Después de la derrota

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Me leo todos los libros de Paco Gómez Escribano de tirón desde Yonqui (2014) a este último, DESPUES DE LA DERROTA. Lo hago porque disfruto como un enano debajo de la falda de una princesa o algo así. Con esto me ahorro entrar en disquisiciones acerca de la escritura de PGE porque ya he reseñado en plan serio, o esa era mi intención, quiero decir en plan intentando meter el bisturí, varios, si no todos, de sus libros para revistas del ramo. Empero, como ahora dedico el tiempo a otras cosas, intento ahorrarme la palabrería típica y mal pagada de las reseñas resumiendo mi entusiasmo por un libro con palabras de agradecimiento al autor. En fin, que PGE no defrauda nunca con su estilo directo como pocos, coloquial en vena, o más bien cheli o cañí, que se decía antes y no sé yo si todavía se puede decir así. Porque si hay algo que cambie a una velocidad que ya ni siquiera es acorde a las correspondientes generaciones, eso es la jerga urbana dado su carácter intrínsecamente dinámico y mutable como todo lo que es propio de la calle, siempre tan necesitada de nuevas expresiones, eufemismos, giros y demás recursos del lenguaje, tanto para hacer más asequibles los términos y conceptos de la modernidad que la gente del común incorporamos a nuestra cotidianidad, como para rebajarles la solemnidad que muchas veces los acompaña. Todo esto al mismo tiempo también con dotes ingentes de lirismo e ironía. Porque tengo una sospecha y la quiero compartir con todos ustedes: Paco Gómez Escribano es ante todo un poeta metido a narrador por la razón que sea.

En cualquier caso, realismo y lirismo entreverados a lo largo que cada párrafo, una mezcla en apariencia inverosímil que funciona a la perfección en manos de PGE a la hora de poner en escena las malas vidas de los personajes de su particular «territorio mítico», su parcela literaria ambientada, o inspirada, en su Canillejas natal. Pues eso, humor negro, ritmo y desenfreno, mugre y ternura a partes iguales, nihilismo de barrio, retrato de una época y un entorno.

A PGE se le ha dicho hasta el aburrimiento que lo suyo en literatura es lo que el cine de quinquis de los setenta y ochenta de Eloy de la Iglesia. Cada vez estoy menos de acuerdo, es algo mucho mejor, sobre todo más elegante y enjundioso. Y aunque, para qué negarlo, aunque los personajes de esta última novela puede que me recuerden demasiado a los de otras porque, al fin y al cabo salen de la misma cantera, la verdad es que otros como el prota, el periodista alcoholizado en plena deriva, te recuerdan más a los personajes de Bukowski con su visión descarnada de la vida de la inmensa mayoría de los donnadies y una muy literaria épica de la derrota. Qué decir del resto de los personajes de la novela, todo un ramillete de vidas que más pronto o más tarde van a parar al sumidero de una sociedad inmisericorde con todo aquel que no puede o no sabe cuál es su sitio dentro del redil.

En fin, una gozada saber que siempre tienes a mano un autor con su propio estilo y mundo para reconciliarte con la cosa esta tan baqueada y cada vez menos reconocible de la verdadera literatura.

© Txema Arinas. Todos los derechos reservados.

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