La disciplina del SǏWÁNG podía ser terrible y peligrosa en espíritus corruptos. Para los maestros sagrados ese arte de combate era tan nociva como la misma bomba nuclear. Solo el elegido, nombrado en las antiguas escrituras, tendría el derecho y el honor de conocer los secretos de aquella mortal disciplina de combate. El futuro purgador y liberador de la ciudad oscura y lluviosa.
La morgue de la ciudad de Vernocis, la ciudad más oscura y lluviosa de Norteamérica, era vigilada por el maestro sagrado Heng. Aguardaba algo…la lluvia caía sobre su hábito negro de monje ocultando su ajado rostro asiático. Los maestros interaccionaban con todos los elementos de la naturaleza. Jamás se protegían de la lluvia al caminar por la ciudad de Vernocis. Consideraban que la lluvia era regalo de los dioses.
Llovía torrencialmente. Algo cotidiano en la ciudad oscura. Un niño pequeño vestido con pijama se levantaba de la camilla de los muertos dentro de la fría morgue. Posó sus pequeños pies sobre el gélido suelo y se alejó caminando por los largos pasillos. Contemplaba todo con sus lindos ojos dorados. Su cabeza resquebrajada horas atrás por la caída desde un décimo piso se regeneró sola, así como sus extremidades, en aquella camilla fría para cadáveres. Escapó de los brazos eternos de la muerte para vengar la sangre derramada.
El maestro Heng lo vio salir y lo reconoció al instante. Aquel niño era el elegido. El purgador de la ciudad de Vernocis. Todos los maestros se hallaban de acuerdo. La disciplina del SǏWÁNG sería revelada al elegido. Sería adiestrado en las montañas.
Leónidas que se hallaba empapado de lluvia y descalzo, se encontró en la fría calle con la mirada del maestro Heng. Sonrió. El pequeño creyó reconocerlo en las horas que se hallaba en los brazos de la muerte. Lo visitaba mientras la madre muerte acunaba al pequeño Leónidas.
Quince años después
—Maestro Heng. Quiero trasladarme a vivir a la ciudad de Vernocis. Deseo volver a la ciudad donde nací. No tengo recuerdos de sus calles ni de sus gentes, tan solo de aquella noche en la que sembraron de muerte mi casa cuando era muy niño. Deseo crear nuevos recuerdos y purgar el pasado. —Expuso con claridad Leónidas. Era ya un joven alto y enérgico de veinte años.
—Sabía que llegaría el día que querrías vivir en aquella ciudad herida y corrupta. Y lo harás. Debes empaparte de esa ciudad. Pues Vernocis es tu destino y tu destino es el destino de toda la ciudad oscura. Has vivido quince años en estas montañas. Retornaste de la muerte dos veces. La primera vez de niño, al arrojarte aquel asesino despiadado Ojo de Cristal desde un décimo piso. Tu cuerpo destrozado se regeneró milagrosamente en aquella morgue. Y la segunda vez cuando sufriste la mordedura mortal de la Mamba Negra. El animal que representa la disciplina del SǏWÁNG, por su rapidez y letalidad. El arte de combate más mortal del mundo. Conoces todos los secretos del SǏWÁNG. Los mejores maestros te hemos enseñado bien. Día y noche en el interior de estas montañas, durante quince años. Estás listo para enfrentar tu primera etapa de guerrero. La venganza. Lo sé chico. Deseas te entregue los nombres cuanto antes…y lo haré. Los cuatro nombres…Pero antes de enfrentarte como guerrero, debes luchar como la apariencia del guerrero. Nuestro Leónidas, el chico al que queremos como a un hijo en esta montañas, y se halla ahora mismo frente a mí, es honorable y bondadoso. Te entregaré dos presentes. Uno ahora mismo. El traje con el que te enfrentarás a los primeros villanos. Los cuatro que asesinaron a tu sangre.
—Eran tres hombres los que entraron en mi casa cuando era un niño…
—Cuatro. Alguien poderoso dio las órdenes a Ojo de Cristal. Pero el cuarto no te será revelado de momento.
La mirada de Leónidas se transformó en la mirada de la serpiente más letal. Apretaba los puños. Quería conocer todos los nombres de aquellos asesinos. Solo viviría en paz cuando vengara a su familia.
—Amado hijo. Que la ira no fragüe tu corazón humano. Llegará el momento y actuarás, pero que el veneno no liquide tu alma. El veneno de la serpiente debes emplearlo para con el enemigo…pero no debe perderte.
—Maestro Heng, quiero lo nombres… —dijo señalando la tarima donde los maestros enseñaron al niño ciencias y letras. Un niño convertido ahora en un atractivo y corpulento joven. Sus ojos dorados eran intensos, enmarcados con unas frondosas cejas negras.
El maestro asintió. Se sintió orgulloso de aquel joven. Lo consideraba un hijo propio. Tenía dos cosas importantes para él.
—Los nombres serán revelados a su debido tiempo, pero antes tengo que entregarte el traje de guerrero que hice tejer a propósito para ti. El tejido es indestructible. No hay filo de cuchillo que atraviese la tela. El traje es oscuro y tu identidad será protegida por el antifaz que ocultará todo tu rostro. Verás con los ojos de la serpiente letal negra. Nadie reconocerá tu rostro cuando te conviertas en el guerrero…SǏWANGMAN. Cuando no lleves el traje de guerrero serás simplemente Leónidas. Será tu decisión conocer y experimentar todas las experiencias y sentimientos mundanos en la ciudad de Vernocis, pero jamás deberás revelar tu identidad de guerrero. Jamás debes revelar los secretos de la disciplina del SǏWANG. Sería un acto de traición…grave.
Leónidas tomó el traje oscuro. La tela era fría. Sintió una descarga al tocarla. La imagen de la temida serpiente negra se enroscaba por todo el torso y finalizaba con el rostro de la temida Mamba negra en el pecho. Mostraba sus colmillos afilados en señal de ataque.
—Será tu segunda piel cuando decidas actuar…cuando decidas la venganza. Será tu segunda piel cuando te conviertas en el purgador de la ciudad de Vernocis, pues ese mi querido hijo, es tu destino.
—Agradezco su presente Maestro Heng. —Agradeció el joven inclinándose ante su mentor y padre adoptivo.
—Ahora acompáñame al desguace de la ciudad de Vernocis. Tengo otra cosa para ti.
Leónidas sonrió. Nunca se sabía con el maestro. Siempre tenía la capacidad de sorprenderlo.
De camino a la ciudad, en las mismas montañas que vieron crecer a nuestro Leónidas, una mamba negra se cruzó en el camino de los dos hombres. Se inclinaron con respeto hacia el animal letal y sagrado. La serpiente contempló fijamente al joven. Siseó hacia él. El joven pareció entender y sonrió. Se alejaron de la mamba negra que se ocultó tras unas piedras.
—¿Qué te reveló? Sabes bien que poseen dotes proféticas. El espíritu de la mamba negra te envuelve. Ellas te reconocen y te respetan como a un igual desde que compartes su veneno. —dijo con orgullo el maestro Heng.
—Me reveló que conoceré a mi alma gemela de metal…con él viajaré fuera de Vernocis limpiando el mundo de asesinos y corrupción.
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