Llamó sin perder más tiempo a la tienda de antigüedades con una preocupación, que ya no tuvieran las temibles tijeras. Respiró tranquilo cuando le confirmaron que seguían bajo la tela negra rodeado de crucifijos en el almacén. Acordó con el dueño el día y la hora en la que se acercaría. Sería el viernes de esa misma semana. El propietario se lo agradeció infinitamente, pero a la vez le previno.
—No despojes en ningún momento la tela negra. Sé por tu amigo que las queréis fundir, y es una excelente idea. Tengo un conocido que trabaja en la empresa fundidora de Santander. Me hará ese favor con la condición de que se las entreguemos en mano. No puede desplazarse dejando su trabajo. Yo no las he dejado tiradas sin más, por el miedo que las cogiera cualquier persona con malas intenciones. Ya que me hacéis el favor de quitármelas de encima, lo tendréis fácil cuando lleguéis a la empresa fundidora. Preguntad por Tomás el encargado. Él se oupará de todo. Yo os abonaré el taxi y daré la dirección de la empresa. No cogeré esas tijeras. Lo siento. Mi mujer soñó con ellas y desde esa noche no duerme bien. Está asustada. Ya han hecho mucho daño a mi entorno. Debes cogerlas tú si quieres llevártelas. No me atrevo ni a rozarlas.
—Este viernes se deshará de ellas. Quédese tranquilo..
Fran llamó esa tarde a Javier. Le explicó todo con detalle pensando que no creería nada. Pero su sorpresa fue mayor cuando escuchó su respuesta.
—Esta noche soñé con ese mago. Saludándome de forma descarada a lo lejos. Su chistera se movía en su cabeza. Me nombró por mi apodo. Y me dijo si quería ver un truco de magia. Dijo que tenía hambre. Alertado me mordí el labio con fuerza hasta notar el sabor de la sangre —dijo Javier con tono asustado.
—Joder. ¿También ha empezado a rondarte a ti? —dijo Fran angustiado—. No podían perder el tiempo.
—Eso creo.
—Escúchame Javi. Pon todas las alarmas posibles para no dormir esta semana hasta que podamos fundir esas tijeras. Hoy es lunes. Te pido que aguantes sin dormir hasta el sábado.
—Solo media hora. Solo dormiré media hora..
—Solo media hora, Javi. Ni un minuto más.
—Te echo de menos Pizza. Nos debemos unas pizzas y cervezas.
—Cuando acabemos con ellas, te invito yo, Barbilla negra —dijo más animado.
—Bien. Te tomo la palabra, Fran —dijo Javier sonriendo.
«Cuando acabemos con ellas amigo, sino acaban ellas antes con nosotros». Pensó Fran con angustia.
© Verónica Vázquez – Todos los derechos reservados.