Los años, de Annie Ernaux

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Memoria en tránsito, escritura impersonal y archivo del tiempo femenino


 

Toda memoria es ficción. Toda ficción es memoria”
— Annie Ernaux

En la cartografía de voces femeninas que cruzan fronteras y desplazan las fronteras mismas del género literario, Annie Ernaux ocupa un lugar fundamental. Escritora francesa de dilatada trayectoria, galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2022, Ernaux ha hecho de la vida, la suya y la de los otros, el territorio principal de su escritura. Entre toda su producción, Los años (publicado en Francia por Gallimard en 2008 y traducido al español en 2012 por Lydia Vázquez, editado por Cabaret Voltaire), se erige como una obra de resonancia continental: un libro que es a la vez autobiografía y crónica, diario íntimo y fresco generacional, relato individual y relato colectivo. Una memoria en tránsito que rehúye los límites del yo para fundirse con el nosotros.

Los años no se presenta como una autobiografía convencional. No hay un “yo” en primera persona que narre los hechos de su vida desde el centro del relato. En su lugar, Ernaux recurre al pronombre impersonal, al “nosotros” y al “ella”, para construir una voz coral. Este desplazamiento en la enunciación produce un efecto de despersonalización aparente, pero paradójicamente acentúa la carga emocional y testimonial del texto. Lejos de desaparecer, el yo se diluye para abrirse al flujo de una generación, de una clase social, de una época.

El tiempo es el verdadero protagonista de Los años. El tiempo histórico, cultural, lingüístico y afectivo. La autora recompone su vida y la de su entorno a partir de fragmentos de memoria: fotografías, objetos, canciones, programas de televisión, acontecimientos políticos, modas pasajeras. La vida personal se entreteje con los grandes hitos de la historia reciente de Francia: la posguerra, el mayo del 68, la liberación sexual, la expansión del consumo, la llegada de la inmigración, la precarización del trabajo, el avance tecnológico. Cada año, cada época, queda marcado por un léxico específico, por una tonalidad emocional, por una forma de estar en el mundo.

Literatura de archivo: contra el olvido

Uno de los elementos más poderosos de Los años es su ambición de constituirse como un archivo. No un archivo en el sentido académico o burocrático, sino como una recolección de signos y síntomas de lo vivido. Ernaux recupera las palabras de la infancia, los rituales familiares, los sabores, las marcas comerciales, los discursos políticos, los cambios en los cuerpos, en las casas, en la manera de amar, de nombrar, de callar. Su escritura deviene así un gesto de resistencia frente al olvido y frente a la erosión del tiempo. El uso de fotografías personales, incluidas en el libro, refuerza esta dimensión archivística. No ilustran ni completan la narración verbal, sino que la interrumpen y la tensionan, abriendo un nuevo plano de significación. Son fragmentos de memoria visual que, al igual que la prosa de Ernaux, nos invitan a detenernos en el umbral entre lo personal y lo colectivo.

Esta pulsión archivística está estrechamente vinculada con una ética de la escritura. Ernaux no busca embellecer el pasado ni idealizar su trayectoria. Al contrario: expone sin adornos las contradicciones, las vergüenzas, los silencios y las violencias estructurales que atraviesan la vida cotidiana. Lo autobiográfico, en su caso, nunca es autocelebración. Es más bien un ejercicio de introspección lúcida y de denuncia estructural: de clase, de género, de memoria colonizada.

El desplazamiento como experiencia y como forma

La noción de “desplazamiento”, central en esta sección del Atlas Literario, puede leerse en Los años desde múltiples capas. En primer lugar, como una experiencia vital. Ernaux, hija de obreros reconvertidos en tenderos, experimenta en carne propia el salto de clase mediante el acceso a la educación universitaria. Ese tránsito implica no solo una movilidad social, sino también un alejamiento afectivo, lingüístico y cultural respecto a sus orígenes. La autora ha reflexionado en múltiples ocasiones sobre el dolor de este desclasamiento, que en Los años aparece como una constante de fondo: la tensión entre pertenecer y no pertenecer del todo, entre haber salido de un lugar sin haber llegado del todo a otro. Pero el desplazamiento no es solo temático: también es formal. Ernaux desestabiliza las fronteras de los géneros literarios. Su obra ha sido a menudo asociada a la llamada “autoficción” —categoría que ella misma ha rechazado por considerarla ambigua y reduccionista—, aunque Los años se acerca más bien a lo que denomina “autobiografía impersonal”: una voz que habla desde sí misma, pero no solo para sí. El libro puede leerse como una autobiografía experimental, una novela sin ficción, una historia oral escrita, una etnografía personal. Esta hibridez, lejos de ser un simple juego estético, responde a una necesidad ética: la de encontrar una forma que esté a la altura de una experiencia de vida compleja y situada en el cruce de múltiples determinaciones sociales.

En un contexto donde la literatura autobiográfica sigue siendo sospechosa —y más aún cuando es escrita por mujeres—, Annie Ernaux ha logrado hacer del relato de vida un acto político. Su escritura se inscribe en una tradición de pensamiento y práctica feminista que busca visibilizar lo cotidiano, lo íntimo, lo aparentemente menor. En Los años, las transformaciones del cuerpo femenino —la menstruación, el aborto clandestino, la maternidad, el deseo, la vejez— son tratadas con una precisión quirúrgica, sin lirismo ni eufemismos. Ernaux no escribe desde el yo como refugio, sino como campo de batalla.Esta perspectiva femenina no es excluyente, sino inclusiva. Su mirada abarca generaciones enteras, e interpela tanto a quienes vivieron esos mismos años como a quienes han heredado sus consecuencias. La memoria, en su caso, no es nostalgia, sino herramienta de comprensión y acción. Recordar, escribir, nombrar: gestos que permiten resistir la desmemoria programada de un presente hiperacelerado.

Europa traducida: una literatura en tránsito

La publicación de Les Années en 2008 marcó un punto de inflexión en la obra de Ernaux. Su éxito fue inmediato en Francia, pero su resonancia ha ido creciendo exponencialmente con las traducciones a otros idiomas. En España, la edición de Cabaret Voltaire (2012) supuso su consolidación como una voz imprescindible de la literatura europea contemporánea. La labor de traducción de Lydia Vázquez merece destacarse por su fidelidad al ritmo y al tono de la prosa original: una escritura a la vez precisa y abierta, austera y cargada de sentido.

En un continente atravesado por múltiples desplazamientos —migratorios, identitarios, lingüísticos—, Los años ofrece una forma de resistencia cultural que no pasa por la afirmación de una identidad cerrada, sino por la apertura a la pluralidad de experiencias. Ernaux se sitúa como una cronista del devenir europeo, no desde las instituciones ni los grandes discursos, sino desde la cocina, la cama, la escuela, el hipermercado. Su literatura, traducida, no pierde fuerza: al contrario, se amplifica. Nos habla de Francia, sí, pero también de España, de Italia, de Polonia, de los cuerpos europeos que han vivido los mismos vaivenes históricos, las mismas ilusiones colectivas, las mismas heridas.

Annie Ernaux ha declarado en más de una ocasión que su deseo, al escribir Los años, era que alguien pudiera leer su vida y reconocerse en ella. Que su escritura no fuera un acto de egolatría, sino de transferencia. Y en ese sentido, el libro cumple su cometido con creces. Pocas obras logran condensar con tanta lucidez el paso del tiempo, el peso de la historia, la huella de lo vivido.

Los años no es un libro sobre el pasado: es un libro que piensa el presente desde la memoria. Un recordatorio de que lo personal es político, de que lo íntimo está atravesado por lo colectivo, y de que la literatura —cuando se escribe con honestidad y precisión— puede ser una forma de salvación, o al menos de sentido. En tiempos de desarraigo, de aceleración y de olvido, volver a Ernaux es una forma de recordar quiénes fuimos, quiénes somos y, tal vez, quiénes podríamos ser.

Referencias bibliográficas

  • Ernaux, Annie. Los años. Traducción de Lydia Vázquez. Madrid: Cabaret Voltaire, 2012. [Edición original: Les Années, Gallimard, 2008].

  • Ernaux, Annie. La escritura como un cuchillo. Conversaciones con Frédéric-Yves Jeannet. Madrid: Cabaret Voltaire, 2011.

  • Alonso, Vicente Luis (ed.). Annie Ernaux: escribir la vida. Valencia: Universitat de València, 2022.

  • Gutiérrez, Beatriz. “La memoria y la historia en Annie Ernaux: una autobiografía colectiva.” Cuadernos de Literatura Francesa Contemporánea, nº 17, 2020, pp. 55-74.

  • Vázquez, Lydia. “Traducir a Annie Ernaux: desafíos y recompensas.” Revista de Traducción Literaria, nº 12, 2013, pp. 103-117.

REDACCIÓN – Por Punto y Seguido

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