas ultra picantes. Lito los probó por alardear y… “¡OAHHH!”. Echó tanto fuego por la boca, cual dragón, que chamuscó a Lota su melena.

Lota, de los nervios, pidió consulta con el doctor Morel, le preguntó:

—Doctor, ¿qué puedo hacer para no tener tantas resacas?

—Pues no bebas tanto alcohol, tragona —le dijo Morel.

Se acercó Íñigo Nieva, copa en mano, le confesó a Lota que le encantaba su timbre de voz, y también su cuerpo entero, le atraían e incluso le perturbaban. Le dijo:

—¿No podrías ponerte un burka y estar sin decir una palabra?

¡PLASSS! Menuda torta se llevó Íñigo, su copa voló por los aires. En esto se presentó el gran Napoleón, a quien le hablaron maravillas de Lito como buena persona.

—Sí —dijo Napoleón—, pero ¿tiene suerte?

¡BLOMM! Lito cayó por la escalera, destrozó la vajilla y salpicó a Napoleón.

Tuvieron que volver deprisa a Hispania con las manos vacías. Lito puso una tienda para sobrevivir, con el letrero: “CARNES Y PECADOS”. Al verla, Lota le dijo:

—Querrás decir “Carnes y Pescados”, so mendrugo.

—No —repuso Lito—, lo escribí pensando en tus carnes y mis pecados.

¡PLAFFF! Tortazo al canto, por salido, que hizo a Lito girar en el aire. Llegaron dos clientes, dos tipos liberales que le propusieron hacer un trío. Lito dijo:

—Oighh, qué asco, hacerlo con dos hombres, yo no soy gay, soy mariquita.

Y se fue moviendo la mano y las caderas hasta la calle. Allí, una pareja discutía a gritos, pero no se entendía muy bien lo que decían. Lito se acercó y les dijo:

—Perdona, ¿por qué regañáis en concreto, si puede saberse?

¡PTAFFF! El tipo le soltó un puñetazo en el ojo, que se lo dejó morado entero. A raíz de eso, Lito decidió declararse a Lota. Ella le hizo la cobra y le empujó al suelo.

—Bueno, pero no te vengas abajo, ¿ehhh? —le dijo.

Un vecino vendedor de teléfonos móviles ayudó a Lito a levantarse y luego le dijo:

—Este móvil de 200 euros, te lo rebajo a 100.

—Nooo, ¿es que me ves alguien rebajado? Yo valgo mucho, pagaré los 200.

El vendedor le arrojó el móvil a la cabeza. ¡PLOFFF! Lota se acercó y le dijo:

—¿Es que te crees todo lo que oyes, botarate?

—Claro —repuso Lito—, si no, esa persona estaría mintiendooooo.

Lota le zumbó un puñetazo en el coco y enterró a Lito en el suelo. ¡POMM!

Se echó mano Lito al enorme chichón y se quejó con amargura:

—Arghhh. En el cielo no hay na. Si arriba hay algo, que me mande una señal.

En el borde del tejado, una paloma se alivió a gusto y… ¡PRRRTZ! Puso el cabello y la camisa de Lito perdidos de cachuleta blandurria. Lota aguantaba la risa.

—Bueno —dijo Lito—, yo… me vuelvo de vuelta.

—Entonces —repuso Lota—, yo me subo para arriba.

Actuaba el grupo tecno Bonaparte, Lito y Lota se ofrecieron de seguratas. Lito dijo:

—Para mí, la música son solo tres grupos: Bonaparte, Bonaparte y… Bonaparte.

Sandra Bonaparte les contrató. Actuaron en televisión. Lito llamó por teléfono:

—¿Sandra? Quiero ver tu empanadilla. Te como la empanadilla de Móstoles.

Lito colgó y entró en el plató para proteger a su ídolo, más bien acosarla. Sandra se quitó las braguitas y se las puso a Lito por la cabeza. “¡AHHH!” … “¡MMMH!”.

—Te secuestraré y te llevaré a un pueblito de montaña para hacerte cosas.

—Pero si ya vivo allí, so merluzo —repuso Sandra Bonaparte.

La policía llevó a Lito a declarar ante un juez muy serio, Lito le dijo:

—La verdad, me parece usted un tío legal.

—Grrr —repuso el juez—, graciosillo el chico, ¿eh?

Le sacudió con todo el mazo de madera en la cabeza. ¡PLOMM! Lito, y Lota por cómplice, acabaron en prisión, destripando terrones con mazo a trabajos forzados.

—¡BRRR! —dijo Lota—. Cuando salga me iré a Noruega, esto allí no pasa.

© Manuel del Pino

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