Reinas de Egipto: la otra mitad del poder

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REPOSICIÓN: 

Cleopatra, Hatshepsut o Nefertiti son tres poderosas reinas egipcias que han fascinado a los historiadores pero además de ellas existieron otras mujeres igual de influyentes, ya que fueron la otra mitad del poder y de la organización religiosa, política y social del antiguo Egipto. No eran un simple elemento de adorno en la monarquía sino que desempeñaron un importante papel.

Las reinas eran las transmisoras de la línea sanguínea real y perpetuaban el mito de Isis, la gran reina madre protectora del pequeño Horus. En tanto que hijas, madres y esposas de reyes fueron las depositarias del poder, las garantes del trono. También dieron carácter “oficial” a aquellos reyes que necesitaban “legitimarse” contrayendo matrimonio con una princesa de sangre real. Ejercieron la regencia cuando su esposo moría dejando a un hijo varón menor, como viuda del anterior rey y madre del nuevo la reina representaba la esencia del poder hasta que el niño alcanzara la mayoría de edad.

Hijos y madres unidos para siempre

Cuando los reyes incluían en sus monumentos el nombre de sus madres, este acto iba más allá de la manifestación pública de amor filial, era un reconocimiento de su línea sanguínea materna, una proclamación de su realeza y de su origen que obedecía a la ley sucesoria. Incluso los reyes podían adoptar un nombre u otro dependiendo de su línea sanguínea materna, según que su madre fuera de una rama directa a la sucesión o de una rama secundaria. Y es más, la suerte que corría el rey también la corría su madre. Si la memoria de un faraón era eliminada, borrando su nombre de las inscripciones de los monumentos y de los documentos, la memoria de su madre también era borrada.

Y todo por Isis

Cuenta la mitología que Osiris fue el primogénito del dios de la tierra, Geb, y la diosa del cielo, Nut. Osiris heredó la tierra pero despertó la envidia de su hermano Seth que solo había heredado el desierto. Para sostener el poder, Osiris tuvo que unirse a su hermana Isis. Si él era el rey, ella era el trono y la sede de la realeza. Pero el traidor Seth mató a Osiris y se declaró rey del Alto y el Bajo Egipto, aunque no pudo evitar que Isis reviviera durante unos instantes a su hermano, al fin y al cabo era una diosa, ni que juntos engendraran un hijo, Horus.

Mientras Osiris reinaba en el inframundo, Isis tuvo que proteger a Horus de las intrigas de Seth. Para ello se escondieron entre los bosques de papiro que crecen en el Delta del Nilo. Por fin el niño se hizo adulto y luchó contra su tío el usurpador. Aunque fue Isis, su madre, quien convenció a la asamblea de los dioses de que el trono correspondía a Horus. Gracias a su madre, el primer rey de Egipto, Horus, pudo suceder a su padre.

Bodas entre hermanos

A grandes rasgos y simplificando podemos decir que el faraón tenía muchas esposas secundarias y concubinas llamadas “ornamento real”, y una sola “gran esposa real” o “primera esposa real” que era la destinada a ser la madre del siguiente faraón. Esta mujer procedía de un linaje de reyes “trenzado” por el vínculo de la sangre que legitimaba a la dinastía (eran hijas, nietas, hermanas y esposas de reyes generación tras generación). Por eso lo habitual era que el rey desposara a sus hermanas, medio hermanas, sobrinas, e incluso a sus hijas. Pero cuando la esposa real no tenía hijos varones o el único heredero varón nacido de esta fallecía antes que el faraón, subía al trono otro hijo del faraón nacido de una esposa secundaria o de una concubina. El nuevo faraón se desposaba con una hija del faraón y de la esposa real, es decir con su medio hermana, se «legitimaba» con este matrimonio al faraón de rama familiar «secundaria».

Intrigas palaciegas

Vista la importancia de las mujeres en la monarquía egipcia es de suponer que las esposas del rey (que en muchas ocasiones también eran parientes entre sí) no vivirían en paz y armonía entre ellas, por lo general lucharían apoyadas por un bando o facción de nobles y del clero, con el fin de sentar a sus propios hijos en el trono, en detrimento de otros candidatos, y si se daba el caso de la muerte del faraón poder ejercer la regencia en nombre de su hijo. Así todas las mujeres del harén esperarían la muerte de los hijos de las demás (o contribuirían a que esta se produjera) y velarían para que sus propios hijos sobrevivieran al faraón.

Los niños del gineceo real no solo sufrirían la gran mortalidad infantil de la Antigüedad, la consanguinidad característica de la monarquía egipcia que acarreaba graves enfermedades, sino también las intrigas palaciegas en las que se involucraban sus madres y parientes. El núcleo de la traición estaba en el harén, como demuestra la muerte de Ramsés III (ca. 1184-1153 a.C.) víctima de un complot, o que tras la muerte de la mítica reina Nitokris hubiera al menos cinco reyes en setenta días.

Otras reinas

Poderosas reinas además de Cleopatra, Hatshepsut o Nefertiti las hubo en Egipto, aunque son poco conocidas: Neith-Hotep, Maryt-Neith, Jent-Kau-es I, Anj-en-es Mery-Ra II, Nitokris, la faraón Sobek-Neferu-Shedty, Iah-Hotep, la gran Ahmosis-Nefertary, Tiy, la rebelde Sat-Amon, Meryt-Aton, Mut-Nedyemet, Nefertary Meryt-en-Mut, Isis Nofret, Ta-Useret, etc.

Para saber más

Teresa Bedman, Reinas de Egipto: el secreto del poder, Madrid, 2007, Alianza Editorial.

Imagen

A partir del óleo de John William Waterhouse, Cleopatra, 1888, colección privada.

© Ana Morilla. Abril 2023. Todos los derechos reservados.

 

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