En «Cuento de Viejas», Arnold Bennett presenta una exploración meticulosa de la vida cotidiana a través de las hermanas Constanza y Sofía, ambientada en una ciudad industrial inglesa. La obra rechaza el dramatismo y el heroísmo, enfocándose en los detalles mundanos y en los cambios sutiles de la vida diaria. Constanza, la hermana responsable, asume el negocio familiar tras la muerte de su padre, mientras que Sofía, la rebelde, persigue una vida más aventurera. Bennett usa sus vidas para abordar temas como la tenacidad y el coraje discreto de las mujeres, desafiando estereotipos de género y destacando el valor de la existencia ordinaria. La novela, contada con el estilo narrativo detallado característico de la literatura británica, invita a reflexionar sobre la importancia y el significado de las pequeñas historias en nuestra vida cotidiana.
Redacción. Enero 2024
Reseña:
Pocas veces nos es dado saber la génesis de una novela, la idea primigenia que asalta al escritor y que lo mueve a convertirla en una obra de ficción. Los autores ingleses han sido curiosamente proclives a revelar sus secretos, y Arnold Benett (1879-1931)nos brindó un buen ejemplo en la que fue su obra maestra, Cuento de viejas (1908). En un jugoso prefacio, de una exquisitez británica, confiesa que cenando en su habitual restaurante parisino, vio entrar una noche a una mujer gorda, informe, fea y grotesca, que inmediatamente fue fruto de las miradas de los clientes por su ridícula forma de comportarse, cargada de paquetitos que continuamente se le caían y dudando entre diversos lugares para sentarse, sin decidirse por ninguno. En ese momento Bennett pensó que esa mujer, de aspecto tan patético, fue un día una joven delgada y quizá bella, posiblemente con un futuro prometedor. En ningún momento habría pensado en su juventud que llegaría a ser aquella mujer risible del restaurante.
Lo interesante de aquella escena es que Bennett interiorizó esa probable vida y pensó que, contrariamente a las novelas al uso, con sus momentos álgidos y sus cimas dramáticas, la vida de aquella mujer, su posible encanto pasado, devino a la actual situación a través de un número infinito de cambios infinitesimales, ninguno de los cuales ella habría percibido, lo que subrayaba el patetismo que desprendía.
Elijo esta anécdota porque la actitud de Arnold Bennett a la hora de escribir Cuento de viejas fue la de darle sentido a las vidas de las personas normales, apartando la tentación de convertir en una heroína a aquella mujer. Este el sentido que debe entender el lector que se enfrente a la novela: no va a leer grandes momentos, vidas interesantes, aventuras desgarradoras que llevan a las personas al camino de la miseria y la degradación, o al camino de la prosperidad a través de un golpe de suerte. El interés de la obra reside precisamente en que durante sus 700 páginas vemos transcurrir la vida tal como es, una rutina de días que parecen unos iguales a otros pero que, si los observamos con cierta perspectiva, ofrecen esos «cambios infinitesimales» a los que se refería su autor en el prefacio.
Para ello imaginó la historia de dos hermanas, desde su juventud hasta su muerte, dos momentos en los que ellas viven juntas, aunque la época central de sus vidas la desarrollen por separado. Para hacerlo más natural, Bennett elige como telón de fondo una ciudad industrial del centro de Inglaterra en la que no pasa absolutamente nada, enfocando la historia hacia una mercería situada en una plaza emblemática del pueblo donde transcurre la modesta vida familiar. En este sentido, las dos hermanas, Constanza y Sofía, viven rodeadas del paisaje, son hijas del lugar y la época en que nacieron: pensar ir a Londres era como ir a Pekín. La belleza de Sofía, la ternura angelical de Constanza y el encanto juvenil e inocente de las dos parecen encuadrarse a la perfección en un tiempo en el que la Providencia todavía se ocupaba de los asuntos cotidianos de todo el mundo y preveía el futuro de la manera más extraordinaria.
Dos hechos cambiarán en distinta medida ese futuro previsible de las hermanas: para Constanza, joven responsable y hogareña, la muerte de su padre, le hará hacerse cargo del negocio familiar y casarse con el encargado de la tienda, el señor Povey, ejemplo de joven tranquilo, tímido, reservado, aburrido y obstinado, absolutamente leal, absolutamente eficiente en su esfera, sin brillo, sin distinción, de mentalidad estrecha.
Por otro lado, para Sofía, la rebelde de la casa, la aparición de un viajante proveedor de artículos para la tienda, apuesto, guapo, cortés, galante y amable, supondrá un giro en su vida al quedar prendada de él y decidir escaparse del hogar familiar a una aventura que parece brillante y esperanzadora pero que desde el principio queda reducida a cenizas, cenizas que perseguirán a Sofía hasta que otro hecho nada fabuloso haga salir de su interior el verdadero carácter que llevaba oculto bajo la sumisión femenina normal en la época.
En este sentido, la obra de Bennett es un ejemplo de la defensa de las mujeres como motor de la vida, como ejemplo de tenacidad y pragmatismo. Quede claro que sólo la lectura atenta de la novela puede llevarnos a esta conclusión, pero conforme se avanza en el libro aparece con claridad la postura del escritor, sin maniqueísmo de ningún tipo: el foco de atención de la vida de las dos hermanas son ellas mismas por derecho propio. No es que el heroísmo sea cosa de hombres, sino que la cotidianidad, lo que hace que el mundo siga avanzando de generación en generación es el coraje discreto de las mujeres, sin que por ello haya que caer en falsos feminismos ni ridículas discusiones sexistas.
La historia de Constanza y Sofía es contada sucesivamente, de manera que en la primera mitad del libro (salvo los episodios introductorios en los que aparece la familia al completo) se refieren a la tranquila vida de Constanza, con su marido y su hijo, y la segunda parte (salvo los últimos capítulos) corresponderán a las peripecias que sufre Sofía por conseguir, primero la supervivencia, y después la conquista de una vida digna auspiciada por su fuerte carácter y tenacidad.
Aparentemente, una historia tan poco atractiva a primera vista podría espantar erróneamente el interés del lector, tan ávido en la actualidad por novelas, digamos, absorbentes. Pero si de verdad se quiere quedar absorbido por una novela, ésta es Cuento de viejas. Con esa prodigiosa facilidad que tienen los ingleses para la narración, la historia impide al lector dejar de posar sus ojos y su atención sobre ella. Desde Jane Austen, pasando por Charles Dickens, los británicos se han dedicado a contar historias bien contadas, interesantes, atractivas, no necesariamente por lo que se cuenta, sino por cómo se cuenta.
Bennett termina respondiéndose qué pudo ser de aquella mujer fea y ridícula que una vez vio en un restaurante de París, y se lo hace saber al lector: la gente normal (que no vulgar) apenas tiene hitos en sus vidas que puedan explicar con acierto cómo se ha desarrollado. De ahí el título, Cuento de viejas: nos son ellas las que lo cuentan (la obra está escrita en estilo indirecto) pero sí son ellas las que vemos llegar a la vejez, de nuevo juntas después de decenas de años, y vemos también cómo han llegado hasta ahí, por qué de nuevo se reconcilian, por qué han visto pasar sus vidas hasta llegar a un punto de vista bien diferente en cada hermana. No ha habido sorpresas, no ha habido grandes acontecimientos (si acaso hay algunos en la novela, son ajenos a esas dos vidas), no ha habido giros asombrosos. ¿Y es que acaso hay muchos en la vida de cualquiera de nosotros? ¿Por qué hemos llegado a donde hemos llegado? Podemos ver la vida desde la mesa de un confortable restaurante o desde su puerta cargando paquetitos que se nos caen entre la risa de los demás, y no somos capaces de poner en pie por qué hemos llegado hasta ahí. Arnold Bennett confía en que el lector encuentre la respuesta en esta exquisita y penetrante novela.
©José Luis Alvarado. Enero 2024. Todos los derechos reservados (Cicutadry)