En ese preciso instante al general se le desencaja el rostro, palidece y comienza a transpirar hasta desmayarse. Dos de sus hombres se acercan con rapidez evitando caiga al suelo. Lo tumban sobre un amplio sillón y le ofrecen agua. Una vez repuesto se levanta lentamente y avanza hasta ponerse frente a Kenie. Le abraza tembloroso. Al verlo, Zark echa mano a su arma corta. Kenie se lo impide con un ademán negativo. Tras dos minutos de silencio, se separa y señala.
—Perdónenme todos. Hemos cometido un gran error.
—Explíquese por favor.
—Al aterrizar inicialmente, lo hicimos por la sencilla razón de analizar la similitud de las características con nuestro planeta. Similar sistema solar, parecida atmósfera, en fin, todo lo que necesitábamos para sobrevivir, aunque no advertimos que lo hacíamos, —comienza a transpirar de nuevo y sentir el advenimiento de otro desmayo— no es nada, se me pasará.
—¿Que insinúa general? —pregunta el comandante de la flota.
—Escuche con atención y compruebe su cuaderno de bitácora comparándolo con el de nuestro viaje y dígame si encuentra alguna diferencia.
Al cabo de unos minutos.
—Ninguna general.
—Claro que ninguna comandante, porque en ambos viajes hemos sufrido idéntica paradoja. Hemos viajado dentro de la Espiral Dúrbal y nos ha llevado a regresar siempre al mismo punto, pero en una época anterior, miles de años diría yo. Este planeta es para nosotros desconocido, aunque muy parecido al nuestro, solo le faltan cuatro planetas para ser idéntico a nuestro sistema solar y así conformar el conjunto que nosotros conocimos. Esta gente, los habitantes de este planeta parecer ser sencillamente nuestros, nuestros… —no tiene valor ni fuerzas para seguir hablando.
—Pero general su insinuación no es posible, no está demostrada la teoría de la Espiral Dúrbal.
—Lo sé comandante. Faltan aún miles y miles de años para que el resto de los planetas formen el sistema solar que conocimos. El satélite de este planeta tiene atmósfera. Mucho me temo que hay planetas esperando para formar parte del sistema como el nuestro. Mire con atención el firmamento y verá como aún no aparecen. Ni siquiera las constelaciones son reconocibles.
—No entiendo —dice Kenie a la traducción de Zark.
—Comprendo su incapacidad de ahora, pero no tema, tenemos toda una vida para explicarle cuanto acabo de decir y pueda comprenderlo.
—¿Entonces?
—Supongo, Kenie —dice dirigiéndose también al resto de presentes— que ya no hará falta la decisión del Consejo respecto a qué hacer con nosotros. No podremos volver al planeta de donde salimos, estamos condenados a vivir aquí, todos juntos.
—¿Eso significa que deberemos esforzarnos en entendernos y tratar de convivir?
—Todos nosotros deberemos poner toda nuestra voluntad y esfuerzo para entender lo ocurrido. Por cierto, me gustaría conocer el nombre de su planeta ¿Cómo lo llaman?
Kenie, a través de la traducción de Zark, responde.
—Siempre oímos decir a nuestros mayores, que los suyos, lo llamaron Gaiak, aunque nosotros lo conocimos por el otro nombre.
—¿Cuál es ese nombre?
—Nosotros lo llamamos Tierra.
FIN.
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