La bestia debe morir

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A veces la elección de un libro viene influida por lecturas previas, o simplemente por comentarios encontrados por azar. En mi caso, si decidí abordar la lectura de esta novela titulada La bestia debe morir fue porque descubrí que dos escritores a los que siempre he admirado mucho, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, habían seleccionado esta novela policiaca dentro de una colección editorial cuya supervisión y elección era de su responsabilidad y que se vino a llamar El Séptimo Círculo; se trataba de una serie de novelas que se publicaron entre 1945 y 1983, dedicada inicialmente al género policial anglosajón, pero que también incluyó títulos del género negro e incluso de la literatura fantástica. Para Borges, que presumía de ser mejor lector que escritor, veía en La bestia debe morir era un arquetipo de la novela policial perfecta. 

Al comenzar a leer la novela me enteré de que su autor, Nicholas Blake, era en realidad el seudónimo usado por Cecil Day Lewis (1904-1972) un poeta, dramaturgo, novelista y crítico que, por si no lo han adivinado, fue el padre del genial actor Daniel Day Lewis. Este dato, lo reconozco, acrecentó aún más mi curiosidad por descubrir la trama de esta historia. La lectura de la primera frase, ya nos mete de lleno en una historia que está llena de giros y sorpresas. La asombrosa y contundente frase inicial es la siguiente:

Voy a matar a un hombre. No sé cómo se llama, ni sé dónde vive, no tengo idea de su aspecto. Pero voy a encontrarlo, y lo mataré.

Admitirán que, como arranque, es de los que cortan la respiración. La duda que me surgió entonces es si no se trataría de una de esas novelas que iban perdiendo fuelle conforme avanzaban, una vez sobrepuestos al primer fogonazo. Pronto me convencí de que no iba a ser así. Si Borges y Bioy avalaban esta novela, para mí era una razón de peso más que suficiente para proseguir con su lectura. Y no me decepcionó. 

La novela nos relata la obsesión por ejecutar una venganza personal, un plan trazado por Frank Cairnes, un escritor de novelas policiales cuyo hijo ha muerto atropellado por un coche que posteriormente se dio a la fuga cobardemente, sin detenerse siquiera para intentar auxiliar a la víctima. Cairnes, exasperado por la falta de medios o de interés que la policía exhibe para descubrir al culpable de aquel atropello mortal, decide iniciar por su cuenta y riesgo una investigación que le llevará a descubrir la identidad de los ocupantes del vehículo y, en contra de lo que el lector espera, el protagonista realiza este descubrimiento con inusitada rapidez, cuando todavía llevamos muy pocas páginas. Hay que aclarar que esta revelación se produce de un modo un tanto casual, debido a un hecho fortuito que, sin embargo, conduce a nuestro protagonista hacia su objetivo. Pero también juega un papel decisivo la mente analítica de un personaje que, no lo olvidemos, es escritor de novelas policiales y se mueve con esa lógica criminal que él mismo plasma en sus trabajos.

La investigación de Frank Cairnes lo lleva hasta una tal Lena, una joven actriz de películas mediocres a quien el escritor consigue seducir, sin que ella llegue a adivinar su verdadera identidad. Lena será quien lo conduzca, sin que sospeche nada, hasta la “bestia”, es decir, el hombre que truncó la vida de su hijo.

La forma en la que Nicholas Blake aborda esta narración es muy original. En la primera parte conocemos la investigación y la planificación de la venganza de Cairnes a través de su diario, a través del cual conocemos su desesperación, cómo decide vengarse, el desgarro con que nos narra minuciosamente todos los pormenores de su proyecto de venganza y que, lejos de escandalizar al lector, llega a transmitir una cierta empatía ante una cuestión que, desde el punto de vista ético, es obviamente reprobable. Lo que Frank Cairnes consigue con su plan es introducirse como invitado en la casa de “la bestia”, haciéndose pasar por un tal Felix Lane. Allí conocerá a los miembros de una familia por la que llega a sentir cierta simpatía hacia algunos de sus miembros y un desprecio total y absoluto por otros. La mordacidad con la que describe a esta familia en su diario se reproduce de una forma brillante a través de diálogos constantes y fluidos.

Una vez que Frank Cairnes, bajo el alias Felix Lane, se ha introducido como un zorro en el gallinero, su plan no admite marcha atrás…, a menos claro, que surjan otras complicaciones. La novela comienza en este punto a dar una serie de giros inesperados, ejecutados con maestría y que conducen la historia con un ritmo que, aunque a veces pueda parecer lento, no deja de ir en un continuo crescendo, hasta que llegamos justamente hasta la primera sorpresa, cuando concluye el diario de Cairnes y comienza la segunda parte.

Y la sorpresa es inicialmente formal, pues esta segunda parte, cambia radicalmente la perspectiva de la narración, pasando de una historia contada a través de un diario en primera persona, a una tercera persona omnisciente. Aquí es cuando entra en acción un personaje que resultará decisivo en la trama, el detective Nigel Strangeways. Asistimos de este modo a un giro argumental donde, para empezar, todo parece haber quedado en el aire, y nuestra mente no deja de hacer todo tipo de cábalas sobre lo que realmente ha podido suceder. Si bien el personaje de Nigel Strangeways es un detective demasiado típico, muy esteriotipado, no desmerece al conjunto de la narración y, al igual que el resto de los personajes, son interesantes y están muy bien retratados, resultando especialmente interesante el desdoblamiento de personalidad al que se ve forzado el protagonista.

La estructura, como ya he apuntado, es muy original, más si tenemos en cuenta la época en que fue escrita y hace que el lector tenga la sensación de ir descubriendo los avances en la resolución del caso al mismo tiempo que lo hace el detective Strangeways.

En resumen, se trata de una novela inteligente y entretenida, con momentos de mordacidad y cinismo que le imprimen un carácter propio a la obra; se podría achacar que La bestia debe morir termina de una forma un tanto precipitada, pero para contrarrestar ese aspecto negativo, su desarrollo es tan intenso que atrapa y seguro que no decepciona a los amantes de la literatura policial.

© Jaime Molina. Noviembre 2023. Todos los derechos reservados  (Cicutadry)

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