¡Espia ruso!

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Ya en la calle, Lota esquivó una larga escalera de mano apoyada en la pared, donde arriba trabajaba un electricista en la fachada. Lota le previno gritando a Lito del peligro, pero Lito pasó bajo la escalera en la acera, y siguió andando muy campante.

—¿Ves como no ocurre nada? —dijo—. Eres una supersticiosa.

Y justo después cayó en una alcantarilla abierta por las obras. “¡UAHHH!”. Tuvieron que sacarle con una grúa. Lito apestaba, cubierto de detritus hasta las cejas.

Luego pasaban por Las Ramblas, buscando incautos a los que desplumar. Lito sentía mucho fresquito en la tripa y en las piernas. Se miró hacia abajo.

—¡Ahhh! Me han robado a mííííí, la cartera, el pantalón y hasta la camisa.

Lito corrió por la Barceloneta muy agobiado, fue a esconderse entre los cajones del puerto. Vio un letrero. Se bajó los calzoncillos y se agachó en cuclillas. Un tipo apareció y le propinó un patadón en el trasero que le mandó a volar. Le dijo, señalando el letrero:

—Esto es el CARGADERO de la Barceloneta, no el CAGADERO, ¡so bruto!

Entraron en el gran Bar Celona de la ciudad condal. Lito dijo:

—Espías. Estoy en mi ambiente. Me irá de lujo, ya verás.

Vladimir Patín (o su doble) iba con una chica de muy buen ver. Lito les dijo:

—Perdonen, ¿hacemos un trío? Ahora las parejas quieren ser abiertas.

¡PTAFF! El gigante ruso le dio un puñetazo y le dejó grogui en el suelo. Lito veía estrellas a su alrededor. Sin embargo, Vladimir Patín miró a Lota de arriba abajo y le dijo:

—Qué cuerpazo. Te haré actriz… actriz porno.

¡PAMM! Lota le atizó con su bolso en el coco. Y dentro llevaba un adoquín.

Para resarcirse, Patín pidió que le soltaran un oso amaestrado. Se quitó la camisa, tomó su fusil y se dispuso a dispararle. Mas el oso introdujo una bellota en el cañón del fusil y… ¡¡PANG!! El fusil le reventó a Patín en los morros, le dejó hecho carbonilla negra.

Patín se sumergió en una piscina de agua helada, a lo machote, para limpiarse. En vez de resistir, salió convertido en un enorme cubito de nieve congelado. Lito calentó el témpano con un soplete para sacarle de allí. Al cabo, a Lito también le castañeteaban los dientes.

—Po-por favor —temblaba entero—, que alguien me pase una rebequita.

Acercó para calentarse la mano al soplete, pero demasiado. “¡OAHHH!”.

Se aproximó Donald Trampa (o su doble), burlándose de él a carcajadas. Con mala uva, Lito saludó a Trampa dándole una fuerte palmada en la espalda, mas el americano tenía tantas espaldas, que Lito se jorobó la mano y tuvieron que escayolársela en el hospital.

Como respuesta, Donald Trampa le lanzó a su vez una palmada en la espalda a Lito el enclenque, que le mandó a volar hasta estrellarse contra la pared. ¡POMM!

En la cocina, Quintero el Cocinero freía en la sartén una tortilla de patatas. La lanzó al aire y le cayó sobre la cabeza, huevos y patatas blandos chorreándole.

Se limpió como pudo y, avergonzado, en vez de cocinar bebía copas de vino, pilló una buena cogorza. Entraron Lito y Lota, discutieron entre los tres si Quintero debía hacer una tortilla de patatas con cebolla o sin cebolla. Llegaron a las manos. ¡PATAFF!

En el salón, Vladimir Patín y Donald Trampa demandaban la comida a gritos. Quintero el Cocinero, para dárselas de fino, presentó una gran bandeja, con un pequeño canapé solo en medio, de pan tostado y caviar. Donald Trampa se lo lanzó a la cara.

Quintero llevó platos cuadrados, rectángulos, triángulos, con forma de sombrero o de barco al revés, de colores chillones, o piedras de pizarra. Donald Trampa se tiró de los pelos.

Así que Quintero sirvió platos redondos y blancos antiguos. Ahora Trampa y Vladimir Patín pudieron lanzarse los platos blancos redondos el uno al otro, como discóbolos.

Tampoco puso Quintero cubiertos, sólo palillos chinos. Donald Trampa cogió sus palillos y se aplicó a tocar el tambor en la cabeza de Vladimir Patín.

La comida tardó horrores, sólo tenían bollitos de pan en la mesa. Así que Vladimir Patín cogía miguitas y se las tiraba a Donald Trampa. Por fin llegó la paella. Los granos de arroz estaban tan duros, que los metían en sus bolígrafos para disparárselos. ¡PTUFFF!

Beodo perdido, Donald Trampa le dijo a Quintero el Cocinero:

—¿Por qué me obedeces a todo? ¡Te ordeno que me desobedezcas!

Trampa le fustigó con su látigo. ¡CHASSS! Quintero, nervioso, huyó de allí a cuatro patas, cual cuadrúpedo, volcó la paellera sobre Vladimir Patín, quien cayó sobresaltado en su maletín nuclear y sin querer apretó el botón con el trasero. ¡¡BADABAMMM!

© Manuel del Pino

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