La casa de alquimia

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LA CASA DE ALQUIMIA.

Vestidos de turistas, Lito y Lota visitaron La Casa de la Alquimia, para convertir metales en oro. Era el sur en agosto. Íñigo el Científico les hizo una demostración: Cascó un huevo en el suelo y se frio solo. ¡CRIS! ¡CRIS! Lo recogió con una espátula y dijo:

—Coman, está sabroso, ahora haré patatas fritas en el fregadero.

“¡PUAJJJH!”. Lota le estampó a Íñigo el huevo en los morros.

Hacía tanto calor, que los líquidos de los tubos en ensayo se evaporaron solos. ¡FLOP!

—Mira —dijo Íñigo el Científico—, igualito que mi cartera.

“Je, je, je”. Lito le devolvió la cartera, sudando de vergüenza y de sopor.

Para más inri, había un pulpo flotando en un matraz.

—Eh, ese pulpo está vivo —dijo Lota.

—No se preocupe —repuso Íñigo—, en un minuto ya verá.

Sacó el pulpo, lo dejó sobre la encimera y se asó en un instante.

—Oarghhh —dijo Lota—. Yo eso no me lo como.

—Vámonos a una heladería —dijo Lito—. Aunque mejor no, hace demasiado calor.

Íñigo el Científico apareció vestido de Jedi con espada láser roja, chamuscó a Lito el trasero para asustarle y quedarse con Lota, pero esta adujo que la espada quemaba más aún.

Entonces Íñigo llamó a un helicóptero de emergencias, que se puso sobre la azotea y… ¡¡RRRH!! Fue el ventilador que levantó por primera vez un poco de aire.

Se presentó de incógnito Donald Trampa con sus guardaespaldas. Dijo:

—Oí que aquí hallaron la fórmula de la piedra filosofal.

¡BANG! ¡BANG! Lito, vestido de pistolero, con un revólver en cada mano, le disparó a los lóbulos de ambas orejas, para presumir de puntería. Le dijo:

—No, pero yo sé hacer agujeros para los pendientes.

Creía que, por su gran puntería, le ficharían en el séquito de Trampa como escolta. Lo que ocurrió fue que le agarraron los guardaespaldas y le pusieron bocabajo, sujetándole de los pies, hasta que de los bolsillos de Lito cayó la última cerilla al suelo.

Luego colocaron a Lito contra la pared y, ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Dibujaron su silueta en el muro a fuerza de disparos. A Lito se le salía el corazón por la boca.

—Lota —dijo—, por favor, ayúdame, que me matan.

—Eso está hecho —repuso Lota—, ayudaré.

Tomó una ametralladora y, ¡RATATATATA! Disparó a la enorme lámpara que había sobre Lito, la lámpara se le desplomó sobre la cabeza. ¡CRASHHH! Dejó a Lito sentado en el suelo, con un chichón enorme, la lengua fuera y las piernas abiertas.

—Muchas gracias por la ayuda —dijo—, eres un primor.

Lota reía como una hiena. Trampa volvió con las orejas vendadas. Después, todos los turistas iban con sendas orejas vendadas, en homenaje al gran Donald Trampa.

Otros se hacían tatuajes con la figura de Trampa y sus agujeros ensangrentados en las orejas, levantando el puño en señal de triunfo. “¡FIGHT!”. “¡FIGHT!”.

Muy agradecido, Trampa invitó a todos a un chupito curativo de lejía.

Al oír que estaba allí su rival americano, acudió Joe Bidón, aun estando muy viejecito, andando con un bastón. Tropezó, salió despedido y se la pegó contra Donald Trampa, ¡CLOCK! Apañaron sendos enormes chichones en el coco. Lito le dijo:

—Su choque con Trampa fue un accidente, ¿verdad?

—Nunca lo sabremos —repuso Bidón—. Estoy desmemoriado ya.

Al ver a la hermosa Lota, Bidón rejuveneció, correteaba tras ella como un mozo. Lota se hartó, le sopló a la cara y Bidón se desplomó como un tronco cortado. ¡BLOMM!

Los turistas alrededor jalearon a Trampa, le llamaban ganador. Lito dijo:

—¿Vosotros sois los trampistas o los tramperos?

—No te pases, que te pasas —le señaló Trampa con el dedo acusador.

Los escoltas levantaron a Bidón, le sentaron en una silla de ruedas, automática a propulsión. ¡BROMM! Bidón condujo hasta los tubos de ensayo alquímicos.

—Lo que yo necesito es el elixir de la eterna juventud —dijo.

Había en el laboratorio un sarcófago de pie, con momia milenaria egipcia dentro. Trampa agarró a Bidón, le encerró en lugar de la momia dentro del sarcófago y nadie se dio cuenta, pues pensaron que esa momia inmóvil era el mismo Joe Bidón.

—Yo sí necesito la piedra filosofal para fabricar oro —dijo Trampa.

—¿Por qué no fabricas mejor un tonel de viagras? —le dijo Lota.

Trampa la persiguió por el laboratorio, para demostrarle que estaba hecho un toro. De tanto correr y sudar con el calor, perdió 30 kilos, se quedó hecho un figurín. Echó mano a Lota, pero esta se apartó y Trampa agarró la turbina de electricidad, “¡UAHHH!”.

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